De Podemos podemos reírnos por su petición de quitar la espada de Fernando III del escudo de Sevilla, que no prosperará, por suerte. Pero es muy significativa. Oyendo alegar que la espada es una "máxima expresión de violencia", el sabio Juan Eduardo Cirlot se habrá retorcido en su tumba. Él nos explicó en su Diccionario de símbolos que la espada "es un signo de libertad y fuerza, asociada al espíritu, instrumento reservado al defensor de las fuerzas de la luz contra las tinieblas, símbolo de la jerarquía, arma propia y casi exclusiva de las altas dignidades. Su uso constituye una purificación."…

No sigo, porque acabo de descubrir las razones subconscientes de quienes quieren borrarlas. Y, como les dejamos, acabarán quitando hasta la que acompaña a la imagen de la Justicia, epítome de todas las espadas heráldicas. Pero sin ella (sin el poder coactivo que representa), la Justicia queda manca y de nada le sirven sus reparos de vendarse los ojos ni el milimétrico sopesar razones con su balanza. Sin hacer cumplir las sentencias, el Estado de Derecho está desecho. El caso catalán, con más de veinte años incumpliendo sentencias, es un ejemplo de adonde nos lleva retirar las espadas.

Tenemos, pues, que hacer una raya en el suelo en defensa de las espadas defensoras. La del rey Fernando III el Santo es especialmente apropiada para trazar esa línea. Se llamaba "Lobera", que es un nombre de cuento gótico. Bautizar a las espadas, por cierto, es un indicio de su espiritualidad: "Tizona" era la del Cid; "Escalibur", la de Arturo; "Joyosa", la de Carlomagno; "Durendal, antes la de Héctor, después la de Roldán… No hay mito (véase El señor de los anillos) sin su espada. Incluso en el mundo de las naves a la velocidad de la luz de La guerra de las galaxias perviven, fulgurantes. Qué peso no tendrán los prejuicios en Podemos que, con lo que presumen de fans de Juego de tronos, caen tontamente en la espadafobia. Y le van con ésas al alcalde de Sevilla, con el nombre que porta el hombre, que es su timbre de gloria.

"Lobera" había pertenecido a Fernán González y simbolizaba, además de todo lo que explica Cirlot, la legitimidad dinástica. Alfonso X, que era sabio, dispuso que se la procesionase cada 23 de noviembre en conmemoración de la reconquista de Sevilla y para que se recordase que la ciudad es cristiana gracias a ella. Lo dicho: lo raro es que Podemos no haya protestado antes.

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