Anarquía urbana
La intervención en fachadas de Puerta Tierra está normalmente en manos de sus propietarios La normativa se incumple por sistema, con escasos mecanismos de control
La anarquía urbana reina en Extramuros. De Puerta Tierra a Cortadura despuntan numerosos edificios cuya dudosa rehabilitación llama la atención del viandante. Bloques cuyas fachadas se han renovado con colores chillones y discordantes con su entorno; donde las terrazas se cierran bajo el gusto personal de sus propietarios y donde los tendidos, maquinaria de aires acondicionado o desproporcionados rótulos publicitarios siguen enturbiando el aspecto urbano de la zona.
Algunas de estas intervenciones se regulan en el PGOU, aunque no parecen existir mecanismos de control que impidan las malas prácticas. Otras, en cambio, quedan abiertas a la interpretación del usuario, que normalmente suele ser la propia comunidad de vecinos, en cuyas manos recae esta relevante faceta de la estética de la ciudad. Por tanto, la anarquía urbana es rotunda en esta zona, donde todavía afloran actuaciones difíciles de asimilar.
Los profesionales del sector tienen claro que su intervención es fundamental en este terreno y se pronuncian a favor de la regulación de algunos de estos aspectos, que no quedan perfectamente establecidos en la normativa. Ésta es su opinión sobre las intervenciones que más perjudican a la fisionomía urbana de la ciudad.
CERRAMIENTOS A LA CARTA
El decano del Colegio Oficial de Arquitectos (COAC), Víctor Manuel Gómez, que habla en calidad de arquitecto, lo tiene muy claro. "Para cualquier actuación en fachada debe ser exigible la intervención de un técnico cualificado. Si esto ocurriera, el resultado seguro que sería distinto", dice.
Por eso, cuando habla de los cerramientos dispares en un mismo edificio -una cuestión prohibida, al exigirse un proyecto en conjunto en el mismo bloque-, afirma que es necesario un poco de coherencia en este aspecto. "Me parece bien que la arquitectura sea diversa, porque eso enriquece las ciudades. Eso ocurre en el Casco Histórico de Cádiz, porque dentro de este conjunto excepcional no hay dos fachadas que sean iguales, pero cada una se trata con el mismo ritmo. ¿Por qué no hacemos que Puerta Tierra también tenga coherencia?".
No obstante, raro es el edificio donde se contemple un proyecto unitario en la intervención de cada vivienda.
Así lo confirma Gumersindo Fernández, que en su día perteneció al departamento de Disciplina Urbanística del Ayuntamiento de Cádiz, que tras analizar la situación argumenta que "en los barrios de extramuros y en los edificios no históricos del centro son pocas las terrazas que no se han cerrado". "La climatología impide disfrutar de ellas muchos día del año -dice-, por lo que se cierra y se incorpora a la vivienda aumentando unos pocos metros cuadrados el salón o algún dormitorio", señala.
Por este motivo, comenta que "no podemos sino ruborizarnos ante la anarquía y falta de sentido de comunidad con el que hemos destrozado las fachadas de los nuevos edificios". Señala que pocas han sido las comunidades de propietarios en las que se ha respetado la imagen original de la fachada o que hayan cerrado las terrazas de forma coordinada, "siendo en este caso permitido por el PGOU, previa presentación y aprobación de proyecto de intervención redactado por un arquitecto".
COLORES DISCORDANTES
Otro de los puntos polémicos a los que se enfrenta la imagen de la ciudad estriba en los colores. Las fachadas se tiñen de tonalidades que poco o nada tienen que ver con el marco en que se erigen, como sugiere la normativa. Algunas zonas de La Laguna, de la Avenida y otros tantos edificios de la Barriada de la Paz son claros exponentes de esta tendencia. En este último barrio, en cambio, también se observan numerosos edificios cuyas fachadas han sido rehabilitadas acogidas al plan de instalación de un ascensor, dentro de un programa de rehabilitación auspiciado por la Oficina del Casco Histórico de la Junta, en el que se ha procedido utilizando el mismo color en todos los edificios que se han sumado a esta iniciativa. Puede gustar más o menos, pero se nota la mano experta.
No obstante, al establecer el PGOU que "el proyecto de edificios y composición de fachadas es libre...", se antoja complicado ejercer algún tipo de control.
Así opina Gumersindo Fernández, quien puntualiza que "no es fácil", pues la norma lo trata como un "término jurídicamente indeterminado". "Otra cuestión sería si se controla que haya profesionales adecuados detrás de estas intervenciones, y si es posible exigirlo por parte del Ayuntamiento", añade.
Víctor Manuel Manuel Gómez considera que la administración municipal "debe entrar en esta cuestión, igual que lo hace en el Casco Histórico". Dice que deben establecerse medidas de control más estrictas que velen por el cumplimiento de la norma, y "que toda actuación debe requerir la presentación de un proyecto de obra realizado por un técnico".
Considera asimismo que esto último no debe encarecer la actuación, sino más bien abaratarla, "tomando las decisiones oportunas, pues muchas veces se acometen trabajos que no corresponden y terminan saliendo más costosos".
Si el problema son los costes, dice, "pueden establecerse incluso tasas intermedias que no lleguen a ser de obra mayor, más económicas, pero que exijan la participación de un técnico", sugiere.
En esta misma línea se manifiesta Gumersindo Fernández, quien cree "necesaria la intervención de un profesional cuya formación permita un uso adecuado de la composición arquitectónica y la combinación de colores que, a priori, parece que es el arquitecto". Todo ello, esgrime, "sin menospreciar la capacidad que en este campo tienen otras titulaciones como licenciados en bellas artes, interioristas, diseñadores...".
Aunque, como él mismo puntualiza, "para gustos, los colores". Por este motivo, la elección y combinación de determinados colores en la rehabilitación de fachadas de edificios no históricos, asevera, "anima a debates estéticos tanto en la calle como en el seno de las comunidades de vecinos".
¿QUIÉN ELIGE EL TONO?
Todo depende de si se trata de obra mayor o menor, ya que en el primer caso se exige obligatoriamente la intervención de un técnico para un proyecto integral, mientras que en el segundo, no.
Para ser exactos, si la actuación en un edificio se ciñe a pintar la fachada -que entra en la definición de obra menor-, el Ayuntamiento de Cádiz solicita el DNI del promotor o solicitante, el justificante bancario o resguardo del ingreso del impuesto y la tasa, así como un Estudio de Seguridad y Salud que sí debe realizar un técnico. Pero ningún justificante de la propuesta pictórica.
En este caso, todo depende de la propia comunidad de vecinos. Así lo confirma Octavio Martín, gerente de la empresa de Construcciones y Rehabilitaciones Octamar, que actualmente acomete una intervención integral en un edificio de la Avenida. "Nosotros, como constructores, nunca elegimos el color. Siempre lo hace la dirección de obra o bien la propia comunidad de vecinos". "Lo lógico es que se nombre una comisión de obras", asevera. Como también reconoce que no se procede de igual forma en Puerta Tierra que en el Casco Histórico. "Se tiene más cuidado en el centro".
A juicio de Gumersindo Fernández, que este debate esté en la calle "es un paso adelante en la evolución de la conciencia urbana de Cádiz". Porque, a su entender, "hemos dejado atrás tiempos en los que el problema era el estado de deterioro generalizado de fachadas de nuestros edificios.
Fachadas que siguen aflorando para agradar, a veces, y disgustar, otras muchas, haciendo de Puerta Tierra un lugar rendido a la anarquía urbana.
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