El parqué
Continúan los máximos
Ganadería: Dos Toros de Olga Jiménez -primero y cuarto- y cuatro de Hermanos García Jiménez, de la misma casa ganadera de los Matilla. Correctos de presencia aunque dispares de armas, de juego tuvieron franca nobleza los tres primeros mientras que los restantes fueron más descastados en su juego.
MATADORES: José María Manzanares, de prusia y oro, estocada en su suerte de recibir OREJA con petición de la segunda y bronca al palco, y estocada algo caída OREJA Roca Rey, de blanco y oro, estocada OREJA y media atravesada OREJA Pablo Aguado de burdeos y azabache, tres pinchazos y media estocada trasera, atravesada y caída SILENCIO y pinchazo y estocada OREJA TRAS AVISO INCIDENCIAS: Tres cuartos de entrada con molesto aire de levante. Se desmonteraron tras parear Trujillo y luis Cebadera en el primero y Viruta y Paco Algaba en el tercero. Saludó sin descubrirse Chacón en el quinto y estuvo muy bien con los palos en el sexto Iván García. Debutaron en el palco el presidente Ignacio Vega y el asesor Marcos Cruz
Triunfo de Mazanares, por la clase y temple marca de la casa, y de Roca Rey, por el valor en sendos y descarados arrimones, mientras que Pablo Aguado, que despachó la tarde con los pasajes de más torería malogrando un triunfo por la espada, le cortó la oreja al sexto al son de las palmas por bulerías del respetable, en una buena tarde de los banderilleros
Y fue Manzanares quien cortó la primera oreja de la función siguiendo la partitura de la casa, el temple, la despaciosidad y la cadencia, con el percal y la franela, en un elegante trasteo que cimentó con la mano derecha.
El toro, bondadoso y noble, fue perfecto colaborador pero no el viento. Manzanares dejó dos cambios de mano por delante de antología, presagio de de unos naturales que no llegaron.
Ese fue el pero de la faena del alicantino, que se limitó a ensayar con la ayuda el toreo al natural, que pese a estar a sotavento, sin convencimiento, no cristalizó. La estocada, en su particular modo de ejecutar la suerte de recibir, fue el gran remate pero el palco, pensamos , entendió con buen criterio que la faena no había sido completa y denegó la segunda oreja.
En esta orejera plaza el público está acostumbrado a presidentes de gatillo fácil, y se enfadó. Nada hay mejor para devaluar una faena de mérito como premiarla en exceso. A ver si cobra importancia de verdad lo que es una oreja de ley en El Puerto.
Manzanares, no se aburrió ni mucho menos y puso mucho en la lidia del cuarto, que pese a su falta de fuerzas sacó su fondo ante la porfiona muleta de Manzanares. El torero empujó mucho al toro y le sacó todo lo que tenía, con la voz y la tersa muleta engolosinando al embestida. La firma de la casa con el de pecho al hombro contrario fue el gran remate.
Roca Rey fió sus dos actuaciones al valor, en sendos arrimones a dos dedos de los pitones haciendo el péndulo con la muleta quitada a la espalda. Cierto es que en su primer toro, noble, aunque protestando por su falta de fuerza, en el toreo fundamental sus naturales no tuvieron el eco del respetable y se aseguró el triunfo a base de mucho escalofrío entre los pitones.
Con el quinto, más deslucido, descastado y soso, buscó las cercanías sin más trámite, adentrandose con valor en los terrenos del toro en un nuevo alarde que puso en pie a los tendidos más cercanos. El torero, resuelto y con sitio, gobernaba las acometidas llenandose la taleguilla de babas. Una media travesada dejó al toro en unos minutos de agonía pero la oreja subió sin más disputa al marcador del más que valeroso hispano peruano.
Pablo Aguado dejó a mi juicio los pasajes más toreros de la tarde, insisto. Su primero fue distraído de salida lo que no impidió la naturalidad, el temple y despaciosidad de los perseguidores lances del sevillano.
Se quedó crudito en el monopuyazo el toro pero Aguado, en una primera serie andándole sensacional y sin aspavientos, le dio su añadido de castigo toreramente, para comenzar un recital de buen toreo y temple. El manso de salida fue entregándose con el resultado de cambios de mano y ayudados de cartel. El mal uso de la espada malogró un seguro triunfo.
El quinto salió topando el capote y haciendo cosas feas, saliendo de la suertes a su aire y obligando a un segundo picotazo. No era toro de fiar pero al final se tragó los decididos cites de Pablo Aguado que, de nuevo, dejó pasajes de alta calidad ligando con torería el toreo fundamental con bonitos cambios, ayudados, molinetes, dejando al público tocando palmas a compás. Hoy más.
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