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Pongo la mano en el fuego

Nadie que conozca al obispo emérito Antonio Ceballos Atienza puede imaginar que sea un individuo corrupto

Pasa con la corrupción lo mismo que en la vida: a veces pagan justos por pecadores. Nadie que conozca al obispo emérito de Cádiz y Ceuta, Antonio Ceballos Atienza, puede imaginar que sea un individuo corrupto dedicado al tráfico de influencias. Por tanto, colocarlo en la picota pública, por un caso en el que ningún juez lo ha imputado ni lo ha investigado todavía, me parece una actitud no sólo injustísima, sino bochornosa. Afecta a la honorabilidad de una excelente persona que se ha caracterizado justamente por todo lo contrario: por entregar su vida al servicio de los demás, por implicarse en la atención a los pobres, por denunciar las muertes de la inmigración, por estar siempre junto a los más necesitados.

Se supone que la acusación ha partido de la Guardia Civil. No entro en si habrán sido guardias civiles de los que celebran la fiesta de su Patrona el día de la Virgen del Pilar, o de la cuerda que ya sabemos. En todo caso, es seguro que habrán cumplido con su trabajo investigador y habrán llegado a esa conclusión. No obstante, en un Estado de Derecho, las investigaciones y acusaciones deben ser revalidadas por los tribunales. En este supuesto, eso no ha sucedido todavía. Por lo que el obispo emérito de Cádiz y Ceuta, en estos momentos, no está imputado en nada. Aunque ante la opinión pública ya se le ha presentado como si estuviera traficando en los ERE de la Junta para defraudar.

Está muy bien que se elimine de raíz la corrupción. Sin embargo, en este país pasamos de un extremo a otro. Pasamos de esto es Jauja, y aquí se manga sin que nadie se entere, a que cualquier actuación ya esté condenada antes de ser juzgada. ¿Qué es el tráfico de influencias? Una carta del obispo, pidiendo ayuda a la Junta para unos trabajadores del Hospital de San Juan de Dios, en unas circunstancias laborales difíciles, ¿puede ser tráfico de influencias? Sin embargo, todo el mundo le pedía al Rey que mediara con la Familia Real de Arabia Saudí para conseguir más trabajo en los astilleros, y eso no es tráfico de influencias.

El fin no debe justificar los medios. Sin embargo, el fin puede hacer que algo sea moralmente justo. La ayuda a esos trabajadores era justa. Influencias tenía pocas el obispo Ceballos, porque después del Oratorio de San Felipe Neri, la Junta no ha restaurado ni un templo en Cádiz. Pedir ayudas para unos trabajadores no sé si será tráfico de influencias. En todo caso, por el obispo Antonio Ceballos, yo siempre pondría la mano en el fuego, porque estoy seguro de que no se iba a quemar.

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