TV-Comunicación

¿Pagamos a escote?

  • De nuevo una noche re-vieja y anodina, donde el foco no estaba ya una pifia de Canal Sur sino en el modelo-escaparate de Cristina Pedroche.

Cristina Pedroche, con el vestido que lució para dar las campanadas.

Cristina Pedroche, con el vestido que lució para dar las campanadas. / M.G.

A la altura de lo que han sido las programaciones de la cadenas en este lánguido 2016 la noche para despedirlo y recibir al siguiente año no iba a ser diferente. El conservadurismo en todos los aspectos marcará 2017 y en el caso televisivo seguirán estas parrillas sin riesgos, que nos sabemos de memoria, con experimentos muy gaseosos y mucho miedo para que no mengüen las carteras de clientes. Ante esas estábamos en esta Nochevieja, noche vieja, revieja pelleja, en la que nos podíamos anticipar con el mando qué íbamos a encontrar en cada número. Galas de Moreno en La 1 y en Telecinco, con cantantes tan repetidos como los decorados; autozapping con karaoke en Antena 3; El club de la comedia en La Sexta; refritos de series en Cuatro y en la miríada de cadenas temáticas; el Cachitos, impagable montaña rusa de sonsonetes, en La 2. Y Yo soy del Sur en Canal Sur. En las campanadas aparecía Toñi Moreno que viene a ampliar su presencia entre nosotros para que la autonómica se afiance como una cadena temática del maríadelmontismo, triste traslación hueca del actual gobierno andaluz. Una cadena que pagamos todos para que sea del gusto de unos pocos. Pero en este sábado disfrazado de fecha sin día el trofeo de cadena más casposa estaba bien reñido.

No, efectivamente, los programadores no se acordaron de nosotros. Seguro que en su casa usted, un año más, se acordó de ellos. Llevamos un lustro sin cambios en las Nocheviejas, sólo rotan algunos presentadores y cantantes, los secundarios, para llegar en algún momento al mismo punto de la actuación de David Bustamante, Silvia Abril en Tu cara me suena y Anne Igartiburu presumiendo de prestancia.

Ya no era el año para ver si Andalucía volvía ser el motivo de cachondeo (todavía nadie en Canal Sur ha aclarado oficialmente qué ocurrió en 2015), así que el foco de las uvas estaba en el modelo de Cristina Pedroche, en Antena 3, de la mano de un Chicote en el educado papel de padre de la novia. ¿Feo, estridente, deslumbrante? Lo que es seguro es que ese lujoso corsé-bañador de Pronovias no es para una fiesta, ni para el photocall de un estreno, es sólo un lucido escaparate del que se benefician todos los implicados. Entre La Mujer Maravilla, Pinito del Oro y las bambalinas de un palio (son delicadas piezas bordadas en plata), Pedroche se salió con la suya y la cadena también, corriéndose el capote (con perdón) de la sorpresa tras un intermedio con calzador. En esas estamos ya en estos 31 de diciembre. A escotes. En modo 1988. En audiencia Antena 3 habrá recortado distancias con la líder habitual, La 1.

Ahí nos estaba esperando Anne Igartiburu, prevista y segura, de nuevo de rojo con firma de Lorenzo Caprile. Sin fallar, controlando el tiempo ante una multitud madrileña descafeinada como obligan los tiempos actuales, y junto a una pareja que mejoró en su reválida. A TVE sólo le va rebién con Masterchef y por eso brindaban Jordi Cruz y Pepe Rodríguez, ya sin la impresión del debut. A continuación se quedaba con el personal la presentadora culinaria, Eva González, y un Santiago Segura que a su presencia en el especial maratoniano le unía la narración del Viaje al centro de tele (una pequeña pseudonovedad para el tostón).

Otra pareja elegante era la formada por uno habitual en la lid, Carlos Sobera, y Lara Álvarez, que en Mediaset no quiso emular a Pedroche. Telecinco estuvo comedida en las campanadas y se llevó frente al reloj al éxito de Cuatro, First Dates. Sobera mostró su nuevo amor, el remate de esta historia junto a sus enamorados compinches del dating, Lidia y Matías. Un paréntesis dulzón entre tanto Sálvame, entre el fiasco de GH y un inminente GH VIP con olor a gasolina.

Frente a Pedroche su amiga Irene Junquera parecía que iba de novicia con su muslamen de traje negro y la sonrisa radiofónica de Frank Blanco en La Sexta. Antes de las campanadas hubo un Zapeando con sensación de directo (ahí estuvo el escote más generoso, el de Lorena Castell) que había sido la mejor opción, incluso por encima de las heterodoxas versiones musicales de Cachitos. Ya decía su presentadora, Virginia Díaz, que había que tener algo de material para 2036.

En Canal Sur, desde Huelva, tenían bastante con que no ocurriera nada grave. Toñi Moreno lucía un elegante modelo de cóctel de Rosa Clará, pero ideal para una madrina. El malagueño Miguel de Miguel, de pajarita roja (aquella ocurrencia del cesado Antonio Ramírez, el de las comisiones en su bar), merece más oportunidades en nuestro país.

La espera de las uvas, en su 17ª ocasión, recaía en La 1 en José Mota, clonado a sí mismo hasta el cansancio (en modo Que te den concurso de Martes y Trece, que marcó el declive de la pareja allá por 1992). Operación And the Andaran aprovechaba el arranque de Perdidos, una evocación un poco a trasmano a estas alturas, para partir desde nuestros políticos principales a modo de robinsones, mientras el propio cómico debía suplantarlos, en una metahistoria personal que funcionó a medias (rulará por las redes lo mejor, como lo del Centro médico del político corrupto). Por cierto, entre nuestros "principales" políticos no está Pedro Sánchez. Antonio Hernando iba de cascarón de huevo, aunque Mota no se resistió a meterse en la piel de Susana Díaz.

Y en la de Juan y Medio. Pese a la destreza en las imitaciones (el manchego borda a Felipe VI) o el guiño de cara al zapeo internacional con Trump, el relato continuado de And the andaran, con remate facilón de El planeta de los simios, carecía de gags contundentes. Y eso es un defecto cuanto en twitter aguardan a cada rato un millar de golpes de ingenio.

De nuevo, una nochevieja anodina. A lo mejor un regalo que no sabemos valorar visto cómo se las gastan en otros lugares del globo.

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