El Bar Piccola, otra víctima de la crisis en el comercio gaditano

El establecimiento de la calle San José cerrará sus puertas el 30 de abril, justo 51 años después de su apertura en 1962

Luis Sancho se asoma a la ventana del bar Piccola, que ha regentado en los últimos veinte años.
Luis Sancho se asoma a la ventana del bar Piccola, que ha regentado en los últimos veinte años.
J.m. Sánchez Reyes Cádiz

19 de abril 2013 - 01:00

La crisis se ha cobrado una nueva víctima en el paisaje comercial del casco histórico. El Bar Piccola, un señero y emblemático establecimiento ubicado en la calle San José justo antes de desembocar en la plaza de Mina, cerrará sus puertas el 30 de abril, justamente 51 años después de su apertura, acaecida el 1 de mayo de 1962. De este medio siglo, el actual propietario, Luis Sancho, ha dirigido el bar durante veinte años, relevando a su padre, Emilio Sancho Mejías, el fundador. El hostelero expone las causas del cierre, moneda común en estos tiempos que corren para los pequeños empesarios. "La situación económica es mala. Estamos haciendo cajas de un 40 por ciento menos con respecto a hace cuatro años, antes de estallar la crisis", relata Sancho. Tampoco le ha ayudado el año y medio que lleva en obras la finca en cuyo bajo se localiza Piccola. "Ha sido insoportable el polverío dentro del bar", apunta. A esto se une el alquiler que debe pagar por los escasos 40 metros cuadrados: 1.300 euros. Con este panorama y dos empleados a su cargo, las cuentas no salen "cuando le añadimos impuestos y recibos de agua y luz". Para más inri, la situación geográfica de Piccola le ha impedido colocar una terraza, lo que hubiera dado aire al negocio sobre todo en primavera y verano. Además, en la zona han cerrado muchos comercios, perdiéndose el trasiego de personas.

Luis Sancho siente "mucha pena" al tener que dejar atrás un negocio de la familia por el que han pasado todos sus hermanos (Pepi, Carlos, Luis, Emilio, Nono y Mariló) y en el que la madre, María Dolores Jiménez, "fue un pilar importante de ayuda a mi padre. Ella está todavía más triste y dice que no va a pasar más por esta calle. Qué vamos a hacerle, la realidad sólo tiene un camino y en los negocios pesan más los números que el corazón", señala. A pesar de este amargo trago, Sancho no descarta abrir otro Piccola "a largo plazo". Ni siquiera hubo posibilidad de que el negocio permaneciera a través de un traspaso. Nadie estuvo interesado. Al menos, el hostelero mantiene el tipo con su empresa de catering, creada hace diez años.

El 30 de abril, Luis se despedirá de los clientes fijos, que han sido muchos a lo largo de estos años. Leonor, una vecina de la calle Cervantes, abandera la lista de parroquianos. "Ya no viene por aquí por un impedimento físico, pero le hicimos un homenaje en la inauguración del catering", explica. Echarán de menos la ensaladilla ali-oli, tapa estrella del Piccola, cuya fórmula secreta fue transmitida de padre a hijo, y los guisos caseros. "Quiero agradecer a los clientes su fidelidad y al personal que ha estado aquí estos 20 años su competencia. Y por encima de todo a los actuales empleados, Manolo y Jesús, que les toca ser testigos del cierre", destaca.

Cierra la matriz de los Piccola, pero quedan otros megocios regentados por hermanos de Luis: la papelería Piccolita, Mina Five y Piccola en la plaza de Mina, el Nova Piccola en la calle Canelo (junto al hospital) y otro bar Piccola en el centro comercial de Vistahermosa, en El Puerto. El nombre franquicia de los negocios familiares proviene del fundador, Emilio Sancho, que en uno de sus numerosos viajes embarcado en la Transmediterránea quedó prendado de la palabra italiana que en español significa pequeña.

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