Laurel y rosas

Juan CArlos Rodríguez

Sor Tránsito, hija adoptiva de Chiclana

"El cuerpo humano no está hecho para los años que uno podría vivir". Lo dice Abrenuncio, el médico sin esclavos ni sirvientes de esa novela barroca de Gabriel García Márquez que tituló Del amor y otros demonios. García Márquez podría haber vivido una eternidad. Su cuerpo ha muerto a los 87 años en México, pero su entusiasmo, su humor y su pasión -como sus grandes novelas, ante todo Cien años de soledad- pervivirán para siempre. En Del amor y otros demonios, novela situada en el siglo XVIII en Cartagena de Indias, García Márquez desarrolla una vieja leyenda colombiana sobre una monja mártir del amor: Sierva María de Todos los Ángeles. Hoy, cuando concluye la Semana Santa y García Márquez casualmente "resucita" tras su muerte en las librerías, en los diarios y en el placer de los lectores, es otra monja, más cercana y nuestra, Sor Tránsito Combarros, la que simboliza de algún modo este Domingo de Resurrección, a punto de que el próximo pleno municipal le nombre hija adoptiva de Chiclana a propuesta de la Presidenta de la Asociación de Voluntarios de la Caridad de San Vicente de Paul, Mónica Ballesteros, culminándose así el expediente instruido por el concejal-delegado de Cultura, Fomento y Patrimonio Cultural, José Manuel Lechuga. Sor Tránsito, de algún modo, es ya una leyenda, forjada en la memoria, el amor y la palabra, en sus gestos y en sus actos. En esa precisa interpretación de los Evangelios a pie de calle, al servicio de los más afligidos, atenta siempre a las necesidades de los demás. A aquello que dijo Jesús: "Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura".

Si García Márquez hubiera conocido a Sor Tránsito ella le habría parecido en este domingo de Pascua un ejemplo mismo de resurrección, aunque en la acepción en la que tanto creía otro gran escritor hispanoamericano, el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal; resurrección como sinónimo de recreación, de reconstrucción, de reordenación económica y social del mundo. De alguna manera, Sor Tránsito elevó con su ejemplo entre nosotros -guiados, junto a su fe irrenunciable, también con entusiasmo y pasión- el significado de lo que supone, literalmente, dejarse la vida por el otro. Sesenta años llevaba en Chiclana -toda su vida- desde que llegó al colegio del Niño Jesús en 1954, con apenas 22 años, directamente del seminario de las Hijas de la Caridad en Madrid. Sesenta años en los que, con Gertrudis Chozas, hizo un verdadero apostolado social en pos, ante todo, de la libertad: esa libertad que damos por hecho, pero que entonces había que enseñarla como hacía José Arcadio Buendía en Cien años de soledad: "Les enseñó a leer y escribir y a sacar cuentas, y les habló de las maravillas del mundo no sólo hasta donde le alcanzaban sus conocimientos, sino forzando a extremos increíbles los límites de su imaginación". Sor Tránsito, más allá de sus clases, se dedicó, junta a Gertrudis Chozas y la Asociación de Damas de la Caridad de San Vicente de Paul, a recorrer aquellos barrios marginales aún de Solagitas o Carboneros combatiendo el analfabetismo y la pobreza.

Sor Tránsito nació para el registro civil el 2 de noviembre del 1931 en Villaquejida (León). Para todos nosotros renació el 18 de noviembre de 1954, en Chiclana, el día que pisó por primera vez el Hospital de San Martín, colegio y hospicio que desde 1885 regentan las hermanas de la Caridad, aunque su origen se remonta al 1596. Independiente y persistente, Sor Tránsito tiene en su haber -y en la generosidad de quienes siempre se rodeó- otra tarea soberbia que manaba de su espíritu cristiano, pero sobre todo de su misión como mujer: contagiar entre las mujeres sin recursos económicos su mismo espíritu autónomo, inquieto e insistente. Enseñar para vivir la vida. Clases de obrador, de corte y confección, de mecanografía… De libertad al fin y al cabo. Esa misma libertad que cultivó con la guardería para madres trabajadoras, que en aquella Chiclana de los años 70 no solo era una idea novedosa, sino que estaba al filo mismo de las revolución social. El ejemplo estaba en el Nuevo Testamento: cercanía, ayuda, entrega, solidaridad, amor al próximo. La casa de acogida para ancianas sin familias -toda una realidad en la calle Botica- culminó su proyecto, forjado no solo en los Evangelios sino también en la vida misma: Sor Tránsito fue un verdadero ejemplo de mujer que no se conformó con mirar, sino que quiso transformar una Chiclana que siempre le quiso, le admiró y le agradeció su dedicación. Bien lo sabe su comunidad, pero no lo tuvo fácil. Ellas y todas esas mujeres que le rodearon y ayudaron -Gertrudis, Anita, Lina- chocaron, fueron incómodas, incomprendidas. A cuántas puertas llamó. Tuvo que crear su célebre Tómbola -la primera en 1971, aún en el ferial del Campo de Fútbol- para completar la financiación para sus múltiples proyectos, entre ellos, ese primigenio de construir cada año una casa a una familia necesitada. Fueron infinitas sus acciones, sus gestos. Igual de infinitos merece que sean los reconocimientos a su vida entregada. Ella fue su mejor tarea.

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