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José / Pettenghi / Lachambre /

La españolez

LLa españolez queda dentro de la categoría de "Curiosidades asombrosas" y consiste en ser muy español, como si eso se pudiera ser mucho o poco. Se es y ya está. Sin embargo la españolez, creencia tan firme como limitada, sirve para proclamar que uno es más español que los demás españoles. Ya ves.

Es doctrina de ciertos columnistas y tertulianos que, por cierto, favorece al ramo textil, pues el sujeto catequizado de españolez porta, sin venir a cuento, los colores patrios en pulsera, camisa, gorra, cinturón o saca la bandera nacional a la menor ocasión. Sí, pues la españolez atribuye propiedades mágicas a las banderas y ve en las fronteras señales de exclusión, y tal vez de soberbia: lo que nos separa a "ellos" de "nosotros". Algunos, en su delirio, llegan a creer que España es de su propiedad.

Al moverse en el terreno de los prejuicios y de las emociones más primarias, ven enemigos acechando tras cada palabra o cada gesto. Y como su mundo gira en torno al agravio y al victimismo, se topan muy a menudo con algún antiespañol ¡como si se pudiera renunciar a lo que es de nacimiento!

Ahora bien, la españolez también tiene sus paradojas. La primera es la tirria tan tremenda que le tienen al nacionalismo, mayormente al vasco y al catalán, pero contemplan su propia españolez como algo natural, cuando es también otro nacionalismo (obtusa ideología que separa y enemista) igual de rancio e indigesto, sólo que más poderoso. Sin embargo, al ponerse a la misma altura que ellos, les da aliento. Los nacionalismos se complementan, no podrían existir los unos sin los otros: son el ying y el yang, Epi y Blas, la cara y la cruz de la misma moneda.

La segunda es que la españolez suele acompañarse con aspavientos de "yo soy demócrata de toda la vida". Una justificación algo sospechosa.

Y la tercera es que hay quien alardea de españolez y al mismo tiempo engaña a Hacienda, blanquea la pasta o la evade a paraísos fiscales, paga y cobra "en negro", se coge -o autoriza- bajas laborales fraudulentas, entre otras fullerías. Y eso a España no le gusta.

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