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DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

Primera decepción

NO hay que ser Sherlock Holmes para deducir que este artículo no habla de Zapatero. Elemental: no se titula La enésima decepción. Un detective sagaz y con conocimiento del alma humana, como el padre Brown, del que este año, por cierto, se celebra el centenario, descubriría de inmediato que voy a hablar de un recién nacido. "¿Por qué?". Pues porque la vida, ay, es tan pródiga en decepciones que la primera ha de ocurrir por fuerza en los primeros días de vida.

La lógica implacable no le quita, sin embargo, dramatismo a este caso. La persona decepcionada es mi hijita y la decepcionante, yo. Es la primera decepción que le doy como padre. ¡Pronto empezamos!, y eso que todavía no ha fijado la vista la criatura. Cuando llora y la cojo en brazos, solícito, lleno de buenas intenciones, ella busca sin perder un segundo el pecho, pero no mi pecho varonil, teóricamente fornido y prácticamente forrado de pelo, sino uno alimenticio, o alimentario, que esas sutilezas del lenguaje a mi niña todavía le dan lo mismo. Lo que quiere es -para decirlo pronto- teta. No la encuentra en mí por más que abre la boca cuanto puede, que es mucho, y rebusca con ansiedad creciente. Rompe a llorar de nuevo. Yo le explico lo del hombre y el oso, pero no le convence, por lo visto y, sobre todo, por lo oído.

En ese llanto a pleno pulmón se puede escuchar, si los tímpanos aguantan, la famosa expresión: "Papá, ¡para una cosa que te pido… y no me la das!"; y esta vez es cierto, porque ella (por ahora) no pide nada más. No soy un experto en psicología infantil e ignoro si a este particular le han dedicado las gruesas monografías y los sesudos estudios que se merece. Que la primera interacción del padre con su bebé sea decepcionarlo tan desgarradoramente tiene que marcar. Ríete tú de Freud y el complejo de Edipo. El complejo del pipo es el primero, y el que pega primero, pega dos veces.

Como ella no para de llorar, uno termina imaginando curiosas modulaciones en su discurso. ¿También arremete mi niña contra la paridad y el Ministerio famoso? "¡Aaaaído, ¿qué pasa con la igualdad, eh, eh? Esto es una desigualdad que clama al cielo!", clama. Bibiana ha ido a protestar al sitio equivocado, contra los medios de comunicación, porque los ve machistas y contrarios a su mensaje. Tendría que quejarse de la naturaleza. Al menos eso es lo que piensa mi hija, y no a tontas ni a locas, sino según su experiencia de la vida.

De hecho, la aparición estelar del progenitor B lo cambia todo. Ahora, entre murmullos muelles y sumamente satisfechos, me parece oírle un susurro que asegura: "Um, mamá: madre no hay más que una".

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