Cádiz

Asociarse cuesta muy caro

  • El desalojo de la sede del Club de Pesca es uno de tantos casos de entidades o peñas que se han topado con las subidas de arrendamientos o las rescisiones de contratos

Después de que la ausencia de relevo generacional y la oferta de otro tipo de ocio acabara con la vida de muchas peñas y entidades, en los últimos años muchas de estas han sido rematadas por la entrada en vigor de la Ley de Arrendamientos o la rescisión de los contratos de alquiler de sus sedes por parte de sus propietarios. El último caso conocido es el del Club Deportivo de Pesca Marítima, en la calle Barrié, que se queda sin sede debido a la negativa del dueño del local a renovar el contrato de alquiler. Ahora, las cuotas de los socios se hacen insuficientes para afrontar un alquiler de 1.000 euros, lo menos que se pide en el mercado inmobiliario. Las rentas bajas que pagaban estos colectivos fueron 'revisadas' por los propietarios de los inmuebles, que entendían que lo que abonaban no se ajustaba a sus pretensiones. Así fueron cayendo peñas y entidades con solera. Algunas de ellas lograron encontrar acomodo en otros locales. Otras buscan aún un lugar donde seguir celebrando sus actividades.

El Molino y La Tertulia de Doña Frasquita son ahora dos peñas 'virtuales'. Sus socios siguen reuniéndose a pesar de ambas sedes quedaron para la historia. Mantienen la llama del asociacionismo gracias a la gentileza de otros colectivos. La Tertulia, que naciera en la calel Santiago a mediados de los 80 con los mejores años del coro mixto, agradece a la peña La Perla su acogida para "los dos o tres actos que hacemos al año", cuenta Luis Frade, una de las cabezas visibles de la entidad. La peña cerró sus puertas en abril de 2006 tras acabarse el contrato de arrendamiento y pedir el dueño del local "casi el doble de lo que estábamos pagando", recuerda Frade. Con las aportaciones de los socios era inviable hacer frente al alquiler y la peña dio carpetazo a más de 20 años de historia. "Hemos pedido al Ayuntamiento varias veces la cesión de un local, pero ofrecen el silencio como respuesta", asegura el otrora director del coro mixto.

En la misma tesitura se halla El Molino, que cada año, a pesar de no contar con una sede física, sigue celebrando la Ostionada Popular en la plaza de San Antonio. La entidad, que radicaba en la calle Adolfo de Castro, ha llegado a pedir al Ayuntamiento un local "en nombre nuestro, de La Tertulia y de El Erizo, que también vive una situación delicada. Estaríamos dispuestos a compartir el espacio", explica José Manuel Baena, directivo de El Molino. Gracias a la ayuda de las peñas La Estrella y Los Pitirolos y la Casa de Córdoba en Cádiz pueden mantener reuniones periódicas. En 2004, el dueño del local de El Molino decidió rescindir el contrato "porque lo quería para sus hijos y no podíamos hacer nada. Tampoco nos lo quería vender", afirma Baena.

Otras asociaciones tuvieron más suerte. La peña de Cazadores tuvo que trasladarse al antiguo Mesón de la Piconera al querer establecer el propietario de su sede en la calle San Francisco, tras el vencimiento del contrato, un precio de alquiler que la junta directiva consideraba desorbitado. La peña El Molondro hizo lo propio desde la calle Cristo de la Misericordia a La Palma. Su actual presidente, Daniel Luguera, relata que hace "unos cinco años" el dueño de la antigua sede quiso subir el alquiler "a más del doble". Luguera recuerda que "para colmo) aquel local "contaba con cucarachas y ratas". El dirigente de la veterana entidad señala que "muchos propietarios" de estos inmuebles "se creen que las peñas son una mina de ganar dinero". La peña de cargadores del Pájaro es otro caso de 'éxodo' obligado. Lleva más de tres años en la calle Robles, después de 28 años en la calle Cruz. Allí les obligó a desalojar la sede el propietario de la finca.

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