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FÁTIMA DÍAZ

Un cásting para dar guerra

La versión famosos de 'Ven a cenar conmigo' destila mal rollo y vergüenzas ajenas

Las dos entregas que se han emitido hasta ahora de Ven a cenar conmigo Gourmet Editión, en Cuatro los martes, nos han dejado risillas, momentazos televisivos como la falsa gatroenteritis de Ana Obregón y vergüenzas ajenas como la incomodidad de Lucía Etxebarría, quien no ha tenido ningún inconveniente en reconocer que aceptó participar en el programa por dinero. Así de claro. Un spin off del Ven a cenar conmigo con anónimos que está cosechando mucho mejores resultados de audiencia, aunque sólo sea por ver decir a Víctor Janeiro ante un Van Gogh: "Otro artista muy grande, muy grande, muy grande. E hizo una faena para cortarle una oreja, ¿no? (risas). Esto lo ha pintado... con un pincel. Pintura..."

Con la misma estructura que el de ciudadanos de a pie, los excelsos Ana Obregón, Víctor Janeiro, Rappel y Lucía Etxebarría compiten por ser el mejor anfitrión, cada uno a su manera y dejando bien clara su forma de ser. A la legua se nota que el cásting de famosos no ha dado puntada sin hilo, con el propósito claro de causar polémica e incluso, yo diría que para dar guerra. Si no, no se les hubiera ocurrido juntar a Etxebarría, quien se declara abiertamente antitaurina, con un torero como el pequeño de los Janeiro. El mal rollo se masca en el ambiente entre ellos; y más aún: el abrigo de pieles que eligió Rappel para su outfit el día que cenó en la casa de la escritora fue recogido con cara de asco por Etxebarría, y el gesto le sentó como una bofetada con la mano abierta al vidente.

La segunda cena, la celebrada en casa de Rappel, destiló algo de mejor ambiente. Pero tampoco se crean. Su casa con inmenso jardín budista y piscina interior incluida generó tanta sorpresa que Etxebarría pidió al vidente que la adoptara. "Yo ya me lo he pedido antes", añadió el siempre divertido Víctor, a quien le toca la semana que viene deslumbrar al resto con su cena, aunque él ya estaba seguro de que "Rafael" (Rappel) iba a ser el triunfador: le dio un 10 y se quedó encantado con una velada en la que no faltaron ni los mariachis al final.

La gastroenteritis de Ana Obregón, a la que -al parecer-, le toca la cita final, es sólo comparable a su excesiva gesticulación ante las cámaras. Todo mentira. Ni siquiera es una buena actriz. Lo más divertido de todo es que Rappel, con más tiros dados que la bandera del Tercio, la ve venir a la legua, y el hombre se ríe encantado de sus ocurrencias. Es Anita la Fantástica, no lo olviden. Ante el jamón curadito y el volcán de chocolate de postre de Rappel se le pasaron todos los males estomacales a la mujer. Lo de Lucía Etxebarría es otro cantar; se pasa un mal rato viendo pasar un mal rato a alguien. El dinero no tendría que pagar según qué ridículos televisivos.

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