El Falla y las Artes Escénicas

Una escena para todas las artes

  • En un principio, el Falla nació con clara vocación de sustituir al desaparecido Gran Teatro en su elitismo cultural. Fiel al espíritu de la burguesía que lo demandaba se prohibieron expresamente el cine, el circo ecuestre, las variedades y el flamenco.

EN un principio, el Falla nació con clara vocación de sustituir al desaparecido Gran Teatro en su elitismo cultural. Fiel al espíritu de la burguesía que lo demandaba se prohibieron expresamente el cine, el circo ecuestre, las variedades y el flamenco. Así, en sus primeros años de vida el aún Gran Teatro de Cádiz se dedicó al teatro, la música clásica, ópera y zarzuela. Esto permitió que los gaditanos pudiesen ver junto a nombres olvidados a figuras que han dejado huella en el arte escénico como María Guerrero o una Margarita Xirgú que aún no había encontrado a su Lorca. En música se pudieron ver en esta etapa inicial nombres como los del gran pianista gaditano José Cubiles o destacadas orquestas del ámbito nacional.

Esto cambió con la llegada en 1921 del empresario Emilio López del Toro, que consiguió ir abriendo paulatinamente la programación a otros aspectos. Además de ser él quien introdujo el cine en el Falla, en su época empiezan a aparecer las variedades y figuras como Pastora Imperio. Pero siguió mandando el arte más burgués. Fue una gran época para la música clásica, con figuras como el joven Andrés Segovia o el genial pianista Arthur Rubinstein, junto con otras muchas actuaciones en ese sentido, que seguían con óperas y zarzuelas. Esto se culminó con los conciertos homenaje a Falla en diciembre de 1926, coincidiendo con su nombramiento como Hijo Predilecto de Cádiz y con el rebautismo del Teatro, que desde entonces lleva el nombre del gran compositor. El propio Falla actúo en estos conciertos dirigiendo o interpretando alguna de sus obras. Los aires liberalizadores de la Segunda República aumentaron la democratización y variedad de la programación del teatro. Convivía el Pemán más guerrero, que estrenó en sus tablas alguna de sus obras más politizadas junto con la presencia de espectáculos insólitos en los primeros tiempos del Falla, como cupletistas (Raquel Meller), tonadilleras (Estrellita Castro) o crecientes obras de variedades, que incluyeron combates de Catch.

Es irónico que uno de los géneros prohibidos al principio de esta historia, la canción popular, se apodere prácticamente del teatro tras la Guerra Civil, cuando la copla se convierte casi en el género oficial del régimen. Todas sus estrellas masculinas y femeninas pasaron por sus tablas entre las décadas de los años 40 y 50, destacando los volcánicos espectáculos protagonizados por la explosiva pareja Lola Flores-Manolo Caracol. La música clásica, uno de los santo y seña del Falla en sus primeros tiempos, retrocede, aunque la zarzuela, otra especialidad bendecida por el franquismo, tiene gran protagonismo. En estas dos décadas estrellas de la escena como Amparo Rivelles, Ismael Merlo, Paco Martínez Soria y un largo etcétera, que se completan con figuras más populares como Tony Leblanc y cantantes como José Guardiola y Jorge Sepúlveda, desfilaron por el teatro.

En los 60, las artes escénicas y musicales van perdiendo peso en el Teatro Falla, casi consagrado a su función de cine. Algunas actuaciones esporádicas se amplían algo en los 70. A medida que se desarrolla la transición se nota una mayor apertura en cuanto temáticas, como la presencia de Nuria Espert. Además, la proliferación de compañías teatrales gaditanas de la época tuvo su presencia en el Falla  (Cámara, Carrusel, Ramón Rivero). Antes del cierre de 1986, también se apostó por el jazz y la canción de autor, junto a conciertos más populares.

Tras la recuperación de la explotación del Falla por parte del Ayuntamiento en 1984 y la larga y trascendental reforma del edificio entre 1986 y 1990, el Gran Teatro volvió a sus orígenes escénicos y musicales, pues el cine se convirtió en una actividad esporádica. Empezaron a entrar disciplinas poco presentes en etapas posteriores, como la danza, y se convirtió en sede de cinco festivales de variadas artes. Combina teatro, música con un criterio amplio (clásica, ópera, zarzuela, pop rock, músicas del mundo) y diversas especialidades, como el teatro infantil. Además, ha conseguido consolidar una Camerata propia. Una señal de estos tiempos transversales y posmodernos.

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