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La tribuna

rafael Rodríguez Prieto

Cataluña: derechos gratis

ESPAÑA me recuerda al típico personaje de novela decimonónica que, aunque lo tiene todo para ser moderadamente feliz, se empeña en manufacturar su propia desgracia. La sociedad en Cataluña, como en el resto de España, ha abrazado una peligrosa ideología auspiciada por una clase dirigente tan abyecta y necia como incompetente: los derechos son gratis. Que casi la mitad de los electores opten por una candidatura que cifra su programa de gobierno en la consecución de un paraíso, donde hasta las peores enfermedades tendrán cura, explica muchas cosas. Si esta promesa además está trufada de apelaciones, más o menos veladas, a la rémora que constituimos el resto de los españoles para que unos seres superiores se realicen, deberíamos estar alarmados. La mezcla actual entre el individualismo egoísta neoliberal y un etnicismo, que usa la lengua para separar y conformar el "alma de la nación", nos devuelve a un pasado no tan lejano. Todo ello después de décadas de influencia ilimitada en el Gobierno central e impunidad de los timoneles de una independencia anacrónica en un siglo donde las dependencias se solventan en las bolsas, en los consejos de administración de las grandes multinacionales y en la troika. Nada de eso importa. España puede ser el primer país del mundo en que los comisionistas constituyen un estado independiente en vez de ir a la cárcel.

La situación se torna complicada para todas las partes en un conflicto generado y alimentado desde la escuela hasta la empresa subvencionada. Convergència y ERC (Juntos… para destruir) (39,64%) han ganado las elecciones, ayudados por un sistema electoral que beneficia el voto de áreas nacionalistas en detrimento de zonas como Barcelona. A pesar de que el resto de jugadores asumieron sus reglas, precisarán de un apoyo externo al no conseguir la mayoría absoluta. La CUP (8,21%) podría serlo. Este grupo sostiene que la independencia conducirá inexorablemente a la revolución. Esto es todavía más pueril o tardo-adolescente que el paraíso del lacrimógeno Junqueras donde solo hay derechos sin obligaciones. Pretenden transformar la sociedad con 10 escaños y con las mismas familias que llevan décadas gobernando en la sombra. El éxito de este argumento nos da una medida del grado de pereza mental a la que ha llegado gran parte del electorado. Sus posibles socios de ERC -los del tripartito- no se han cansado de decir que estarán en la UE, en la OTAN y en donde haga falta. ¿De verdad que la CUP se cree lo que pregona? Puede que sí: parece ser que la mayoría de sus dirigentes no tienen ni el bachillerato.

En este ambiente surge el clon de Montilla, ungido por el dedo de Pablo Catedrales (Iglesias es poco para él) deseoso de servir a los patrones nacionalistas. La desastrosa estrategia de Podemos (8,90%) hace pensar que, en realidad, no se puede. Malbaratar el legado del 15-M asumiendo el léxico y los enfermizos comportamientos nacionalistas ha tenido un muy justo castigo. Parece ser que Cataluña no es tan different como pensaba y, a semejanza de Andalucía, la marcha triunfal monclovita deberá esperar. El círculo de la Cumplu dio la espalda al legado organizativo del 15-M y generó un partido fuertemente jerarquizado. Si todo marcha bien, estás perdonado. Pero si los resultados no acompañan, y encima apoyas a políticos que, como Tsipras, traicionan a sus votantes y a sus ideas, la cosa puede torcerse. A lo peor, terminan fichando a alguna monja independentista para las generales.

Ciudadanos (17,89%) se ha constituido en una alternativa al nacionalismo. Se podrá estar en desacuerdo con su programa socioeconómico, pero no se le puede negar su gran valor en un ambiente de exclusión sistemática de cualquier hereje a la fe nacionalista. Ciudadanos ha actuado en un contexto hostil con un mensaje claro en favor de la libertad y de los derechos de los ciudadanos frente a los territorios y las proclamas racistas y xenófobas, que en cualquier país generarían rechazo, pero que en el contexto de la permisividad española son admitidas sin el mínimo estupor. El PSC (12,69%) ha purgado su acomplejado nacionalismo, pero ha aguantado su escisión con un buen candidato. El PP (8,49%) ha obtenido lo que se merecía después de años de apoyo a Mas/Pujol y dejación de funciones.

¿Y ahora qué? En un país con unos dirigentes aceptables la situación se reconduciría mediante los instrumentos que prevé el estado de derecho. Desgraciadamente, España es un país en el que un cargo institucional puede planear un golpe de estado sin ser molestado y donde lo inadmisible es una opción, y a veces, hasta una obligación para que no te tilden de facha. La política debiera servir para arreglar los problemas reales de la gente; no para romper sociedades.

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