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Rafael / LARA

Reivindicar hoy los derechos humanos es un ejercicio de rebelión cívica

65 aniversario de una Declaración Universal olvidada

HOY se conmemora el 65 aniversario de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero hay pocas cosas que celebrar, más allá de revindicar su vigencia.

Primero porque la políticas frente a la crisis están convirtiendo la Declaración en papel mojado y provocando enormes sufrimientos. Y para muestra un botón, la de la provincia de Cádiz, que tiene el triste privilegio de encabezar las cifras de paro, pobreza y exclusión de toda España.

Padecemos en Cádiz una tasa de paro insoportable que llega al 41% y un porcentaje de desempleados sin prestación alguna que llega al 55%. Y por ello no es sorprendente que en los niveles de personas situadas por debajo del umbral de la pobreza se hayan multiplicado por dos en estos cinco años, llegando nada menos que al 42%. Y al drama de la pobreza y el paro se une la dificultad de acceso o la pérdida de un alojamiento digno.

La consecuencia: se han disparado los porcentajes de exclusión. Nos referimos a las personas que se encuentran en una situación de pobreza severa y/o sufren carencias o dependencias de diverso tipo de forma importante, a lo que en no pocas ocasiones se añade como hemos dicho, la pérdida de vivienda. Aproximadamente entre el 18 o el 20% de la población gaditana se encuentran en esta situación.

Es decir, casi dos de cada diez personas en la provincia de Cádiz vive en situación de riesgo social y se pueden considerar altamente vulnerables. Un nivel muy superior a la media andaluza. De hecho una de cada cuatro personas en situación de exclusión social en Andalucía es gaditana.

El deterioro imparable de la situación social en Cádiz al que aquí aludimos es un doloroso ejemplo de los efectos de las políticas puestas en marcha frente a la estafa llamada crisis.

Pero no se trata sólo de política de los recortes que nos llevan a esta catastrófica situación social. Junto a ello, el Gobierno está impulsando un profundo cambio de modelo y una gran ofensiva ideológica conservadora, que vienen a poner en cuestión toda la estructura de protección de los derechos humanos de la que parecía que nos habíamos dotado.

Involución en el modelo de relaciones laborales y en los derechos de los trabajadores; recortes del derecho de huelga; ideologización conservadora en la enseñanza; deterioro imparable de la sanidad pública, universal y gratuita; desmantelamiento de la protección social; retroceso importante en la igualdad y en los derechos de las mujeres; control político de la justicia y fin del derecho a la justicia gratuita; la nueva ley mordaza o ley para criminalizar la protesta. …

En este contexto no resulta sorprendente que las lagunas del sistema democrático se hagan más evidentes y profundas.

Afloran casos de corrupción indecentes e indignos que afectan a las más altas instituciones del Estado, que salpican a la cúpula del al PP en pleno y de los que no se libra el PSOE. Y la reacción de la mayoría de los afectados es arroparse entre ellos, entorpecer la acción de la justicia y no asumir responsabilidades de ningún tipo, poniendo en clara evidencia que la justicia no resulta igual para todos.

Todo ello ha aumentado la distancia y el desapego de la ciudadanía hacia toda la clase política, que se enroca y se niega a considerar siquiera los imprescindibles cambios y reformas de calado imprescindibles en un sistema democrático que en muchos aspectos empieza a ser cuestionado por buena parte de la ciudadanía.

Las políticas puestas en marcha frente a la estafa llamada crisis están teniendo un impacto demoledor…. Y sólo se podrá salir de este pozo sin fondo con un profundo cambio de rumbo en las políticas económicas y sociales que tengan como prioridad absoluta a las personas que componemos esta sociedad, sus intereses y sus necesidades y no los intereses muchas veces oscuros de grandes capitalistas, multinacionales, bancos o los sectores financieros.

Pero, además, en plena crisis de legitimidad y de corrupción, parece que difícilmente se producirá ese cambio de rumbo sin una catarsis. No basta con votar cada cuatro años. La ciudadanía tiene que activarse, responsabilizarse y movilizarse para conseguir cambios de fondo en nuestra sociedad que son ya perentorios. Y tenemos un horizonte: la reivindicación del cumplimiento estricto de los derechos humanos, por más que hacer eso empiece a parecer una verdadera rebelión cívica.

Es el llamado inevitable que nos evoca la conmemoración de aquel día en el que políticos pretéritos tuvieron la osadía de aprobar una Declaración en la que afirmaban que los seres humanos somos sujetos inalienables de derecho.

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