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Andalucía

El Corán tranquilo

  • La comunidad musulmana de Algeciras se afana por que su vida cotidiana no resulte afectada por los atentados de París. La mayoría rechaza el terrorismo 'yihadista'.

En la cafetería Tánger de Algeciras la pereza de las primeras horas de la tarde cae a plomo. Abandonado el tradicional té, el café en vaso se adueña de las pocas mesas ocupadas como un bebedizo más contundente para combatir la inclinación de abandonarse a la siesta. La entrada de un desconocido despierta expectación con la misma rapidez que desaparece en cuanto los parroquianos escuchan las palabras "terrorismo" o "París". Si tradicionalmente no se han distinguido por su capacidad para conversar con otros, la comunidad musulmana que reside en Algeciras ha acentuado ahora su hermetismo. No es miedo, es un hartazgo de explicar una vez más que ellos tienen poco que ver con quien invoca el nombre de Alá mientras aprieta el gatillo de su AK-47 contra personas indefensas.

Seade Mohamed lleva en Algeciras 24 años. Ya jubilado, tuerce el gesto cuando una televisión en árabe a su espalda informa de los trágicos acontecimientos en París. "Está muy mal hecho, nos duele mucho cuando vemos que alguien grita el nombre de Alá para matar a personas inocentes. No son musulmanes porque el Corán no dice eso". Huyen del miedo tanto como del rechazo que pueden provocar por esa imagen alterada de lo que siempre fueron. "No he tenido ningún problema en Algeciras desde que llegué y no creo que eso cambie".

Karim acaba de llegar de Italia, a donde le llevó un amor que terminó. Ha vuelto a casa de sus padres, donde nació, y ahora, "como la cosa por aquí está tan mal", busca el destino de la Costa del Sol como si fuera Eldorado. Ha entrado en una carnicería halal donde su propietario le prepara un pollo. A sus 33 años ofrece otra visión de la raíz del problema, que a su juicio tiene un trasfondo cultural: "Son personas sin preparación, muy manipulables, les explican las cosas a su manera y les convierten en eso que se ha visto por televisión, son víctimas de ese fanatismo".

Karim huye del fácil "no son de los nuestros" que se escucha en cada esquina de la parte baja de la ciudad, en cada terraza de cada bar en el que se amontonan las mochilas de los recién llegados en el último ferry. "Es que se cree que están haciendo algo grande, un favor para ellos y sus familias, que, como les dicen, van al paraíso, y eso no es así. Saben muy poco, no conocen el mundo, tienen poca cultura y les engañan". También le hieren esas imágenes que "hacen daño a todos porque nos perjudican". ¿Miedo a ser considerado por la población autóctona como otro radical? "De momento no lo he detectado, pero estoy convencido de que terminará pasando, lo pagaremos los que menos culpa tenemos", se lamenta. El carnicero tercia, mientras de un machetazo saja el pescuezo de un pollo: "Es que el Corán dice que no se puede matar a inocentes".

Hamil da cuenta de un café en la cafetería La Gloria, una de las más conocidas de la parte baja de Algeciras. Está con dos de sus amigos y da la espalda a un televisor que huye de las malas noticias y retransmite un partido de fútbol no levanta demasiado entusiasmo. En voz baja asegura que "eso no es lo que dice la religión, soy musulmán y voy a la mezquita, pero desde luego esas actitudes están en contra de lo que nos enseñan y te duele mucho". Vio en la televisión ese Alá es grande que le llegó al corazón porque "no se puede invocar su nombre en medio de una matanza, es horrible".

Nada más salir hay quien quiere sumarse a la conversación. No quiere dar su nombre pero sentencia: "También hay españoles malos que hacen cosas terribles y no por eso en la televisión están todo el día con eso". Y recuerda que hace algunas semanas "mataron a un hombre en Madrid" en una pelea por el fútbol [La muerte del hincha del Deportivo Francisco Javier Romero Taboada, Jimmy, en el enfrentamiento con ultras del Atlético de Madrid]. Insiste en la comparación y continúa: "Eso no quiere decir que todos los que van al fútbol son malas personas".

El barrio bajo de Algeciras tiene cierto aroma de zoco en algunas horas del día. Las voces y el olor que salen de los restaurantes al mediodía, el vestuario de sus clientes y las mercancías que en cada uno de los locales se disputan el generalmente corto espacio para llamar su atención hacen complicado diferenciarlo de la imagen que se tendría de cualquier ciudad del cercano norte de África. En una acera alguien reconoce que "esa cercanía es la que nos ha mantenido a salvo de los conflictos de otros lugares". El intercambio constante de personas y los años que llevan haciéndolo hace que la presencia de unos y de otros se tome como algo cotidiano.

En la pastelería Alhambra se engorda sólo con entrar. Los dulces marroquíes hacen honor a su fama y el aroma que desprenden se adhiere a la ropa que mucho después de salir aún huele a miel y canela. Su dueño no duda ni un segundo a la hora de afirmar que "lo de París es una salvajada, no hay derecho". Mohamed el Isaui llegó a Algeciras hace ocho años. Y aquí creó una familia, el lugar en el que han nacido y crecido sus hijos. "Me cuesta comprender cómo alguien puede ir a un país y no adaptarse a vivir en él y amenazar y llevar el terror en el lugar que te da de comer. Además, es que después a todos nos tratan como si fuéramos personas que hacen eso, hacen mucho daño y no es justo matar así a personas que no pueden defenderse".

Una mujer que acaba de comprar un pan que huele a distancia y se atreve a hablar con un desconocido tiene necesidad de precisar que "tenemos miedo a que nos hagan daño, a que a nuestros hijos les digan cosas malas por culpa de esas personas". En un rincón de la panadería la televisión marroquí sigue desgranando la última hora de París y los musulmanes de Algeciras asisten a los momentos del asedio policial a los hermanos Kouachi en el polígono industrial de las afueras de la capital.

Detrás del mostrador de un colmado donde se vende desde carne a productos de limpieza que lleva el nombre de Algeciras alguien sentencia: "¿Terrorismo? No sé nada, nadie sabe nada. Sólo crisis, no hay dinero".

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