Hace unos años un artesano joyero gaditano dio un vuelco a su negocio haciendo algo totalmente rompedor en el sector en la ciudad. Antonio Collantes, propietario de la joyería Dolmen, en pleno centro de la ciudad, está desarrollando una iniciativa gracias a la que parejas, novios o amigos hacen sus propias alianzas en un taller de aprendizaje interactivo. Oro, oro blanco, plata, platino... Son algunos de los materiales con los que los interesados pueden elaborar sus propios anillos de boda en el pequeño taller de Antonio, en el que reconoce pasar horas y horas dando vueltas a los diseños.

Lleva más de 50 años en la profesión de la joyería, aunque él mismo reconoce que "esto es como el flamenco, que tiene distintos palos; joyería, orfebrería, platería...". Este joyero nacido en la calle Sagasta en la década de los 50 lleva a gala tocarlos todos, y es que empezó como aprendiz a la temprana edad de nueve años. "Me escapaba de la escuela y me iba al taller a aprender", comenta. "Un día, mi madre llevó al cura del colegio al taller para enseñarle dónde estaba yo en lugar de ir a clases. Al verme trabajar, el hombre le dijo a mi madre que siguiese en el taller". Hasta hoy.

Collantes estuvo 15 años junto a su maestro, que ya había creado escuela en Sevilla y en Jerez antes de asentarse en Cádiz. Cuando éste murió, Antonio siguió por su cuenta en una pequeña tienda en calle Beato Diego, donde estuvo otros 30 años. "Después llegó la crisis, y la gente esperaba a que la cosa cambiase. Como yo vi que la cosa no cambiaba, decidí cambiar yo", afirma, destacando que tuvo que reinventarse e instalarse en una nueva joyería, la que ocupa actualmente. En el número 9 de la calle Isabel la Católica, este joyero restauró un viejo local, colocando él mismo enormes bloques de piedra a modo de monumento megalítico. Todo es hecho por él, incluso las peculiares lamparas que cuelgan del techo. Y aquí fue dónde comenzó a desarrollar esta iniciativa que, afirma, cada vez tiene más clientela. "La cosa fue bien y a la gente le gustó la idea, sobre todo a los turistas".

Comenta que muchos turistas que pasan por Cádiz no quieren dejar pasar la oportunidad de comprar en su tienda, ya que desde hace un tiempo, Antonio sale a la puerta de su establecimiento a hacer monedas fenicias y a regalarlas a los visitantes y curiosos. "Esto hace que la gente se pare y entre en la joyería", apostilla. Los interesados van a la joyería, y, dependiendo del anillo que quieran diseñar para sus alianzas, pueden tardar en hacerlos una mañana o varios días. Los diseñan ellos mismos y los hacen también, siempre bajo la supervisión de Antonio. "Es una idea que está gustando mucho, porque aprenden y también tiene su parte emotiva."

Este peculiar emprendedor no duda a la hora de decir que la artesanía está en un momento difícil en la zona. Considera que el público opta más por grandes superficies para comprar y olvida los pequeños comercios de barrio, como se hacía antaño. "Antes en Cádiz había pequeñas tiendas y artesanos en todas las partes de la ciudad". Lo cierto es que muy pocos pequeños establecimientos gaditanos logran darle un 'vuelco' al negocio como la joyería Dolmen, con sus anillos de compromiso 'a la carta'.

Así es como actividades como la desarrollada por Antonio, en su opinión, deberían de ponerse en práctica en la ciudad para "darle vida". "Una pareja de ingleses que estuvieron en el el taller me dijeron que Cádiz, siendo tan histórica y teniendo tantas ofertas, no era muy conocida fuera de España", comenta. Y afirma que todavía queda mucho por hacer en los comercios y servicios gaditanos para vender el nombre de la ciudad.