Andalucía

Susana Díaz promete ser "implacable" con la corrupción en el "nuevo tiempo"

  • La recuperación de la política y el cambio generacional marcan el primer discurso de la futura presidenta de la Junta, crítica con la gestión de la crisis y volcada en parecer cercana.

Susana Díaz subió ayer a la tarima preparada por el PSOE en una reducida sala de un hotel sevillano y ante decenas de cargos públicos y simpatizantes socialistas prometió que en el "nuevo tiempo" que vaticinan será "implacable" contra la corrupción, la misma que ha llevado a los ciudadanos a alejarse de la política y la misma que ha llevado a su partido al bochorno. Si una de las razones de la renuncia a la Presidencia de José Antonio Griñán ha sido la presión del caso de los ERE y una posible imputación, Susana Díaz marca distancias. "He leído en estos últimos días que soy implacable (en las disputas políticas). Yo no soy implacable. Pero voy a ser implacable en la lucha contra la corrupción", prometió Díaz para recibir los primeros aplausos de la apelotonada audiencia.

Susana Díaz había llegado minutos antes acompañada del que se ha convertido en su mentor, el presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos. Griñán llegó acompañado por el vicesecretario general del PSOE andaluz, Mario Jiménez, que también figuró en las quinielas para sucederle.

Pero Griñán apostó por Díaz y el comité director del PSOE andaluz aprobó ayer por "aclamación y unanimidad" (tres minutos de aplausos) su candidatura para la sesión de investidura en el Parlamento la próxima semana.

Susana Díaz prepara con esmero el discurso con el que recibirá el Gobierno, pero durante el trámite desliza los primeros mensajes.

Díaz amortizará su condición de mujer joven. Sobre lo primero, señaló que con su  nombramiento se subsanarán algunas de las anomalías del pasado, como que en los primeros gobiernos de la comunidad sólo hubiese seis mujeres diputadas (hoy  las mujeres representan el 46% en el Parlamento) y que durante los primeros ocho años la Junta sólo contase con una mujer, la hoy presidenta del PSOE-A, Amparo Rubiales.

Sobre su juventud, (en octubre cumple 39 años), Susana Díaz habló de una "crisis generacional", ya que el 40% de españoles nacieron después de 1978 y puede no sentirse partícipe de la consecución de la democracia. Díaz alentó a "remover" la Constitución, "que los socialistas creemos no está escrita en piedra", para proteger los derechos sociales.

Díaz allanó su discurso, a diferencia del tratamiento intelectual del que los dotó Griñán. No mencionó ni una vez a sus socios de gobierno, pero por momentos el mensaje sonó a Izquierda Unida, que está ganando terreno a los socialistas por la izquierda con un relato más comprensible de la realidad. En este tinte más rojo, Díaz insistió en "acercarnos a los ciudadanos. La política tiene que ser transparente, cercana, a pie de calle". "No debemos dedicar ni un momento a hablar de nosotros mismos, sino salir a la calle, porque la gente lo está pasando muy mal". Fue una constante: "Hay que cambiar esa percepción que tienen los ciudadanos de la política. Hay que convertir la lucha contra la desigualdad, contra la pobreza y contra el paro en los principales objetivos". Y otro: "Hay que defender una política útil que dé respuesta a la gente, que sea propositiva y positiva", expresó.

Díaz optó por no abusar del concepto de cambio (el cliché favorito en la política andaluza), que agotó Javier Arenas en su aspiración de presidir la Junta, que también se arrogó Griñán en los inicios de su mandato y que ayer mencionó 40 veces Mario Jiménez para definir la sucesión. Díaz aseguró que "el socialismo es proclive al cambio siempre" y alentó a "ser valientes y no conservadores".

Como es frecuente en este tipo de intervenciones, Díaz abundó en la internacionalización de nuestras empresas, el emprendimiento, la sostenibilidad, lanzó acuerdos por el empleo y contra la exclusión social, censuró los ataques a Andalucía de la derecha y criticó a Rajoy, esta vez por no controlar el separatismo catalán e intentar resucitar el fantasma del centralismo. También elogió el papel de los sindicatos, aunque les reclamó "transparencia" tras la polémica  sobre su financiación.

El discurso de la socialista reservaba dos novedades. Díaz criticó con una soltura infrecuente la manera en la que se gestiona la crisis (también por parte de los gobiernos socialistas) y, antes de terminar, lanzó un reto boomerang: No cabe sólo la resistencia y decir no a los recortes (principal mensaje de la Junta en confrontación con el Gobierno de Rajoy), sino que "hay que modernizar nuestro modelo económico". En su tejado queda.

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