Indultos a bulto

Iceta pide el indulto y sabe que pidiéndolo lo aleja, aunque a él le sirve de todas formas de reclamo electoral

Nadie va a hacer más en contra de los indultos a los líderes secesionistas que Iceta. Los está dinamitando. Los imputados en los delitos de sedición, de rebelión y de malversación ya pueden ir descartando esa salida. "¡Cómo, amigo Máiquez" -se preguntará el lector-, "se ha vuelto a equivocar usted? ¡Que lo que Iceta pide es el indulto!"

Pues por eso mismo, por eso.

La figura del indulto es un torpedo en toda la línea de flotación de la separación de poderes (el Ejecutivo enmendándole la plana a la vez al Legislativo, que hizo la ley, y al Judicial, que la aplicó) y, por tanto, tiene que usarse con nocturnidad y alevosía, cuando todo el mundo esté olvidado o pensando en otra cosa. Iceta, al sacar la cuestión en medio de la campaña, acto seguido de los actos delictivos y en plena competencia partidista, está forzando a que todo el mundo se retrate. Y todos lo hacen en contra, naturalmente, muy dignos e indignados. Incluso los nacionalistas, fíjense qué maravilla, porque justo ahora, antes de la condena y todavía en el fragor de la rebatiña de votos, no pueden asumir ni los delitos de los suyos ni la condena futura ni la legitimidad del poder que podría indultarles. Iceta ha desarticulado los indultos mediante el simple mecanismo de prometerlos.

Por supuesto, su interés no es desarticularlos, sino el electoralista. Él ha olfateado un resquicio de discurso ahí, entre los constitucionalistas, que están en algo tan seco como la aplicación de la ley, y los soberanistas, que vienen a reventarla. Iceta promete el indulto para buscar a los que no les gusta ni lo uno ni lo otro, que serán bastantes, porque vivimos en un país de inconformistas a bulto.

Se retrata como un pescador a río revuelto, desde luego, pero que vaya a pescar mucho o poco a mí me importa poco. Me importa mucho y lo celebro por todo lo alto que haya tenido esta ocurrencia de poner de carnada en el anzuelo lo de los indultos. No era descabellado pensar que, cuando las aguas no bajasen tan agitadas, cuando algún partido mayoritario necesitase los votos de los nacionalistas, cuando nadie estuviese pendiente, les asaltasen a todos graves tentaciones de indultar por detrás a estos prendas.

Iceta lo ha impedido para siempre. Consuetudinariamente nos quejamos de que los políticos no cumplen lo prometido, pero, teniendo en cuenta lo que prometen, hay que alegrarse de que hablen a humo de pajas y para adornarse.

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