De poco un todo

Enrique / García-Máiquez

Giróvagos

IZQUIERDA, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, y un, dos, tres. A primera vista se diría que al PSOE y al Gobierno les ha dado un ataque de nostalgia y se han puesto a bailar la yenka de Enrique y Ana. Con la que está cayendo, que su gran proyecto sea dar giros a la izquierda con la nueva ley del aborto y con la ley llamada de libertad religiosa, marea.

Cuando uno se para un momento a pensarlo, es peor. La política española está hecha un chotis bailado en lo alto de un ladrillo y eso, viendo cómo está el ladrillo, es una actividad de alto riesgo. Lo de Enrique y Ana, además, suena a neocon que asusta: fíjense que después de izquierda-izquierda, cantan derecha-derecha. ¿Cómo se atreven, los muy reaccionarios? España es levógira.

Que no significa que gire levemente ni que nuestros derviches giróvagos (que tampoco son vagos en vista del impulso que imprimen a sus vueltas y revueltas) sean partidarios de la insoportable levedad del ser, aunque lo son. España es levógira porque, según parece, sólo gira a la izquierda. El PP gira al centro, repiten ellos ufanos y egocéntricos. El giro al centro sería como girar sobre uno mismo, pero, como la izquierda lo hace a la izquierda sin que nadie la contrarreste, el centro se desplaza a una velocidad de vértigo. El resultado es siniestro (en el sentido etimológico, al menos) y nos salimos, cataplum, del ladrillo del chotis por el lado de babor.

Releo el párrafo de arriba y caigo en que resulta mareante, pero qué le voy a hacer si es lo que hay. Si pasamos de la panorámica a vista de pájaro, a esta particular vuelta de tuerca que proponen ahora, resulta evidente -afirman en las tertulias radiofónicas- que el Gobierno busca con su giro arrimarse al apoyo parlamentario de Izquierda Unida, Ezquerra Republicana y el BNG, o sea, de los partidos más giróvagos de la conga. Otros añaden, poniendo caras de inteligencia, ya que no de originalidad, que esas leyes son cortinas de humo para que no hablemos de la crisis. A mí, en realidad, me da lo mismo que sean una aritmética de cómputos parlamentarios o una pulsión ideológica irresistible. Después de tanto giro vertiginoso no hay quien sepa ya qué era medio y qué fin. Y menos que a mí todavía le importarán las maniobras políticas al feto al que interrumpan voluntariamente (según la voluntad de otros, no la suya) su desarrollo natural. Por eso, criticaré todo lo que pueda este proyecto de ley de barra libre del aborto, sin distraerme en si la aprueban para esto o para aquello. Lo malo es que la aprueben. Y encima que lo celebren como un giro a la izquierda.

Todos, los más levógiros y los más dextrógiros (si quedan), deberíamos pedirle a nuestros políticos que, en vez de tantas vueltas, fuesen a alguna parte. En el desierto, los que están perdidos, creen progresar cuando no hacen otra cosa que dar vueltas. Que sean a la izquierda no soluciona nada.

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