tribuna de opinión

Buena Muerte y Bernini: nuevas pistas

  • El Crucificado del ático del retablo de Santo Domingo comparte composición y análisis formal idénticas al Cristo de San Agustín

  • Su autor, Frugone, pudo trabajar para Bernini

Lo que son las cosas. Las casualidades (para quien crea en ellas) o los pequeños detalles; el cómo por azar a veces las cosas se cuadran y dos puntos, en principio distantes, se alinean dando un poco de luz a una oscuridad de siglos. Me explico:

A causa de una restauración en la Iglesia parroquial de San Agustín, el Cristo de la Buena Muerte está temporalmente en el convento de Santo Domingo, en el retablo mayor. Y allí, a causa de una charla que impartí sobre el Cristo, caí en la cuenta de un pequeño-gran detalle, que si no puede resolver, sí puede arrojar algo de luz sobre las espesas sombras que se ciernen en torno al portentoso crucificado, su procedencia y posible autoría.

Ambas imágenes presentan las rodillas juntas y desplazadas levemente a la derechaEntre uno y otro Cristo hay casi cuarenta años de diferencia, pero el 'ambiente' es el mismo

El Cristo, como digo, está situado frente al retablo mayor, enmarcado por él. El retablo es una maquinaria ciclópea, inmensa, aplastante, construida en mármoles de Carrara blancos, negros, verdes y rojos y se cuenta como uno de los mayores de Europa en su género. Su historia material es perfectamente conocida y documentada y una referencia muy detallada se saldría del marco de este breve escrito; pero aun así voy a esbozar, a manera de recordatorio, los datos principales.

Fue encargado por el almirante Francisco Navarro a los milaneses Andrea y Juan Antonio Andreoli, estando las esculturas a cargo de J.A. Ponzanelli y Stefano Frugone y las labores de cimentación, albañilería y ensamblaje a cargo de Juan Bernal. Todo ello con unas dimensiones generales de 16,40 x 9,20 metros y un coste de 9.200 pesos. En resumen: el Cádiz esplendoroso, el Cádiz perla de Occidente, el Cádiz que fue y no volverá a ser jamás.

Pues en el ático de este retablo está el pequeño-gran detalle del que hablaba antes: un Crucificado. Otro. Forma parte de un relieve en mármol blanco que representa el calvario y que ejecutó Stefano Frugone con unas dimensiones de 2,40 x 1,75 metros. Pues bien, este Crucificado presenta una composición general y un análisis formal idéntico al Cristo de la Buena Muerte; las rodillas juntas en íntimo contacto y desplazadas levemente a la derecha y la cabeza cae al lado contrario. El estudio de los muslos y las tibias es tan idéntico que no me lo podía creer. Idéntico concepto, idéntica manera (con las diferencias lógicas) de pensar a Jesús en la Cruz. En cuanto a fechas hay casi cuarenta años entre las dos imágenes, pero la procedencia, el "ambiente", es el mismo. Casi no me caben dudas.

Pero, ¿qué sabemos de Stefano Frugone? Poco. Ricardo García Jurado nos aporta datos y claves muy interesantes sobre este enigmático escultor nacido en Carrara, con un periplo vital fechado (con dudas) entre 1649 y 1710 y del que desconocemos con quién realizó su formación artística, aunque se asume que su maestro fue Valerio Frugone, con el que se insinúan lazos familiares.

Carrara tuvo mucha relación con Roma y varios artistas de esta localidad fueron protegidos en la corte papal por el cardenal Alderano Cybo (1613-1700), que a la vez fue un gran mecenas de la estrella escultórica del momento: Gian Lorenzo Bernini, y en cuyo equipo de escultores pudo estar Valerio Frugone aprendiendo las técnicas y posteriormente enseñándolas a Esteban Frugone, autor del calvario del retablo gaditano. Por otra parte, sabemos de la relación de Bernini y del arquitecto Borromini con la familia Frugone, ya que éstos eran comerciantes de mármol en Carrara (su localidad natal) y surtían del preciado material a ambos genios de Barroco romano.

De igual manera, en la obra gaditana de Frugone se aprecia a las claras un profundo conocimiento de los procedimientos técnicos de Bernini a la hora de tallar el mármol: idéntico uso del cincel dentado y el pulido mediante piedra pómez para expresar tensiones musculares o resaltar los efectos de los puntos topográficos del esqueleto bajo la piel.

Yo atribuí, con lógica perplejidad e incluso escándalo en sectores artísticos, a Gian Lorenzo Bernini la portentosa talla del Cristo de la Buena Muerte que ahora, por azares de su historia y de la historia de su cofradía se ve alineado en vertical con otro Crucificado de fechas y características parecidas (aunque de mucha mayor calidad Buena Muerte) realizado por un escultor de la esfera Carrara-Roma y seguidor y asimilador de los procesos de Bernini. Evidentemente, no propongo estas circunstancias como una prueba que confirme mi atribución (ésta solo se verá confirmada o desmentida con un documento que pueda aparecer en el futuro) pero poco a poco vamos cerrando el círculo, olfateando la intrahistoria, las relaciones personales y el entramado profesional que dieron como fruto una determinada estética que ambos crucificados comparten claramente. Porque cuando no hay documentos, solo nos queda abrir bien los ojos y analizar las pistas que se nos pongan en el camino con la mente abierta y sin prejuicios, para establecer, si no una autoría, sí al menos el ambiente del que pudo proceder esta portentosa obra del arte cristiano como es el Santísimo Cristo de la Buena Muerte.

En Santo Domingo lo tendremos una temporada y allí seguirá trazando una vertical con ese otro Cristo muerto en la cruz, ese hermano menor, pero hermano, que por casualidad se han visto unidos. El poeta Rainer Maria Rilke lo dijo infinitamente mejor que yo: "hay lugares donde se cruzan el corazón y la estrella".

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