Cádiz

Costa Rica imaginada y prestada

  • La exitosa muestra 'Interiores robados' inspira la nueva exposición de Vera Borja y González-Santiago que recrean la geografía de San José en el Teatro Nacional

Un juego de espejos. ¿Qué es Cádiz? ¿Qué es Costa Rica? Figuras casi fantasmales. Escenas de amor, preliminares del sexo. Encajes, escotes generosos. Amplios bigotes. Un bastón. La selva, verde, casi obscena. Salones de baile. Una vieja estación de ferrocaril. ¿Qué es Cádiz? ¿Qué es Costa Rica? ¿Qué existe? ¿Qué no? Personajes fuera de su tiempo en escenas atemporales. Una vela. Manos entrelazadas. Y lo verde, lo provocativo, al fondo. José Manuel Vera Borja y Juan Carlos González-Santiago vuelven a volar, vuelven a imaginar. Esta vez una Costa Rica eterna, sin y con presencia humana. "Una hija que le ha salido a Interiores robados", explican los autores sobre una exposición vástaga legítima de la muestra que exhibieron en Cádiz realizada sobre escenarios muy poco vistos de la ciudad donde recreaban la ambientación de los siglos XVII y XVIII. González-Santiago y Vera Borja vuelven a soñar, vuelven a birlar retales de tiempo para inmortalizarlos en los objetivos de sus cámaras. Costa Rica imaginada, Costa Rica prestada en una exposición que puede verse durante este mes en el Teatro Nacional de su capital, San José.

Cafetería, hall y foyer del hermoso coliseo josefino están salpicados por Imágenes en el tiempo: de Costa Rica a Cádiz', la muestra que los fotógrafos gaditanos han llevado a la capital costarricense dentro del Festival de las Artes de Costa Rica con el auspicio del Ayuntamiento de Cádiz. Así, tanto los autores, como la alcaldesa Teófila Martínez, como la directora del teatro, Jodie Steiger acudieron a la inauguración de la exposición que, al parecer, podría ser el germen de una gran muestra para el Doce que reuniría instantáneas gaditanas, costarricenses y de otros países como Cartagena de Indias, Veracruz o Quito, según dejaron entrever tanto los autores como fuentes del ayuntamiento gaditano.

Al igual que "su madre gaditana", la muestra que se puede ver en Costa Rica constan de cerca de una treintena de fotografías (expuestas, realizadas son muchas más) donde diferentes personajes vestidos a la manera del XVIII y XIX posan y actúan en hermosos palacetes, salones, bellos jardines... Un sinfín de escenarios de San José y su provincia "Pero no es igual que Interiores robados", insisten los autores. Así, Vera Borja y González-Santiago toman la cámara para salir, también, al exterior. Entonces aparece el origen, la raíz, el principio. Conceptos materializados en los espectáculos diarios de la naturaleza que cada día enriquece estos lares. En una flor. En una mariposa. En un volcán En las misteriosas esferas de piedra que se han encontrado en el país.

"Tenemos que dar las gracias a las autoridades costarricenses porque nos han facilitado mucho el trabajo", agradecían los fotógrafos que realizaron las instantáneas en Costa Rica "en apenas nueve días" y con unos medios "bastante buenos", valoraban. Días agotadores en los que visitaban "más de treinta lugares diferentes", aseguran. Del Banco Angloamericano, a la iglesia de Orosi, pasando por las ruinas de Ujarras. "Ha sido un trabajo muy intenso pero creemos que ha valido la pena", afirmaban mirando sus obras sostenidas a su alrededor o proyectadas en una blanca pantalla.

Así, los autores prepararon para la presentación un montaje con lo más granado de las fotografías realizadas en Costa Rica, bastante más que las expuestas. Y es que, la muestra que cuelga en el Teatro Nacional combina imágenes gaditanas de Interiores Robados con las fotografías de Costa Rica. El juego de espejos. El jardín de la casa de la Montera y el comedor de la casa de Lallemand se enfrentan a dos fincas costarriceses como parte de un mismo todo. De un tiempo. De un lugar. El paralelismo entre la iglesia de Orosi y la Fundación Joly con un paso intermedio del Seminario Diocesano. El Oratorio de San Felipe Neri y el Teatro Nacional de Costa Rica. La Bella Escondida. Otra bella, esta de carne y hueso, la bailarina costarricense Mimí Gonzalez. Todos miran, a salvo de los corsés de los minutos, de las horas, de los siglos, de la historia, con la que los artistas juegan al escondite, a los disfraces. Fotografías de una exposición que, posiblemente, contará con un catálogo que se está comenzando a definir. Con los fantasmas, la mano blanca, la llama, las ruinas. Lo verde, intenso, casi obsceno, al fondo.

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