El Beato Diego, capellán de la ciudad de Cádiz

Historias de Cádiz

Nombramiento del Ayuntamiento tras la celebración de una misión evangelizadora a cargo del religioso capuchino l Cambio de nombre en la antigua calle del Baluarte

El Beato Diego, capellán de la ciudad de Cádiz
El Beato Diego, capellán de la ciudad de Cádiz
José María Otero

11 de septiembre 2021 - 19:22

Durante los últimos años del siglo XVIII, el capuchino José Francisco López Caamaño, Diego José de Cádiz, recorrió incansablemente gran parte de la geografía española predicando a través de misiones, cuaresmas y otras celebraciones religiosas. Todas las poblaciones se disputaban la presencia del religioso gaditano, al que muchos llamaban ‘ el segundo San Pablo’. Defensor de las ideas más tradicionales y conservadoras, no dudó en atacar al poder y a la jerarquía llegando a ser castigado por sus superiores y juzgado por la Inquisición. El padre Cádiz, como era conocido, fue sancionado en varias ocasiones con el confinamiento y con el silencio temporal.

La s palabras del capuchino gaditano eran seguidas por verdaderas multitudes. Buena prueba de ello fue lo sucedido en Barcelona en 1787. Más de cincuenta mil catalanes acudieron a escuchar al predicador y las autoridades no tuvieron más remedio que suspender los actos ante el temor de avalanchas.

En 1798 las autoridades de Cádiz solicitaron la presencia del capuchino para llevar a cabo una misión evangelizadora en la ciudad que lo vio nacer. En diferentes lugares de la población fueron colocados carteles anunciando que el padre Diego José hablaría en la plaza de San Antonio a partir del 14 de marzo de ese año a las tres y media de la tarde. Durante tres días, la plaza y sus calles próximas estuvieron llenas de público ansioso por escuchar las palabras del capuchino.

Confesionario del Beato Diego. Domicilio Gómez Avilés
Confesionario del Beato Diego. Domicilio Gómez Avilés

A continuación y como era su costumbre, fray Diego fue impartiendo conferencias para grupos más pequeños. En este sentido, en la iglesia de San Lorenzo pronunció unas lecciones para los jueces, magistrados y personal auxiliar de la Justicia. Fray Diego José también acudió al Ayuntamiento para predicar particularmente a los concejales en la sala capitular sobre las obligaciones del cargo y maneras de servir a la sociedad.

Los individuos que estaban separados de la Iglesia Católica, o que pertenecían a otras religiones, también quisieron escuchar la palabra de fray Diego. A tal fin y de manera reservada, el misionero les habló en la iglesia de Capuchinos durante tres tardes seguidas. A pesar de la fama de intransigente del padre Diego, en las Actas Municipales de aquellos días podemos leer que estos individuos quedaron sorprendidos por la doctrina y elocuencia del capuchino, así como “del modo y la suavidad con que les ha convencido su entendimiento y ganado el corazón”.

Terminada la misión, y con el futuro beato todavía en nuestra ciudad, en el convento de su Orden, el Ayuntamiento de Cádiz interpretando el sentimiento de la población, acordó nombrar al padre Diego José, capellán mayor del Ayuntamiento “con derecho a entrada, asiento y lugar preeminente” y entregar anualmente a los capuchinos la limosna de cincuenta ducados. El municipio también acordó para recordar debidamente las predicaciones del padre Diego, colocar su retrato en el interior de las Casas Consistoriales y poner un cuadro de la Santísima Trinidad en la plaza de San Antonio, debajo del balcón donde predicara el misionero.

Fray Diego acudió en días posteriores al Ayuntamiento acompañado de otros religiosos de su Orden. Tras ocupar su asiento preferente, juró el cargo y dirigió unas palabras a los asistentes señalando que en la próxima misa a celebrar pediría al Señor por la ciudad de Cádiz y los gaditanos. Los capuchinos, por su parte, agradecieron la limosna, pero liberaron a la ciudad de cualquier compromiso. Eso sí, cuando recibieran alguna limosna del municipio gaditano sería para sufragar las necesidades del convento de Cádiz o de aquel donde estuviera residiendo el padre Diego José.

Muchos años más tarde, en 1895, con ocasión de la beatificación del misionero gaditano, el Ayuntamiento acordó dar su nombre a una de sus calles principales. Como siempre ocurre en nuestra ciudad, cualquier cambio en el nomenclátor fue motivo de polémica.

Algunos opinaban, a través de las páginas de Diario de Cádiz, que la calle para el beato debería ser aquella que lo vio nacer, la de Bendición de Dios. Otros entendían que el nombre de Bendición de Dios no debería ser suprimido por motivo alguno, y que la calle adecuada para el Beato debería ser la del Baluarte. Otro ciudadano, por su parte, argumentaba a su vez que la calle del Baluarte debería volver a llevar el nombre del gaditano Rafael Menacho, héroe de la Guerra de la Independencia, y cuyo nombre no figuraba en el callejero de nuestra población.

Finalmente, Diario de Cádiz publicó una curiosa carta procedente “de la ultratumba” y firmada supuestamente por Rafael Menacho y por dos gaditanos cuyos nombres había llevado en la antigüedad la calle del Baluarte, Juan de Escout y Juan Arnesto de Troya. La carta, bajo la que aparece la indudable autoría del padre León y Domínguez, finalizaba del siguiente modo: “Nos, los abajo firmantes, declaramos que hacemos formal, seria y terminante renuncia de los derechos que nos puedan corresponder por haber llevado nuestros nombres la calle del Baluarte, todo a mayor honra y gloria del Siervo de Dios, Apóstol de España y prodigio de virtudes, a quien el Pontífice de Roma acaba de beatificar para consuelo de los hijos de Cádiz. En la eternidad. Juan Escout. Rafael Menacho, Juan Arnesto de Troya”.

El Ayuntamiento, por último, acordó que el general Menacho diera nombre a la calle del Norte, que partía de la plaza de Mina hacia la Alameda, y que la calle del Baluarte llevara el nombre del misionero capuchino y beato gaditano.

stats