La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Esa bella Cuba triste

INTERMITENTES noticias sobre la bella isla me hacen inevitable recordar con inmenso cariño a Cuba y a mis amigos cubanos de otro tiempo. Porque tuve desde niño el privilegio de conocer, en mi Chile de entonces, a varios cubanos y cubanas, con su habla y entonación características, su simpatía y su alegría de vivir. Fueron esos contactos los que, siendo yo un joven abogado, me facilitaron un buen clima durante mi viaje de trabajo a esa joya del Caribe en 1957.

Gobernaba entonces Fulgencio Batista, militar y presidente legítimo entre 1940 y 1944 quien, al terminar su período, se instaló en Estados Unidos, para volver a Cuba como senador electo en 1948 y que, arropado por algunos de sus conmilitones, derrocó en 1952 al presidente constitucional Prío Socarrás, para lo que contó con el decidido apoyo de Estados Unidos, país al que compensó generosamente con un abierto respaldo al capital norteamericano. Fue contra él que Fidel Castro organizó su fuerza guerrillera, que terminó derribándolo a comienzos de 1959.

La Habana de Batista era, hay que reconocerlo, un hervidero de negociantes, de lujosos hoteles, de activísimo comercio, fuente de transacciones cuantiosísimas. No había libertad política, eso sí, pero con sus innumerables clubes de bien organizado turismo sexual, la capital principalmente, así como las provincias importantes, se habían transformado, al decir de sus gentes, en el prostíbulo de los ricos norteamericanos. La compensación de esta viciosa realidad era la alegría de vivir de sus habitantes y una creciente mejoría económica de la que el pueblo llano se beneficiaba modestamente, mientras los ricos se hacían millonarios.

No obstante, un sector nada desdeñable de progresistas cubanos apoyaban el levantamiento de Castro, a la espera de que su idealismo cambiaría la licenciosa imagen del país, incorporando un socialismo constructivo y promotor de mayor justicia social.

Desgraciadamente, los más de 50 años de férrea dictadura castrista han transformado a Cuba en un Estado pobre y triste, frustrando dolorosa e irreversiblemente a muchos partidarios del Fidel de antaño. Y ahora, la dramática muerte del huelguista de hambre Orlando Zapata y la más que probable de su sucesor Fariñas y de otros que le seguirán, así como las valientes Damas de Blanco, ponen un serio punto de inflexión al régimen de los hermanos Castro. Ya lo dice bien el mexicano Jorge Castañeda el El País (13. 4. 10): "Puede ser una llamarada más, o el principio del fin".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios