Enfoque de Domingo: Palomas urbanas

COLOMBOFOBIA

  • Han sido ahuyentadas, capturadas y gaseadas por cientos de miles en las últimas décadas, pero siguen generando molestias, rechazo y ternura

  • En Cádiz no acaba de arrancar un plan de control que tuvo eco internacional y en San Fernando están a punto de poner en marcha otro

  • Mientras, ecologistas y animalistas piden una gestión ética de las palomas urbanas

Unos las quieren hasta el punto de no poder evitar darles de comer a diario, alimentando el crecimiento de poblaciones capaces de multiplicarse por diez en muy poco tiempo. Otros las detestan tanto que piden, no ya su control, sino su exterminio y su desaparición total de la ciudad, responsabilizándolas, más allá de las molestias que causan, de haberse convertido en la undécima plaga de Egipto. Una catástrofe animal capaz de transmitir –dicen los apocalípticos– más de treinta enfermedades e incluso de atacar con saña al ser urbano.

Mientras, los ayuntamientos hacen lo que pueden –o no–por evitar daños en monumentos, edificios históricos y arbolado y por atender las quejas de hosteleros y vecinos, controlando con mayor o menor dedicación, acierto y eficacia las poblaciones siempre crecientes. Entre tanto, ecologistas y animalistas continúan denunciando la captura y sacrificio indiscriminado de ejemplares y demandando sistemas incruentos y más eficaces a medio y largo plazo.

En otros tiempos animal divino y aliado del hombre, la paloma doméstica (Columba livia domestica) ha pasado a ser la gran villana de la fauna urbana de las ciudades occidentales. Hasta el punto de que la injusta pero impactante imagen –por eso la elegimos– de la ‘rata con alas’ que popularizase Woody Allen ha calado de tal manera que se ha ganado la portada en el particular bestiario urbano del siglo XXI. Pero cómo y cuándo las palomas se volvieron ratas con alas es una historia que les contaremos con más detalle en la tercera página de este Enfoque.

Lo cierto es que las palomas han sido ahuyentadas, capturadas, electrocutadas, gaseadas o transportadas a otros lugares por cientos de miles durante décadas. Pero sobreviven como especie, haciendo crecer sus poblaciones de manera exponencial y generando molestias. Y despertando, a la vez, sentimientos y actitudes tan encontradas que cabría dividir a la ciudadanía de cualquier urbe europea en ‘colombófilos’ y ‘colombófobos’ –no en el sentido literal, claro– con una clara predominancia de estos últimos, especialmente activos en los sectores damnificados por sus molestias, en las redes sociales y entre los comentaristas de los periódicos digitales.

Pero, ¿qué está pasando en Cádiz? ¿Suponen realmente un problema sus poblaciones? ¿Se han controlado en los últimos años? ¿Se ha elegido el sistema más adecuado para hacerlo? ¿Por qué no arranca el plan de control anunciado a bombo y platillo por el equipo de Gobierno?

Recapitulemos. A finales de noviembre del año pasado, el concejal de Medio Ambiente, Álvaro de la Fuente, informaba de que el Ayuntamiento iniciaría una campaña para implantar medidas de control sanitario y poblacional de las palomas. “Se ha buscado el método más respetuoso y sostenible para alcanzar poblaciones adecuadas en ciudades como la nuestra”, aseguró el edil.

“Gestionar correctamente la población de palomas existente no implica la erradicación de las mismas dentro del área urbana, sino el establecimiento de un equilibrio lógico donde la cohabitación entre el ser humano, el resto de especies y las aves no suponga perjuicio alguno”, remató De la Fuente.

Se trataba de elaborar un censo poblacional y de distribución de las aves y de evaluar su estado desde el punto de vista sanitario. Luego se capturarían y se transportarían con todas las garantías de bienestar animal a una distancia no inferior a 275 kilómetros para liberarlas “en espacios no urbanos” de algún lugar del Levante español.

El mensaje de inspiración animalista mezclado con el argumento añadido de que en realidad el problema era que las palomas molestaban a los turistas caló en los medios de comunicación anglosajones, que lo reprodujeron de manera casi viral, después de que lo difundiese este periódico. La BBC, la CNN y hasta The New York Times se hicieron eco.

El servicio de control salió a licitación y se adjudicó, por cierto, a la misma empresa que lo explotó durante el anterior mandato municipal –Athisa– , cuando sólo se practicaban capturas y sacrificios, con algún destierro puntual. Pero nunca se supo cuando arrancaría tan admirado plan. Mientras tanto, la población de palomas, que hace tres meses se estimaba en unos 8.500 ejemplares y hace tan sólo dos semanas en más de 9.000, puede que ascienda ya a cerca de 9.500, aumentando a un ritmo medio de medio centenar de animales a la semana.

Fuentes municipales achacan este retraso en la puesta en marcha del plan al bloqueo de los permisos necesarios para el transporte de los animales por parte de la Junta de Andalucía. Una situación que parece condenada a mantenerse hasta que no se reorganicen del todo las delegaciones territoriales y que parece previsible que se prolongue incluso hasta después de las elecciones municipales del próximo 26 de mayo. Diez semanas más son medio millar de palomas más.

Ecologistas y animalistas temen que vuelvan las capturas y los sacrificios masivos

Por esta razón, entre los colectivos ecologistas y animalistas de la ciudad existe el temor de que en breve vuelvan a producirse capturas y sacrificios masivos de aves con el fin de satisfacer la demanda de una solución urgente que exigen los hosteleros de la Plaza de la Catedral, principalmente. Al menos dos bares y restaurantes de los siete que ofrecen allí sus servicios acumulan decenas de quejas de clientes. Y hay más afectados en otros puntos de la ciudad.

Ecologistas y animalistas temen que esto pueda derivar en algo parecido a lo que sucedió en Barcelona a principios de diciembre de 2017 cuando, “de manera excepcional”, se sacrificó un millar de palomas de la Plaza de Cataluña. La Agencia de Salud Pública local justificó la medida por el riesgo sanitario que suponía para la celebración de una Feria de Consumo Responsable en la que se vendían alimentos frescos.

Antes ya hubo otra captura, aunque menor, en el Mercado de La Boquería. Hacía un año que el equipo de gobierno de Ada Colau se había comprometido a implementar métodos de control poblacional de las aves menos incruentos basados en la administración de pienso con un anticonceptivo.

La ONG Corazón de Paloma calificó aquello de “cruel matanza” y de “método ilegal” e “ineficaz” porque provoca a corto plazo lo que precisamente se quiere evitar:un aumento de la población de palomas.

La nicarbazina es capaz de reducir la población entre un 20% y un 30% en un año y hasta un 80% en cuatro o cinco

Finalmente el Ayuntamiento rectificó y puso en marcha una campaña de esterilización de las aves con nicarbazina, una sustancia que impide la formación de la yema del huevo y que provoca una infertilidad reversible en los animales. Control ético de las palomas, le llaman. El sistema ha demostrado en ciudades como Génova que es capaz de conseguir una reducción de entre el 20% y el 30% de la población de media durante el primer año y hasta un 80% después de cuatro o cinco. Cierto es que la Sociedad Española de Ornitología (SEO) desaconseja el uso de estos anticonceptivos por la posibilidad de que especies silvestres consuman el grano destinado a las palomas. Sin embargo, los expertos y la mayoría de los ecologistas y animalistas están convencidos de que su administración controlada presenta un riesgo mínimo.

Pero ¿hay demasiadas palomas en Cádiz? En Barcelona tienen censadas en torno a 85.000. Y los expertos consideran que una ciudad supera el número tolerable de estas aves cuando alberga una media de entre 300 y 400 ejemplares por kilómetro cuadrado. Es entonces cuando se revela necesario establecer medidas de control de la población. En Cádiz tendríamos una densidad de más de 700 palomas por kilómetro cuadrado –en Barcelona son 832–, con una presencia masiva en algunos puntos del casco histórico. Se trata de un promedio alto derivado, principalmente, de que no ha habido ningún tipo de control durante los dos últimos años.

En Valencia y en Madrid se han implantado sistemas de gestión ética similares al de Barcelona. En la ciudad del Turia se han instalado 16 dispensadores automáticos de pienso con la misma sustancia esterilizante,–bajo la marca Ovistop– y palomares ecológicos a donde se conducen a las palomas y donde se sustituyen los huevos por otros de plástico. Como es lógico, el sistema requiere de un control permanente por parte de personal especializado.

El único problema para implantar un sistema de gestión ético en Cádiz parece ser su coste

En Puerto Real están utilizando pienso anticonceptivo, aunque puntualmente, porque no alberga una población excesiva. San Fernando sí que prepara un plan de choque tradicional que contempla capturas con trampas selectivas y cañones de redes y el vuelo de aves rapaces.

El único problema que parece plantear al implantación de un sistema de gestión ética en Cádiz es su coste. Según ha podido saber este periódico, la previsión de gasto del Ayuntamiento en su plan de control ascendería a unos 50.000 euros. Y el método de Barcelona adaptado a la capital gaditana, costaría el doble sólo el primer año. Sin embargo, ecologistas y animalistas coinciden en que se trata del método más ético, más eficaz y el que garantiza el menor sufrimiento animal.

Así se lo comunicaron a técnicos municipales representantes de Agaden, Ecologistas en Acción y del Partido Animalista contra el Maltrato Animal (Pacma) durante una reunión que mantuvieron el cuatro de febrero.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios