Tribuna

Fermín Lobatón

La supresión que no fue y el espacio institucional del flamenco

Tras el ya conocido Decreto de 2 de mayo, sobre el que opinábamos en esta misma sección el pasado lunes y por el que se suprimía el Centro Andaluz de Flamenco (CAF), no se puede decir que haya existido una auténtica convulsión informativa. Casi tan sólo medios locales (de Jerez) o provinciales se hicieron eco del anuncio que contenía y a todos ellos respondió puntualmente la propia -y ratificada- directora del CAF, Olga de la Pascua, negando la mayor: el Centro no desaparecía y todo se debía a una reorganización administrativa, pues pasaba a depender de la recién creada Dirección General de Industrias Culturales. Tuvieron que pasar cuatro días para que se viera, por fin, respaldada de forma oficial por el viceconsejero de Cultura quien, en una nota de prensa y de forma curiosa, redundaba en el cambio organizativo -"pero no en la supresión…"- usando para ello justamente el mismo término empleado en el decreto.

Ante esta aclaración -y, a la vez, negación del texto oficial- cada cual es libre de pensar lo que quiera y, aunque a ningún observador imparcial se le ocultará que en torno a este asunto ha pasado algo no precisamente normal, personalmente voy a ser crédulo, al menos transitoriamente. Vale, por muy difícil que se me haga, me lo creo. Una vez instalado en la verdad, vuelvo a la citada nota de prensa y leo que el CAF "coordinará sus actividades a través de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco", algo que ya se me había dicho y que era la norma de funcionamiento en la última etapa. Con esa información me voy al sitio de la Consejería de Cultura en la web y busco su organigrama. Como era de prever, este responde ya al último decreto, o lo que es lo mismo, en él no aparece por ningún lado ni la citada Agencia ni el flamenco. Pincho entonces en la nueva Dirección General de Industrias Culturales y Artes escénicas, de quien se afirma que el CAF pasa a depender, y lo mismo: ni una mención. Por último, investigo dentro de la etiqueta de la Empresa Pública de Gestión de Programas Culturales (EPGPC) y, albricias, ahí aparece por fin la Agencia, aunque en ella no existe referencia alguna al Centro.

Por tanto, para entender bien la situación -y, por ende, la consideración- del Flamenco dentro de la Consejería de Cultura se hace necesario tener bien claro este organigrama. En ningún momento, ninguna entidad que al flamenco se refiera goza de identidad propia y la Agencia tan solo existe dentro de una empresa pública -la EPGPC- y al lado de otras diez entidades, como puedan ser el Centro Andaluz de las Letras, el de Danza o el Teatro Central de Sevilla, por citar tan sólo a tres de las diez. Esta es la situación y esto es lo que nos choca. Porque, si el nuevo Estatuto de Autonomía para Andalucía reconoce al flamenco "como elemento singular del patrimonio cultural andaluz", (Capítulo II. Competencias, Artículo 68. Cultura y patrimonio), el rango que este arte obtiene de la Consejería encargada de estos asuntos no parece corresponder con tal reconocimiento estatutario.

Eso es lo que hay y mucho nos tememos que todo lo que ha pasado con la supresión, sí o no, del CAF mucho tiene que ver con ello. Tras su creación, la situación de la Agencia se entendía como provisional, y quien más y quien menos esperaba que esa provisionalidad desapareciera en esta nueva legislatura. No ha sido así y los avances realizados se consolidan como punto final en el tratamiento institucional hacia el flamenco. Muy poca cosa dada su presencia cultural en nuestra tierra y menos aún si se tiene en cuenta su realidad y potencialidad como industria cultural.

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