Cádiz

Estrellas en su tierra

  • Los cuatro empresarios reconocidos por Horeca con su insignia de oro hablan sobre sus comienzos y sus trayectorias profesionales

No han recibido ninguna estrella Michelin, ni falta que les hace. Sus trayectorias profesionales les avalan y les hacen brillar en su propia tierra. Ahora, la patronal hostelera de la provincia ha reconocido tantos años de trabajo concediéndoles su insignia de oro, que recogerán el próximo 6 de abril durante la asamblea que Horeca celebrará en las Bodegas El Cortijo de El Puerto. Ellos son José Gómez Díaz, propietario del desaparecido Bar Los Pabellones; Manuel Baro, fundador de Marisquería Baro, entre otros negocios hosteleros; José Worgenchaffc Cancelo, del Bar La Pasarela, y José Luis Fernández Caballero, del Bar Los Arcos, situado en Segunda Aguada.

José Worgenchaffc

BAR LA PASARELA

"Yo compraba, guisaba y atendía al público. Hacía de todo"

José Worgenchaffc Cancelo lleva prácticamente toda su vida ligado a la hostelería. Empezó en 1961, con 11 años, como aprendiz en el Bar Plata, situado en la calle Pelota, donde hoy está La Atlántida. Permaneció en ese establecimiento hasta 1971, que se fue al servicio militar. Estando allí, "un señor al que le tocó la quiniela montó el Bar La Pasarela y fue a buscarme a casa de mis padres porque sabía que yo había trabajado en hostelería, porque le hablaba a una sobrina suya", relata. Y se hizo cargo del bar en el año 73, hasta el pasado 31 de diciembre, que se jubiló.

Afirma que él era el gerente, pero también "compraba, guisaba y atendía al público. Hacía de todo. Estaba 14 horas diarias, que es lo que se trabaja en la hostelería. Tienes que estar siempre al pie del cañón". Destaca que disfrutaba con sus clientes. "Tenía muy buena clientela porque era un bar muy conocido. Era uno de los mejores bares de caracoles de Cádiz y ahora, que es la época de caracoles, cabrillas y caballas, el público lo echa de menos", algo que estos días hace que no pueda ni andar por la calle. "Todo el mundo me para y me dice que le he dejado sin los caracoles y las cabrillas", cuenta.

Recuerda también haber pasado "muchos sufrimientos y épocas muy duras". Especialmente durante las obras del soterramiento o cuando se cerraron los túneles de Santo Tomás y Marconi. "Estaba rodeado de obras y por allí no pasaba nadie. Pero gracias a la clientela maravillosa que reconocía el servicio y los productos pude mantenerme. El mostrador es muy duro, pero es un oficio muy bonito porque estás en contacto con mucho público. A quien le guste, disfruta mucho", cuenta.

Declara que no se esperaba el reconocimiento que le concede Horeca. "Hasta me emocioné y eché unas lágrimas cuando me leyeron la carta de concesión de la insignia de oro. La carta era muy bonita". Pero también piensa que es un reconocimiento merecido por "tantos años y tantas horas de trabajo".

Esa dedicación le ha privado de estar con su familia. "Ahora es cuando puedo disfrutar de mis hijos y de mis nietos porque antes no he tenido oportunidad. Es un premio de la vida al estar jubilado".

De sus inicios, recuerda cuando llevaba el café a los establecimientos de la calle Pelota y al Ayuntamiento. "Yo le subía el café al alcalde José León de Carranza. Le gustaba el café solo. En realidad se lo tenía que dar al ordenanza pero yo era un chaval de 13-14 años y alguna vez entraba a servirle el café".

Manuel Baro

MARISQUERÍA BARO

"Para mí era un orgullo que una persona se fuera satisfecha"

Para Manuel Baro, la insignia de oro de Horeca supone "un reconocimiento a muchísimos años de trabajo, porque empecé con 12 años y no terminé hasta los 75, que me di de baja por enfermedad". De hecho, su salud no le permitirá ir a recoger el premio el próximo miércoles. "Irán mis hijos, que también se dedican a la hostelería".

Cuenta que él tenía el oficio de tipógrafo. Comenzó de aprendiz con 12 años y hasta pasados los 20 trabajó en una imprenta. Su padre tenía un cocedero de marisco en la calle Santo Domingo "y exportaba marisco a toda España". Recuerda que "entonces entraban 2.000 y 3.000 cajas de marisco diario. Todos los días había trabajo en el muelle pesquero; hasta el año 72, cuando Marruecos prohibió la pesca". Manuel dejó su trabajo en la imprenta "porque me tiraba más el marisco y ayudar a mi padre". Fue en el año 72 cuando se pasó a la hostelería: "Yo viajaba a Madrid y veía los quioscos que había en los parques. Pensé que en Cádiz no había y fui a hablar con el alcalde de entonces, que me concedió el quiosco del Parque Genovés con un socio".

Se independizó en el año 81, cuando abrió la Residencia Tiempo Libre, en cuyos bajos instaló la Marisquería Baro con sus hermanos. "Fuimos los primeros hosteleros de aquel paseo, con un pub que tenía Andrés, un jugador del Cádiz. Luego vinieron los demás. Le dimos un valor a aquello y fue el inicio del boom del Paseo Marítimo", señala.

Luego cogió una cafetería en Ingeniero La Cierva, que ahora lleva su hija, y abrió otro bar en el Paseo de la Bahía, que regenta su hijo. En el año 92 inauguró un bar llamado Gran Regata en la zona de Santa María del Mar, pero duró poco tiempo.

En hostelería ha hecho casi de todo: ha sido barman, camarero, cocinero, además de gestionar el restaurante e ir a la subasta de pescado y marisco. Asegura que "si no fuera por los males, hubiera seguido trabajando porque me gusta mucho la hostelería. Para mí era un orgullo que una persona se fuera satisfecha del establecimiento". Destaca que nunca ha tenido una queja "ni una denuncia seria. Y nunca nos llamó al orden Sanidad porque estábamos muy encima de todo, como debe ser, porque está en juego la salud de las personas".

Reconoce que este trabajo es muy sacrificado. "Ahora que estoy jubilado es cuando estoy con mi mujer, porque antes no tenía descanso. No se podía cerrar, hay que estar encima de los negocios y ponerles atención".

Comenta que por su marisquería han pasado "muchísimas personalidades de Andalucía y de España", como la duquesa de Alba, Antonio Burgos, Curro Romero o Carlos Herrera, entre otros. También "artistas de teatro, porque la Residencia Tiempo Libre era muy conocida y venía mucha gente". Recuerda que Curro Romero le pidió que para su boda le hiciera su famosa sopa de tomate como plato principal del convite. "Pero como era en Carnaval, no podía ir y me trajeron un cocinero de Los Monos, de Sevilla, para que aprendiera a hacerla".

Está muy agradecido a todos los que fueron sus clientes y a la Junta de Andalucía "que me dio la oportunidad de desarrollarme como empresario de la hostelería, hasta que con el cierre del Tiempo Libre se descompuso todo, y luego vinieron los males".

José Gómez Díaz

BAR LOS PABELLONES

"Es un punto y final muy agradable a mi trayectoria profesional"

El reconocimiento que recibirá José Gómez 'El de Los Pabellones', ya lo recibió su padre, de quien heredó el negocio. Este a su vez lo había heredado también de su padre. Dice que es "un punto y final muy agradable" a su trayectoria profesional.

El mítico bar cerró sus puertas en agosto de 2014 porque necesitaba una reforma. "Intervino el Ayuntamiento. Había que hacer una obra muy grande y por mi edad, decidí que llevara el bar otra persona", relata.

A pesar de haber traspasado el establecimiento, sigue acudiendo casi a diario, porque confiesa que lo echa de menos. Allí se reúne con su antigua clientela, con "la gente de Los Pabellones", como él la llama.

Cuenta que empezó a ayudar a su padre, junto a sus hermanos, en el bar cuando estudiaba en el Instituto Columela, con 14 años. "Si a mi padre le preguntan en el año 65 quien cree que se iba a quedar en el bar, el último que dice soy yo", afirma entre risas. "Me da vergüenza decirlo pero recuerdo que un año en Carnavales, cuando tenía 17 ó 18 años, le dije a mi padre que yo no trabajaba allí porque no me gustaba. Tenía otras cosas en el coco. Pero al irse mi hermano a hacer la mili a Canarias, mi padre se quedó solo y yo, mientras, me quedé con él". Pero su hermano empezó a trabajar en Telefónica y lo mandaron a Santander, donde se casó e hizo su vida.

Destaca los años en los que repartía el dinero de los provechos a marineros y patrones de barcos. "Había días que repartía siete, ocho y hasta diez millones de pesetas. Eso ya se hacía en tiempos de mi abuelo y se perdió en el año 96, porque ya no había barcos. A veces, lo que ganaban con los provechos era más que lo que cobraban en la oficina". Cuando se acabó la pesca, empezaron a frecuentar Los Pabellones los trabajadores de Astilleros "y gente del Carnaval".

José Luis Fernández

BAR LOS ARCOS

"La hostelería es mi vida, y es difícil de entender porque es muy duro"

José Luis Fernández Caballero ha regentado 19 años el Bar Los Arcos, situado en la zona que llaman La Curva, en Segunda Aguada. Hasta que se jubiló el pasado mes de noviembre. Pero este empresario lleva en la hostelería desde los 14 años.

"Empecé a trabajar el 7 de enero de 1967 en el Bar Cántabro, cerca de San Juan de Dios, y hasta hace prácticamente unos días no he parado". Cuenta que estuvo en ese establecimiento hasta que hizo el servicio militar; después se fue a un bar del Paseo Marítimo que se llamaba El Bodegón, luego a un bar de copas de Muñoz Arenillas y de allí pasó a otro llamado Las Cinco Ventanas, por la zona de San Carlos. En 1987 abrió un negocio propio: Bar La Jara, en avenida Lacave, donde estuvo diez años. Luego cogió otro local enfrente llamado Bar Maricarmen, al que él le cambió el nombre por Bar Los Arcos "porque encima del mostrador había cinco arcos", explica.

Actualmente, sigue vinculado a la hostelería, ya que ha abierto otro local en la calle José García Agulló que lleva su mujer. "Me gusta la hostelería. Es mi vida. Y es difícil de entender porque es duro y muy sacrificado", reconoce.

Afirma que en todos estos años de trabajo le ha ido bien. "Le he podido dar a mis hijos lo poquito que tienen pero también les he quitado mucho tiempo. Esa es una espinita que tengo clavada porque no he podido disfrutar mucho de ellos. No se puede tener todo en la vida. Pero ellos están contentos y se han alegrado mucho por este reconocimiento, porque valoran el sacrificio que he hecho por ellos y por eso tengo que compartirlo con ellos".

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