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Las mujeres se celebran en Baelo

  • El ciclo de teatro clásico cierra el verano con tres obras con la mujer como centro

  • Esta noche, Teatro del Velador estrena en el recinto 'Las Tesmoforias'

Imagen promocional de 'Las Tesmoforias. La fiesta de las mujeres', a cargo de Teatro del Velador.

Imagen promocional de 'Las Tesmoforias. La fiesta de las mujeres', a cargo de Teatro del Velador. / d.c.

Una civilización que dejaba espacios de pensamiento por los que podía reptar el nihilismo, en los que cabía un átomo, en los que prendían conceptos llegados del hinduismo, es normal que dejara también resquicios para considerar su relación con las mujeres -que no era mucho mejor, en lo que llamamos Grecia clásica, que en otras civilizaciones de su época y más allá-. El papel de la mujer en la Hélade protagoniza las últimas representaciones del Festival de los Teatros Romanos en Andalucía en Baelo Claudia. El antiguo teatro acoge, desde hoy y hasta el próximo viernes, la puesta en escena de La fiesta de las mujeres. Las Tesmoforias, a cargo de Teatro del Velador, sobre el título de Aristófanes (Las Tesmoforiantes).Un texto que nos demuestra que, por muchos siglos que tenga una obra, es posible distinguir la mirada aguda y a larga distancia que cultivaba quien lo escribió.

Pongamos que, en el amplio calendario festivo, hay un rincón para que las mujeres se celebren a gusto. Una noche de chicas, por decir. Para festejar a lo grande, las mujeres griegas no encuentran nada mejor que hacer que condenar a muerte al dramaturgo Eurípides. Porque una fiesta no es una fiesta sin una cabeza en una bandeja de plata. O, para ser más exactos -y traduciendo al lenguaje actual-, porque Eurípides se les antoja el epítome de escritor cipotudo.

Por culpa del "hijo de la verdulera", los maridos saben que las mujeres pueden mentir, trajinar, tramar y destramar, tomar amantes, trastear venenos. Al asistir a sus representaciones, los santos varones han empezado a sospechar que quizá la actitud sumisa de sus esposas no era tal. Los hay incluso que han dejado de creer en los dioses y en sus caprichos, quiero decir, sentido de la justicia. Por haber sembrado sospecha y cizaña en la mente de sus hombres -mirlos blancos hasta entonces-, la suerte de Eurípides está echada.

Esto no es del todo justo, claro, porque Eurípides también es el autor de obras de abierta empatía con el sexo femenino (Las Troyanas, Las Fenicias, Hécuba osus Ifigenias; incluso en su versión de Helena, absuelve a la gran seductora de toda culpa). Pero Eurípides firma también la bibliografía esencial de toda arpía. Ahí está su inolvidable Medea. Su edificante Electra -en la que es ella misma, no Orestes, la que asesina a Clitenmestra, en un planteamiento que pone negro sobre blanco hasta qué punto el parricidio de un padre, incluso de un asesino de sus propios hijos como era Agamenón, resultaba mucho más grave ante los ojos de los dioses, del cómputo moral de Eurípides y de las buenas gentes de la antigua Grecia, que un matricidio-. Incluso la Hermione que aparece en su Andrómaca muestra un perfil no muy dado a la confianza.

Aterrado ante lo que llega a sus oídos, Eurípides trata de congraciarse con Agatón, que ya entonces (siglo V a. C.), era el amigo gay que todas se disputaban por tener en su casa -Aristófanes podía ser muy moderno, sí, pero está claro que nosotros llevamos dos mil quinientos años cambiando para que nada cambie-. Agatón, fiel a las suyas, se niega a participar en la farsa y Eurípides no tiene más remedio que depilar a su suegro, travestirlo y colarlo en el ágape mujeril.

Todo queda listo ya para que se desarrolle la comedia de enredos y para que las mujeres intenten, primero, descalabrar al suegro, y después, apiadadas, le perdonen la vida a Eurípides, que abandona la escena prácticamente convertido a la Tercera Ola del feminismo -esto último quizá lo he exagerado un poco, aunque a Aristófanes le gustaría el giro-.

Precisamente un clásico de Eurípides, Las troyanas, a cargo de la compañía La imprudente, será el encargado de coger el relevo a la comedia la semana próxima en Tarifa. La obra, escrita como un canto antibelicista, saca del primer plano a los héroes y pone a las mujeres, y a los trágicos destinos que estas han de esperar -porque a los héroes el destino les sale al encuentro; las mujeres, lo esperan- tras las murallas de Ilión. El texto es en gran medida el responsable de la imagen que tenemos de nombres como Hécuba, Casandra o la propia Helena.

El ciclo lo cerrará la obra Mujeres eternas, el triunfo de la justicia, de Sennsa Teatro. Un montaje en el que, como en otros de la compañía -bajo dirección de J.M. Mudarra- adquiere una gran importancia el trabajo de lenguaje físico, y en el que se mezclan inspiración clásica y contemporánea. Mujeres eternas desarrolla el relato de diferentes personajes femeninos inspirados en las clásicas griegas y en sus distintas revisiones a lo largo de la historia (Medea, Casandra, Antígona, Clitemnestra, Lisístrata, Las Bacantes, Electra, la Kassandra de Wolf, la Antígona de Brecht, la Medea de Müller…) Todas ellas, tienen como nexo común una lucha decidida por la igualdad y la justicia. Una justicia que no reclaman solo para sí "sino para todas las mujeres y hombres de todos los tiempos -apuntan desde la compañía-. No se pliegan, no se rinden, no paran de luchar, no abandonan la construcción de la libertad para todos. Mujeres que trabajan por la paz y que destronan a la cobardía. Mujeres que dejaron una huella imposible de ignorar. Mujeres eternas que representan el triunfo de la justicia".

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