Armstrong dejó huella en Cádiz

Hito en la carrera espacial Cuarenta aniversario de la llegada del hombre a la Luna

Ocho gaditanos recuerdan cómo vivieron hace hoy justamente 40 años el alunizaje americano

Esta imagen de Neil Armstrong en la superficie lunar es uno de los documentos más importantes de la historia de la humanidad.
J.m. Sánchez Reyes / Cádiz

20 de julio 2009 - 01:00

Houston, Houston, tenemos un problema. En Cádiz hay quien no se cree aún que el hombre llegara a la Luna. Ah, que el Apolo XI se lanzó desde Florida... Bueno, da igual, ustedes son también americanos, ¿no? Pues eso, lo que les estaba contando. Que no se lo creen. Y lo vieron. En blanco y negro, pero lo vieron. Y además se preguntan cómo el hombre no ha vuelto a pisar la Luna en las sucesivas cuatro décadas con tanto pogreso y ternología. ¿Que eso es información confidencial? Vale, cuelgo, que se querrán ustedes acostar.

En julio de 1969 la mayoría de estos ocho gaditanos eran veinteañeros que pensaban exclusivamente en su futuro, las chicas y el guateque del fin de semana. De la Luna sabían que no tenía luz de plata, como decían aquellos poetas, sino que de noche se enjuagaba en las aguas de nuestra típica y bella Caleta (Paco Alba dixit). Cádiz, en general (generalísimo) estaba pendiente de la inauguración del Puente José León de Carranza, hecho que sucedió en octubre de ese año. Los televisores, en blanco y negro, eran todavía un tesoro, pero nadie quiso perderse un acontecimiento mundial de esa magnitud. Los gaditanos, como millones de congéneres en todo el orbe, se frotaban los ojos delante de la pantalla aquella noche del 20 de julio alrededor de las nueve y cuarto de la noche hora española. Cuarenta años después, ocho gaditanos consultados por Diario de Cádiz cuentan cómo vivieron la pisada de Neil Armstrong en la superficie lunar. Para algunos, las expectativas creadas entonces no se han cumplido. Alcanzado el logro de llegar al Mar de la Tranquilidad, estaban seguros de que en el año 2000 iban a circular en platillo volante de camino a sus trabajos. El mismo Ramiro Noel, articulista de este rotativo, lo decía en su sección Calle Ancha: "Cabe pensar ya en lo que ocurrirá a finales de siglo, cuando despegar de la tierra sea una cuestión sin importancia". Error. Si hoy día hay algo por los nubes, además de los aviones, esos son los precios.

Lo que hoy día es taberna, hace cuarenta años era ultramarinos-bar. Casa Manteca, más concretamente. La noche del 20 de julio del 69 el establecimiento se llenó "de viñeros que no tenían televisor", recuerda Pepe Manteca. Su padre regentaba el negocio, que disponía "de una tele chiquitita", aunque suficiente para que los vecinos presenciaran el hito. "Eso fue un escándalo, llegaba la gente hasta la puerta", dice Manteca con buena memoria. El que fuera torero cuenta que entre el público "se dijeron cosas de arte como ¿quién va a comerse una caballa asá en la Luna?".

"Por entonces tenía 27 años y acabada la carrera de Medicina yo estaba de médico residente en la residencia Zamacola. Recuerdo que vimos la llegada a la Luna unos cuantos médicos, enfermeras ye incluso monjas que también eran residentes. Vivíamos todos en el último piso del hospital, junto al sacerdote, el padre Mainé", evoca Guillermo Boto. El ginecólogo gaditano cuenta que aquel 20 de julio les sorprendió la famosa frase pronunciada por Amstrong: "Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad". Boto reconoce que con posterioridad quedó "sorprendido por la escasísima tecnología con la que se envió al hombre a la Luna".

El actual gerente de Eléctrica de Cádiz contaba con 24 años y estaba entonces "más pendiente de otras cosas" cuando se interrogaba si lo que estaba viendo no sería un montaje. "Es que eso por entonces era impensable", explica Juan Sales. Presenció con su familia a través de la pequeña pantalla el alunizaje yanqui, pero fue con los años tomando conciencia de lo que había vivido en directo.

El reconocido hostelero vivió aquellos días "con expectación e incredulidad, ya que parecía de ciencia ficción". Gonzalo llevaba ya cinco años con El Faro cuando aparecieron esos "hombres flotando por la Luna". Córdoba recuerda que en aquellos tiempos se decía que el acontecimiento "era un montaje de la CIA". Personalmente, Gonzalo cree que aquello "fue verdad". "Soy un hombre de fe", aclara.

En un patio, al fresquito, de una casa de Badajoz vio este arquitecto gaditano como clavaban la bandera de las barras y estrellas en la Luna lunera. Tenía 22 años y participaba en el grupo de Coros y Danzas. "Simplemente se materializaba en la realidad lo que tantas veces habíamos visto en las películas", destaca. José Ángel admite que aún no se lo cree. "Tenía yo entonces esa edad en la que uno se fija en todos los detalles. Buscaba en la pantalla indicios de que aquello fuera un decorado", dice entre risas. Han pasado cuarenta años y le extraña que no se haya hablado de otra llegada a la Luna después de tanto avance tecnológico. "A lo mejor es que costó mucho el decorado", remata irónico.

El hombre llegó a la Luna cuando ya José Ruiz llevaba varios años en la Gloria. Fue en el bar Las Ramblas, cerquita de su obrador, donde vio lo que todo el mundo esperaba. "Había mucha incertidumbre por el éxito de la misión, aunque la gente sabía que eso podía significar un antes y un después en la historia", indica el industrial panadero. Ruiz apunta que los de su generación pensaban que en el año 2000 "íbamos a estar en naves espaciales, pero esas expectativas no se han cumplido".

La familia Fernández-Repeto se reunió aquella noche en su casa de la calle Valverde alrededor de un televisor en blanco y negro marca Askar. Antonio estaba estudiando el PREU y recuerda cómo su padre "era de los que decían que aquello era un decorado hecho por los americanos". Lo que en Cádiz se llama "paripé". El oftalmólogo precisa que "si hoy es complicado entenderlo, no te quiero decir entonces. Sobre todo en una España tan atrasada como aquella".

La cocina del hogar de los Fernández Sánchez, en el número 5 de la calle Doctor Dacarrete, se convirtió en una improvisada sala de cine a la que acudieron muchos vecinos con sillas de sus casas al no disponer de televisor. El padre de José Blas Fernández había ganado en su trabajo, mediante una rifa, un aparato en blanco y negro marca Sanyo en enero de ese 1969. "El alunizaje fue anunciado con anterioridad y creó una gran expectación entre el vecindario. Veíamos a esos señores flotando y parecía una película", comenta quien por entonces contaba con 20 años de edad y presumía en la pandilla "de haberlo visto en directo". El edil popular reconoce que su generación "vivió entonces acontecimientos muy importantes y los ha vivido luego de forma más vertiginosa".

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