Cádiz

La hora del Caracol

  • La llegada de junio significa para muchos la obligación de abandonar sus pisos arrendados por temporada escolar · Esa dinámica generalizada y el elevado precio de los alquileres hacen complicada esta opción de vida en Cádiz

Cuando suben las temperaturas y aumentan las horas de sol, llega su momento. El de esos pequeños moluscos que hibernan durante el resto del año, y el de las personas con pisos alquilados por temporada escolar. De nuevo con la casa a cuestas a volver a empezar.

No es el único, ni mucho menos, pero sí uno de los principales problemas a la hora de arrendar una vivienda en Cádiz. ‘Se alquila piso de septiembre a junio’. Como si la vida se rigiera para todos por el calendario de un curso escolar. Para los estudiantes sí es una buena fórmula, puesto que así sólo tienen que pagar por los meses que realmente necesitan un techo en la ciudad donde estudian. Pero para los demás, resulta una opción donde los inconvenientes cierran la puerta a cualquier tipo de ventaja.

Pero aunque se esté buscando una vivienda sin fecha de caducidad a la vista, al final también hay veces que cuando no se encuentra otra cosa, uno se decide por alquilar en esas condiciones. Total, en septiembre u octubre se ve como un problema a largo plazo, del que se ocupará el tú del futuro. Pero luego llega junio y, con él, la impotencia que se siente al tener que abandonar la que se ha convertido, a su manera, en tu casa. Nueva búsqueda de piso, nueva mudanza. Y la eterna sensación de nómada.

Buscar un piso para larga temporada a un precio razonable se convierte en esta ciudad en un proceso largo y difícil, cuando no imposible si hablamos de una persona sola. Siempre habrá alguien que conozca al primo del amigo de su vecino que encontró un chollo, sí. Pero esos casos cada vez son los menos. La realidad es que el alquiler en la capital gaditana, para quien quiera vivir con carácter permanente en este régimen, roza la categoría de despropósito, lacrado sobre todo por los alquileres por temporadas y los precios desproporcionados en relación con los salarios, así como con las características de las viviendas.

Matilde, cordobesa afincada en Cádiz desde hace nueve años, tardó cuatro en encontrar un alquiler anual a un precio razonable. Habla sobre cuatro años de cambios, de casas que nunca se convertían en la suya, de búsquedas infructuosas por encontrar cuatro paredes que convertir en un hogar. Al fin encontró algo, una solución intermedia. Un luminoso noveno frente al mar en el que, por unos 150 euros más al mes respecto al precio por temporada escolar, podía quedarse todo el año. Y se quedó. Y allí lleva cinco años renovando contratos por once meses. Pero, eso sí, tiene que alquilar las otras dos habitaciones de la casa para poder hacer frente a la renta.

Pocos son los pisos que dan esa posibilidad, puesto que hay que elevar sustancialmente la renta mensual para compensar el dinero que se percibe por el arrendamiento de los meses de julio y agosto. Y, atendiendo a esa diferencia de precios entre la temporada escolar y el verano, sería lógico pensar que ése es el factor principal que mueve a los propietarios a este tipo de alquileres. Pero no es siempre así.

Hablando con diferentes personas que alquilan viviendas en Cádiz se extrae una información diferente; la razón que más les pesa para arrendar sus pisos por temporadas es el miedo a los alquileres de larga duración. La inseguridad que proporciona la obligación de renovar el contrato durante cinco años, barajando la posibilidad de no dar con unos buenos inquilinos, mueve a muchos caseros a llevar esa dinámica de ocupar sus propiedades durante los meses de curso con estudiantes, y el resto con veraneantes.

Lorenzo, administrador de una vivienda cercana a la playa de Santa María, asegura que los dueños de la propiedad que gestiona tienen miedo al desastre. A meter a alguien en su casa que les de problemas, que no pague o que se lo destroce. Prefieren la fórmula por temporadas, que no les va nada mal. El piso nunca deja de estar alquilado pese a que, frente a los 550 euros al mes que piden durante el periodo escolar, en verano la cifra sube a los 800 por quincena.

Manuel, que también alquila un piso por la zona de Santa María desde hace tres años, mira con lupa a las personas a quienes dejará vivir temporalmente en su casa. Afirma taxativamente que no se fía de nadie, que preferiría no alquilarlo, pero que es un buen complemento. Él preferiría evitar un posible “problemón”, pero nunca están de más los 650 euros que cobra durante el curso y los 850 ó 950 que percibe por quincena durante los meses de verano.

Y Juan, que peina más canas que sus ejemplos antecesores, opina con la voz de la experiencia. Que a veces ha sido buena, y otras no tanto. Hace doce años que se fue del piso que ahora alquila, y tras seis años cerrado, se decidió a sacarle una rentabilidad. Cosa que no hizo, puesto que asegura que durante cuatro de esos años perdió dinero por lo que tuvo que invertir para arreglar los destrozos que le habían ocasionado unos malos inquilinos. Y molesto se ríe de que digan que los pisos son muy caros, como criticando a los dueños. Y es que él señala como culpables a los que alquilan y no tratan las cosas como si fueran suyas, y las destrozan, y hacen necesarias inversiones que serían evitables. Que si él no lo necesitara, ni lo alquilaba. Pero la inyección mensual de 700 euros, o los 2.400 que percibe por el mes de agosto, son para él una fuente de ingresos necesaria. Eso sí, estudiantes en invierno y familias en verano. Así es más fácil.

La ciudad de los pisos que no se adaptan

El que se muda de Madrid a Cádiz oye hasta la saciedad lo bien que va a vivir allí, lo barato que es todo. Lo cara que es la vivienda en la ciudad donde el Metro vuela y la diferencia que hay con las de la Tacita. Todo para más tarde descubrir que eso es una realidad sesgada y deformada. Si se hace una comparación justa, atendiendo a la relación entre el salario y el precio de la vivienda en alquiler entre ambas ciudades, Cádiz sale perdiendo. Si ser mileurista -eso que antes se consideraba una precariedad y ahora es poco menos que un logro- en Madrid es difícil, en la ciudad de plata lo es bastante más. Y no sólo eso. Es que además un día cualquiera de junio en idealista.com encontramos un piso de un dormitorio en Vallecas por 450 euros, otro en Embajadores por 425 o un estudio por 390 -ambas zonas pertenecen a Madrid capital-. En Cádiz, ese mismo día, no hay ninguna vivienda por debajo de los 500. Y sólo tres, de setenta, se alquilan a ese precio.

Pero ni siquiera es preciso irse tan lejos para poder comprobar el fuerte agravio comparativo que existe entre pisos de similares características de Cádiz y otras ciudades. Basta con mirar en la Bahía. Viviendas por debajo de los 500 euros son más de la mitad de las que aparecen de El Puerto o un tercio de las de San Fernando, por ejemplo. Y localizamos un alquiler de larga duración de un piso de un dormitorio en Puerto Real por 300 euros. Y un poco más allá, en Jerez, por un piso de dos habitaciones en la zona centro piden 400 euros, y por sólo 50 más alquilan uno de tres en La Plata.

Lo curioso es como esta diferencia de precios se justifica con otro clásico lugar común. “Es que como en Cádiz no hay más sitio para construir…”. ¿Y? Eso podría servir para justificar que el número de viviendas públicas sea bastante limitado y no pueda crecer sustancialmente, por ejemplo. Pero es una excusa que no sostiene el que los alquileres particulares vivan ajenos a las necesidades actuales, a la bajada de precios que la crisis inmobiliaria ha acarreado en casi toda la geografía española y, en definitiva, a la realidad. Que en Cádiz no haya más suelo para construir no puede justificar, por ejemplo, el que una persona con un sueldo estándar que quiera vivir en esta ciudad, no pueda permitirse pagar un alquiler si no es dividiéndolo con una pareja -que evidentemente no siempre existe y que, aún teniéndola, no siempre se dan las condiciones para ello- o compartiéndolo con amigos o desconocidos.

Existe otra posibilidad, pero tampoco siempre es factible. Si se deduce del precio de un alquiler bajo-medio la ayuda estatal para la emancipación de 210 euros que gestiona la Junta, esa persona sola sí podría hacerse cargo de la renta sin necesidad de compartirla, puesto que el precio final quedaría levemente por encima del de una habitación en un compartido. ¿El inconveniente? Que entre otros tantos requisitos, se encuentra la obligación de tener un contrato de arrendamiento de duración no inferior a un año. Y eso en Cádiz es un problema, porque muy pocos caseros hacen contrato en esta ciudad donde la vivienda en alquiler es uno de los grandes alimentos de su economía sumergida.

Y la mayoría de pisos dónde sí se sigue con el procedimiento legal están gestionados por inmobiliarias, lo que supone un coste añadido para el arrendatario, que debe hacer un categórico desembolso inicial. La renta de un mes, la misma cantidad en concepto de fianza y por tercera vez la misma cantidad como honorarios para la agencia. Ni está al alcance de todos, ni en caso positivo ese contrato resuelve de manera inmediata el problema. La ayuda puede tardar un año en hacerse efectiva. Sí, luego se perciben las mensualidades con carácter retroactivo desde la fecha de solicitud pero, ¿y durante ese año, qué?

¿La solución? Solteros, buscáos pareja. Trabajadores, volved a estudiar. Caracoles, disfrutad del verano y enterráos hasta el año que viene. Que aquí se alquilan pisos caros, o por temporada escolar.

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