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Cultura

Susana Díaz de Vivar entona un canto "a la creación", desde Benot

  • La artista argentina expone por primera vez en Cádiz -donde pasó la infancia y juventud-, quince obras de corte naif que concibe como un regalo a la ciudad · Es la segunda individual que firma desde sus inicios

Susana Díaz de Vivar (Gato frías) Pintura Puede verse hasta el próximo día 16 de febrero, de lunes a viernes en horario de 10.00 a 13.30 horas y de 17.00 a 21.00 horas. Sábados, de 10.30 a 14.00 horas.

Susana Díaz de Vivar, Gato Frías, nació en Buenos Aires, pero pasó más de veinte años de su vida en Cádiz. Aquí llegó con dos años junto a su madre, que es gaditana, una vez que murió su padre, natural de Argentina. Cuando se fue de la ciudad en plena adolescencia se llevó un gran "regalo", dice, y ahora regresa para "devolverlo" en forma de arte naif. Un obsequio que puede recogerse en la sala Benot, donde esta tarde a las 20.30 inaugura la muestra.

Su arte es un arte "ingenuo", reconoce, arte que habla de amor, paz, felicidad y sosiego, incluso en medio de la contienda. Porque es así como concibe la pintura y como entiende la vida. "Soy primitiva y le canto a la creación de la vida, del hombre, de la naturaleza, de la familia. En definitiva, a lo bonito de la vida".

Tanto es así que en las batallas que pinta en panorámica, como fiel seguidora que es de la historia, lo hace desde el amor. "Pinto batallas inventadas, pero trato de plasmar lo que ocurrió. Y aunque también hablo de la muerte, parece que no existe en mi obra". Y es que no se percibe la sensación de horror en sus contiendas, tan selváticas y coloridas como la estampa de una niña paseando por el campo, o de los dulces ángeles de su cuadro Entonación.

Dice la autora argentina que aparte de estas batallas por las que se ha sentido atraída desde siempre, Cádiz está muy presente en su obra. "Con las tertulias de mujeres", porque sus cuadros están repletos de féminas; "en los blancos encalados de las fachadas y en el de los pueblos serranos".

Y como la de Cádiz, cientos de historias se aprecian en cualquiera de sus composiciones. Un entramado de personas y bellos paisajes metódicamente y mimosamente reflejados en su obra. "Soy una gran contadora de historias, de historias buenas y también malas, pero hasta de lo malo saco lo bueno", dice. Porque, a su entender, "la vida nos la ha ofrecido Dios para que seamos felices, pero para ello hay que saber elegir bien. Por eso no me permito ser infeliz".

Precisamente ahora se encuentra pletórica. De hecho, es la segunda vez que en su larga trayectoria pictórica esta argentina afincada en Buenos Aires expone individualmente. "La primera vez estaba en un momento complicado y desde entonces no expongo individualmente", explica.

Ahora, repleta de energía regresa a esta tierra, a la sala Benot, donde presenta quince piezas de diverso formato. Obra que, tal y como recoge Enrique García-Maíquez en el tríptico de presentación de la muestra, es "viva y vivificante".

Así se exhibe, añade, "en sus vivos colores, que saltan a la vista, y su ronroneo de felicidad ensoñadora, y a la vez la agilidad de su técnica, y las suaves superficies vivificadas", explica.

También menciona el escritor "la verdad última de su pintura, tan grande que todo lo comprende". Una pintura que no bebe de ninguna fuente, afirma, pese a recordar inevitablemente al Bosco y rezumar por los cuatro costados las bondades del arte naif. "No tengo escuela. Ni siquiera sabía que era pintora, pero es lo que sé hacer".

Y es que, a fin de cuentas, la pintura naif, de la que se erige como una gran representante, "es la que sale del corazón".

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