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Cádiz

Abrazos de ida con promesa de vuelta

  • El Buque Escuela inició ayer su LXXXIV Crucero de Instrucción. Los familiares de la tripulación se acercan al Puerto de Cádiz para protagonizar unas emotivas despedidas

La barrera desaparece entre sus dos cuerpos. Astrid y Jorge enlazan las manos, se abrazan, se miran, cómo se miran, se dicen cosas bajito. Como si en el muelle sólo existieran los ojos de él, los ojos de ella, como en aquellas imágenes de las despedidas en tiempos de guerra. Astrid y Jorge se despiden con un abrazo de ida con promesa de vuelta. La joven bilbaína pertenece a la dotación del buque escuela Juan Sebastián de Elcano que ayer partía del Puerto gaditano para iniciar una travesía de cuatro meses y medio de duración. Su prometido, militar mallorquín, también sabe de despedidas y encuentros "pero nunca te terminas de acostumbrar, siempre se hace muy difícil este momento", confiesa. La barrera no existe entre los dos cuerpos y ella se agarra fuerte para el beso que tiene que perdurar hasta el próximo julio. Elcano, al fondo, con 86 años de servicio y testigo mudo de miles, cientos de miles, de historias como las de Astrid y Jorge.

El LXXXIV Crucero de Instrucción zarpaba al mediodía de ayer. Por delante, diez puertos que visitar -Las Palmas de Gran Canaria, San Juan de Puerto Rico, Colón (Panamá), Miami (EE. UU), Cabo Cañaveral (EE.UU), Newport (EE. UU), Den Helder (Holanda), Santander, Baiona y Marín-, por detrás, numerosas familias que asisten emocionadas al desatraque y al acto previo de despedida.

Astrid forma parte de la dotación del bergantín goleta, al mando de Alfonso Gómez Fernández de Córdoba, formada por 23 oficiales, 22 suboficiales, 140 profesional del personal de Marinería y Tropa y 5 maestros civiles. Es el cuarto viaje de la joven que contraerá matrimonio "en agosto del próximo año". Y el quinto de Cristóbal, un joven gallego. Y el sexto de Sergio Carbonell. El isleño, que es viudo, recibe otro tipo de abrazo. Un abrazo lleno también de amor. De una inocencia suma, de una entrega sin límites. Noemí tiene 6 años y echará "mucho de menos" a su padre. Pero volverá pronto. "No, eso siempre me dicen pero yo lo echo de menos más que nadie", insiste con un mohín que no admite réplica.

Noemí no llora pero sí su abuela. Es una imagen repetida. Las lágrimas, los besos, los abrazos... Pero el silbato llama a la dotación. Toca recibir a los 69 guardiamarinas que recibirán una formación integral durante esta singladura. Llegan formados y al paso que marca la banda del Tercio Sur de San Fernando.

Parte de la dotación comienza a escalar por los cuatro palos verticales. Los guardiamarinas también se disponen a formarse. Todos a sus puestos. Se preparan para el saludo a la voz y al cañón con tres Viva España y 15 cañonazos. Y es que veteranos y debutantes esperan al Almirante del Cuerpo General de la Armada, Santiago Bolívar, que sube al buque con paso firme y que dedica unas hermosas palabras a la dotación y a los guardiamarinas. A los primeros les pide que aporten su "experiencia" a los alumnos y que les ayude a crear el futuro de la Armada. A los segundos, les solicita "ilusión" y "voluntad". "Aprendan a querer y respetar la mar", insta a todos. "Disfruten cada hora de cada día de la mar, disfruten de su trabajo. Sean libres, sean marineros", les alienta con voz templada.

Llega el último abrazo. Diana es la primera de los guardiamarinas que alcanza a su familia. Se funde con sus padres. Rafa, que compartirá travesía con dos de sus primos, sonríe cómplice a su padre, el almirante Manuel Garat. Astrid vuelve a por ese beso que guardar. A por el abrazo de ida con promesa de vuelta. Elcano debe partir.

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