Andalucía

Madrid, no pulses nunca el botón rojo

  • Seis economistas nacidos o radicados en Andalucía analizan las razones por las que España debe seguir en el euro y las devastadoras consecuencias de su salida

Son voces marginales. Suenan en la periferia del sistema, maman de la heterodoxia económica, sugieren una salida del euro y una vuelta a la peseta (o al dracma), a las postales color mate, a los tiempos en que un país podía autodevaluarse para ganar competitividad. Son los marcianos de Ray Bradbury. Tejedores de discursos con escaso predicamento si se atiende a la opinión mayoritaria de los expertos, que confluyen en torno a una conclusión. Abandonar la moneda única sería como un tiro en la sien. La sangre salpicaría al resto de la UE. Y al conjunto del planeta.

Joaquín Aurioles, de la Universidad de Málaga, opina que "la crisis del euro no existe". "Si uno observa su cotización en los mercados de divisas tiene que admitir que su perfil no es el característico de una moneda con problemas y que el BCE no se ha planteado intervenir para defender su tipo de cambio. El euro ha perdido parte de su valor frente a alguna moneda importante como el yen, pero lo ha mantenido respecto al dólar o la libra, así que mantiene su prestigio en los mercados internacionales".

"¿A qué nos referimos entonces cuando hablamos de la crisis del euro? A que no ha desempeñado el papel de colchón contra las crisis que algunos esperaban, y a que en las condiciones actuales el proyecto de moneda única es sencillamente insostenible". ¿Y qué pasa con España? Aurioles responde: "Si nuestras empresas tienen que soportar unos costes financieros cinco veces superiores a los de sus competidoras alemanas u holandesas, verán mermada su competitividad y perderán mercado, por lo que en ausencia de depreciación de la moneda, es probable que el problema tienda a enconarse y, lo que sería peor, que se ignore la gravedad de la situación. Un gobierno responsable compensará el mayor coste financiero con la reducción de otros, pero ¿cuál es el margen de maniobra del Ejecutivo? No puede bajar impuestos ni reducir cotizaciones sociales, puesto que el lamentable estado de las finanzas públicas no lo permite. Tampoco parece que la compensación pueda venir de los precios de los suministros básicos (electricidad, gas, telecomunicaciones), la mayoría de ellos mercados regulados, pero donde los movimientos de precios están siendo claramente alcistas. Sólo quedan los salarios, que es la vía de empobrecimiento elegida por la economía española para compensar la pérdida de competitividad que suponen unos costes financieros tan elevados".

La salida es, según Aurioles, un agujero negro porque "la primera consecuencia sería una fuerte depreciación, con el consiguiente empobrecimiento del país (esto no se evita de ninguna forma). Podríamos volver a hacer política monetaria, pero desde luego habría que olvidarse de mantener déficit continuados y los bancos españoles perderían la posibilidad de acudir a las subastas de dinero del BCE. Este papel tendría que volver a asumirlo el Banco de España, que además sería el último cortafuegos contra los movimientos especulativos del capital financiero".

Santiago Carbó, catedrático de la Universidad de Granada, arma una defensa granítica de la moneda única a partir de siete razones: 1. España renunció a la peseta para beneficiarse financiera, comercial y reputacionalmente de pertenecer a un área monetaria amplia y fuerte. 2. El ingreso en la Eurozona supuso corregir desequilibrios importantes como la inflación, los elevados tipos de interés, el déficit y la deuda. Estas correcciones atrajeron inversiones y permitieron crecer. La unión monetaria y fiscal permitirá recuperar la estabilidad hoy perdida. 3. La consecución de la unión bancaria y fiscal eliminará buena parte de las deficiencias de la Eurozona. 4. Las interconexiones generadas por el euro mantienen unidos a los Estados miembros y les obligan a ahondar en su común denominador. 5. El euro ha facilitado las relaciones comerciales entre socios y ha eliminado riesgos cambiarios. 6. Episodios de crisis bancaria como la actual hubieran tenido consecuencias significativas de pérdida de competitividad y reputación para una moneda nacional fuera de un área monetaria más fuerte. Las salidas de capitales habrían sido mayores. 7. Salir del euro haría a España mucho más pobre de la noche a la mañana: nadie nos prestaría ni invertiría. El corralito sería una seria opción.

Tampoco alberga dudas Rogelio Velasco, del Instituto de Empresa. "La entrada en la UE y la incorporación al euro han permitido anclar no sólo a la economía sino al conjunto de la sociedad española en Europa". Ahí van sus argumentos: A) Falta una política fiscal más activa para mejorar la aplicación de las políticas monetarias y fiscales. "Si Alemania cede un poco y Francia también, se alcanzará un punto intermedio que reforzará la gestión". B) La disciplina fiscal es especialmente importante en el caso de España, dadas las dificultades del Gobierno central para controlar a las CCAA. C) Estar en el euro significa estabilidad. "Se entra en el club económico más exitoso del mundo". D) Las relaciones comerciales con la UE se han intensificado. Se ha eliminado el riesgo de cambio. Las empresas exportadoras han podido fijar un precio único en muchos casos. E) Se han eliminado los costes de transacción tanto para empresas como para ciudadanos. F) La intensificación de la competencia en la Eurozona ha mejorado la renta y el bienestar españoles. G) El país se ha modernizado al adoptar leyes e instituciones de países más avanzados. "España fuera del euro perdería mucho peso. Somos la décima potencia económica, pero sólo se habla de EEUU, China, Japón, India y la UE en su conjunto. El resto apenas existe".

Fernando Faces dibuja desde el Instituto San Telmo el brutal impacto de una salida desordenada. "La devaluación de la peseta respecto al euro podría superar el 40%. El efecto inmediato sería la explosión de la deuda de la banca, las empresas y las familias al convertirla a pesetas devaluadas. Habría una suspensión de pagos en cadena en esos tres ámbitos, y contagios a la banca europea e internacional. Se produciría una fuga masiva de capitales desde la periferia del euro a Alemania, EEUU, Suiza y otros. Habría corralito, desaparición de la moneda fiduciaria, desplome del consumo y la inversión y tasas de paro superiores al 40%. Quebraría la Administración Pública. Desaparecería el crédito y los tipos de interés aumentarían por encima de los dos dígitos. Las exportaciones se desplomarían a pesar del efecto abaratamiento de la devaluación, y las importaciones se encarecerían. sobre todo las energéticas, provocando una fuerte inflación que drenaría el poder adquisitivo de las familias".

Si se amplía la perspectiva se comprenden mejor los estragos de la onda expansiva. Faces asegura que "el comercio internacional disminuiría drásticamente, el proteccionismo se dispararía y el crecimiento y el empleo de los países desarrollados, emergentes y subdesarrollados se vería gravemente afectado, pudiendo desembocar en una depresión mundial". Además, "el euro se depreciaría respecto al dólar y se producirían salidas de capital de Europa". Con una salida ordenada "los efectos serían los mismos, pero más suaves". España recibiría ayudas del BCE y el FMI, y más fondos estructurales vía "solidaridad forzada". "Como alternativa, probablemente se estudiaría la creación de dos euros: el euro norte (fuerte), para Alemania y otros países del norte, y el euro sur (débil), para Irlanda y los países meridionales. El euro sur tendría una presión continua a la depreciación respecto al euro norte para compensar así la creciente pérdida de competitividad".

Gumersindo Ruiz, asesor de la Presidencia de Unicaja, no se atreve a plantear un adiós a la moneda común. "El premio que se daba en Inglaterra sobre una estrategia coherente de salida del euro quedó desierto porque nadie fue capaz de construirla. La única forma de abordar esta cuestión es mediante un sistema que proyecte la situación a futuro, para lo cual habría que integrar un modelo macro que englobaría a todos los países más directamente implicados, un modelo micro, de la economía en cuestión, y un escenario con las variables relevantes. Hacer todo eso es una tarea enorme; lo demás son opiniones sin ningún fundamento, pues se basan en ideas sobre lo ocurrido en otros contextos y con cláusulas ceteris paribus que ignoran los efectos de retroalimentación que seguramente tendrían lugar. Las incertidumbres que se plantean son tales que se trataría de un ejercicio de ciencia-ficción".

Remata la faena José Ignacio Rufino, de la Universidad de Sevilla. "Aunque la escalada de precios reales -más allá del IPC-ha sido brutal en España durante la década euro, la moneda europea fue una gloria a favor de corriente y de la mano de la exuberancia del crédito. Ahora es una condena, porque la política monetaria que decimos y la política fiscal que formalmente conservamos no se potencian entre sí, sino al contrario. El euro nos ha convertido en miembros de un club selecto, una pertenencia que tiene claras ventajas pero también grandes riesgos para quienes de verdad no son los poderosos del club. España, durante una década ha sido un país con una moneda de primer orden, y eso ha posibilitado la más rápida internacionalización de empresas, la apertura a un mayor comercio exterior o una gran seguridad cambiaria".

La cara oculta del euro: "Una moneda frankenstein que funcionó de maravilla con el viento en popa y el crecimiento sostenido, pero que ha reventado por sus costuras y puesto de manifiesto sus contradicciones, voluntarismos y troyanos cuando llegan los malos momentos: la residencia diversa de las decisiones de política económica y fiscal han hecho del euro el verdadero objetivo de los inversores más asustados y también de los más especulativos, aunque ese ataque ha sido librado mediante sucesivos ataques a la deuda pública de países como España. No es economía-ficción decir que la batalla dólar-euro por ser la moneda franca planetaria también influye en la actual crisis mutante que no cesa".

Si se rompiera el euro, continúa Rufino, "se haría por sorpresa, un sábado por la mañana, para no dar lugar a movimientos de pánico y fuga masiva de capitales en euros. De todas formas, el colapso y la parálisis bancaria y financiera del país estarían servidos", y las ramificaciones serían profundas. "No conviene olvidar que buena parte de nuestras deudas familiares, empresariales y estatales tiene como acreedores a instituciones públicas y privadas de países como Alemania, Holanda o Francia. Ellos se verían arrastrados y muy tocados por nuestra salida del euro, porque directamente no podríamos pagarles con una divisa muy devaluada. Por eso principalmente no hemos salido ya del euro con un empujoncito de la Europa de referencia, porque a ellos les dolería el proceso, y mucho".

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