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El Pinsapar

Enrique Montiel

Ayer en Jerez

AYER estuve en Jerez. La mañana soleada y quieta, la gente despreocupada por calles bulliciosas… Me encanta Jerez, es una ciudad de dulce. No me duelen prendas: Pacheco fue un Pigmalión de su propio pueblo. Lo puso en lo más alto. Todo lo bueno que le ocurre a Jerez se lo atribuyo íntimamente a Pedro. Jamás he sido andalucista, jamás, pero a cada uno lo suyo. Nunca he sentido ni la menor simpatía por nacionalismo alguno, ni Serbio ni Croata ni Vasco ni Corso ni andaluz. Ni ninguno (español incluido). Me da igual Lequeito que Fene, Úbeda que Cáceres. Porque me considero de todos, por igual. Y le aplico lo que decía mi madre: cinco dedos tiene la mano y ninguno se parece. O sea, un atardecer en Oviedo, un amanecer en el incendio cotidiano -azul y blanco- de Almería, una tarde de otoño en Sevilla, la puesta de sol que ponen todas las tardes en "El Bartolo", oyendo el chapoteo del agua en la modestia de su muro, playón inútil de La Casería cañaílla…

Pero en el haber de Pacheco sitúo la dicha del Jerez de estos días. Como ayer, con su calle Larga hecha un primor, y sus placitas con terrazas llenas de mujeres y niños, sus barrios de piedra antigua, ese trasiego de ciudad viva. Hay que amar a Jerez - quería decir- para haber luchado contra todos los molinos de viento de Jerez y mundo adelante, y sobreponerse a la desidia y el bostezo de que no te entiendan un día. E irse. Pero hecho queda lo hecho, como esta ciudad extraordinariamente hermosa, embellecida y sólida. A la que ahora se le sublevan los concejales, un tropel de nueve -hemos sabido por el Diario. Gravísimo pero no pasa nada, han sentenciado los dueños del tiempo, los chamanes del partido.

Miedo da esa mujer que manda ahora. Pero ya sabe ella de revueltas, porque las provoca; las sorteó en la Plaza de Mina gaditana cuando era Delegada de Educación para hacer la siega, por los pies de algunos. Y en su partido durante la campaña interna en la que venció a Francisco Benavent, que lo tenía todo ganado y todo lo perdió menos la sonrisa, el sentido de la amistad y el futuro de estos días. Llegar dejando un reguero no vale la pena, aunque a ella sí. Lo diga Blanca Alcántara, Antonio Fernández, Mamen Sánchez. Y estos nueve de ahora…

¿Va a llamarlos uno a uno para arrinconarlos contra su propia intimidad de conciencia? Tengo dicho que la jugada está cantada. Pero hay tiempos infinitos en el lapso de la vuelta completa de las manillas de un reló. El problema pueda que sea Jerez. Porque perder es lícito, y democrático. Pero esto, esta cosa de nueve concejales desesperados… ¿Es el límite?

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