Andalucía

Griñán, de la derrota virtual al salto a la escena nacional

Juan M. Marqués Perales

osé Antonio Griñán se convirtió en la madrugada del 4 de febrero en presidente federal del PSOE por una derrota. Sí, así fue. El presidente de la Junta y secretario general de los socialistas andaluces pasaba a ocupar el puesto que, en su día, obtuvieron Ramón Rubial o Julián Besteiro como una suerte de concesión sobre el perdedor. Dos meses después de esa fría noche de febrero, Griñán habría de enfrentarse a las elecciones andaluzas más difícil que el PSOE afrontaba desde el inicio de la democracia, y Alfredo Pérez Rubalcaba no quiso permitir que su contrincante, aquél que había movido hilos y hasta sogas en favor de Carme Chacón, saliese de aquel 38º Congreso Federal de Sevilla como un derrotado. Muchos sí querían, que mordiera el polvo. Sin embargo meses después, al cabo de un año,  aquel Griñán que perdió ese cónclave, preparado por los suyos minuciosamente en un hotel de Sevilla para que Carme Chacón ganase a Rubalcaba; ese mismo Griñán derrotado, es hoy uno de los referentes del PSOE a nivel federal. O casi el único. Su opinión será la que mayor peso tenga cuando dentro de unos meses los socialistas deban elegir a la persona que vaya a presentarse a las próximas elecciones contra Mariano Rajoy, previsiblemente en 2015. Incluso, no se puede descartar que el propio Griñán aspire más tarde a la secretaría general del PSOE e, incluso, a la propia candidatura a la Presidencia del Gobierno. "Eso sí que no", contó un día en su despacho del Palacio de San Telmo. "Yo no me presentaré a unas primarias", explicó al Grupo Joly después de que su nombre figurase en todo tipo de quinielas.

¿Qué ocurrió? ¿Qué pasó entre aquella noche de febrero de 2012, cuando Griñán era un derrotado, cuestionado por su propio partido en Andalucía, para que, al día de hoy, sea una persona imprescindible no sólo en su comunidad, sino a nivel federal? La razón fue una decisión muy personal; arriesgada, pero acertó y ganó.

Mariano Rajoy ya había logrado la mayoría absoluta en noviembre pasado, en 2011, y Griñán preveía que sus medidas serían harto impopulares y, además, poco eficaces para acabar con la crisis económica de un plumazo, tal como se dio a entender durante la campaña electoral de los populares. Zapatero era el origen de la crisis, ido ZP y su sucesor, Rubalcaba, todo comenzaría a regir como un cronómetro. En esas generales, como antes en las municipales, el PP había barrido al PSOE en Andalucía por vez primera en la historia. Primero, fue la subida de impuestos, el IRPF, la reforma laboral y, sobre todo, el anuncio pesimista, pero real, del ministro de Economía, Luis de Guindos: aún faltaba mucho empleo por destruir a España a lo largo de 2012. Entre enero y el 25 de marzo de 2012, fecha de las elecciones andaluzas, el PP de Javier Arenas se desangró, perdió por todos los flancos y no es que el voto se trasladase al PSOE, sino a la abstención, mientras la única fuerza que subía era IU. El 25-M, cuyo resultado era poco previsto, le dio la razón a Griñán. Al menos en parte: perdió las elecciones, pero se quedó a sólo un punto del PP de Arenas, casi 50.000 votos menos. Fue una derrota electoral dentro de una victoria política. Los dos grandes partidos, PSOE y PP, cayeron, pero la de los populares fue mayor. El resultado es que Griñán, con sus 47 escaños, pudo formar un Gobierno muy estable con la IU de Diego Valderas, que había doblado su número de parlamentarios.

Griñán había salido vencedor, pero aún contaba con una influyente oposición interna, tanto en Andalucía como en Madrid. En Andalucía, los problemas arrancaban de las difíciles transiciones dentro de los partidos. Griñán, amigo y aliado de Manuel Chaves, se apartó de éste -o ambos, a la vez-, y el nuevo presidente se reunió de sus colaboradores de la Consejería de Economía y Hacienda y de dos jóvenes emergentes, Susana Díaz y Mario Jiménez-, mientras desplazaba a la vieja guardia, a históricos como Luis Pizarro y Gaspar Zarrías. El caso de los ERE fue la puntilla de la separación. En Madrid, el equipo de Rubalcaba no congeniaba con los griñanistas, y todo éste conjunto de miserias tan propias de las agrupaciones humanas saltó por los aires en el congreso del verano de 2012 en Almería. A pesar de haber ganado las elecciones autonómicas, fue un cónclave difícil, con acusaciones mutuas, incluso, personales, donde los críticos llegaron a votar en contra de la candidatura del secretario general del PSOE andaluz, José Antonio Griñán. Éste ganó el congreso, y a partir de entonces comenzó una suerte de conquista del partido, de tal modo que dejó aislados a los críticos y, éstos a su vez, se sintieron abandonados por su mentor, Alfredo Pérez Rubalcaba.

A partir de Almería, Griñán comenzó a hacerse más fuerte al sur y al norte de Despeñaperros. Rubalcaba, alicaído tras la derrota en las generales más los fracasos de Patxi López en el País Vasco y la reelección de Núñez Feijóo (PP) en Galicia, se vio sometido durante unas semanas a bastantes empujones desde el PSOE andaluz. Susana Díaz, convertida en Consejera de la Presidencia tras ser sustituida por Mario Jiménez al frente del PSOE, llegó a solicitar unas elecciones primarias adelantadas; Griñán se negó a renunciar a que un día, quizás, se presentase a la secretaría general de su partido a nivel federal, y a Rubalcaba y a su equipo se le pusieron los pelos de punta. En una reunión de la Ejecutiva federal celebrada después de las elecciones vascas y gallegas, Griñán se defendió ante sus compañeros, inquietos por las maniobras andaluzas y por el papel que su presidente jugaba en todo ello. Él pidió una lealtad de ida y vuelta, y las aguas comenzaron a calmarse, quizás a la espera de otro trance.

Rubalcaba lo comprendió todo: necesitaba Andalucía como emblema de las políticas diferenciadas del PSOE frente a las de Rajoy. Griñán quería influir más en Madrid; es el único presidente autonómico de peso que tienen los socialistas y, por tanto, no uno más. Su propuesta sobre la reforma federalista de la Constitución es un ejemplo de cómo Griñán no sólo aspira en pensar en Andalucía, sino también en el resto del país. Y, para ello, está dispuesto a marcar el paso dentro del PSOE. A pesar de su edad, en el partido lo ven como un mayor ambicioso, atribulado, quizás, pero hábil como pocos para confeccionar un discurso. Y sí, él marca el paso.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios