Galería del crimen

El cromosoma criminal

  • Manuel Delgado Villegas, 'El Arropiero', fue detenido en 1971 en El Puerto tras asesinar a su novia l Después confesó medio centenar de crímenes: fue el mayor 'serial killer' de España

EN la Navidad del 97 un esqueleto de larga barba, sin sombra de parecido con Papá Noel, se refugiaba en las esquinas de Mataró escupiendo sangre. Tenía 58 años, pero aparentaba mil. No quería pisar albergue alguno, no quería volver a estar entre cuatro paredes. Había tenido bastantes paredes de psiquiátrico en psiquiátrico, de Carabanchel a Fontcalent, de Fontcalent a Santa Coloma, el Robinson de los loqueros, como le llamaban los demás locos. Loco, loco... Estaba libre porque iba a morir. Ya no era un asesino peligroso, sino un mendigo moribundo. Y moriría días después, en febrero. En las calles reventarían sus pulmones podridos de nicotina. Acababa de morir el mayor serial killer de la historia de este país. Tendido en el suelo de una calle de Mataró, El Arropiero parecía poca cosa. Un muerto poco vistoso para una biografía con tantos muertos a las espaldas.

Era sevillano, se llamaba Manuel Delgado Villegas y había heredado de su padre el apodo porque se dedicaba a vender arropía, una golosina empalagosa sacada del higo. Llevaba a gala un bigotito pelón que le convertía en el doble de Cantinflas y había sido detenido en el año 71 en El Puerto tras asesinar a la mujer con la que se hablaba, Toñi, detenido tras haber vuelto tres noches seguidas a poseer el cuerpo, ya cadáver, de Toñi en el mismo lugar donde la había asesinado estrangulándola con una media. "Estaba allí tan bonita...", dijo. Loco, loco...

El Arropiero se llevaba con él su arma homicida, un arma genética conocida como el cromosoma Lombroso en honor al positivista que afirmaba que el asesino es incorregible, que su impulso de matar está en el código genético. El criminal nace, no se hace, defendía Cesare Lombroso a finales del siglo XIX. La metodología de Lombroso era pobre científicamente, pero durante el siglo XX tuvo sus defensores, incluso Freud tangencialmente. Cuando Jacobs descubrió en 1965 el síndrome de la trisomia, Lombroso resucitó. La clave eran tres letras: XYY. Y aquí entra en juego el doble de Cantinflas detenido en El Puerto, una caja de sorpresas.

Los asesinos y violadores en serie no son XX ni XY en el cromosoma que define la sexualidad humana. Son XYY. El Arropiero tenía esa anomalía genética. El Arropiero era violador y asesino, violento en toda circunstancia, no tenía una sexualidad definida. El Arropiero parecía haber sido puesto en el mundo por Cesare Lombroso en persona.

Cuando fue detenido, confesó 47 crímenes más además del de Paqui, entre ellos el de Francisco Marín, un vecino suyo de El Puerto que apareció ahogado en el Guadalete, una hippie francesa ciega de LSD en Ibiza, un millonario barcelonés que había solicitado sus servicios de chapero, un publicista al que dejó seco de un golpe de karate... De 1964 a 1971, El Arropiero regaba muerte en su vagabundeo.

La policía pudo comprobar ocho de esos crímenes, dio verosimilitud a otros 22 y no siguió investigando los demás. Cuando iba en el coche policial, escucharon por la radio el caso de un mexicano al que se le atribuían 49 crímenes. "Este te gana", bromeó el policía. "Señor inspector" -contestó El Arropiero- "déjeme libre tres días más. No deje que ese mexicano me gane".

Pero al Arropiero no se le juzgó por ninguno de esos crímenes. El Arropiero dio con sus huesos en el manicomio sin más, escondiéndolo del sistema, eliminándolo en su celda de psicópata. Y así el bigotillo se transformó en una larga barba.

La psiquiatra Julia Cano, que imparte Psiquiatría Forense en el Instituto de Criminología de la UCA, afirma que "este personaje tenía una trisomia de los cromosomas sexuales, era XYY, lo que se ha relacionado con la tendencia a la agresividad y la predisposición a la psicopatía así como con problemas en el lenguaje, que El Arropiero tenía. Su madre murió cuando él nació, a los dos años recibió una brutal paliza de un primo mayor. A los 6 años no sabía hablar y era objeto de burlas. Compensa ese defecto con el lenguaje de los puños. Era temido en el colegio. Lo licenciaron de la Legión por epilepsia, no se sabe si simulada. A los 19 ya era proxeneta y temido por su violencia y perversiones sexuales. Se dice que es más frecuente encontrar el XYY entre violadores y asesinos que entre la población general, pero sólo en proporción de un dos por ciento de ellos (0,01 en la población general). Pero también es frecuente que tengan abusos o malos tratos en la infancia. Fue una novedad en los años setenta y se quiso ver en ello la marca Lombroso de criminal nato. Pero hoy en día los estudios no son tan determinantes. Nunca los genes crearán por sí solos un asesino".

Investigadores publicaron en la revista American Journal of Medical Genetics un estudio en el que encontraron el 'cromosoma criminal' en el 1,8 por ciento de los agresores sexuales que examinaron. Pero el autor de la investigación, Peer Briken, del Instituto de Investigación Sexual y Psiquiatría Forense de la Universidad de Hamburgo, matiza que "los factores genéticos sólo son importantes cuando concurren con otros de tipo ambiental. Realmente, la presencia de XYY es rara y no debería preocuparnos como un gran comportamiento antisocial, pero hay que estar atentos a su presencia en los agresores sexuales".

Los individuos con un cromosoma Y duplicado suelen presentar una serie de patrones comunes. Según el instituto de Investigación en Enfermedades Raras del Instituto de Salud Carlos III, los afectados suelen ser altos y delgados, la mayoría presenta un acné severo en la adolescencia y el espermiograma revela generalmente falta o ausencia de espermatozoides. Todo ello coincide con El Arropiero, el mayor criminal de la historia de España, un bruto, un Robinson de los psiquiátricos, un hombre solo, un vagabundo sin infancia, un salvaje que, como el monstruo de Frankenstein, acariciaba con cariño el cadáver de la mujer que había asesinado. Un esqueleto del invierno de Mataró.

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