Opinión

Cooperativismo agroalimentario, el modelo de la Andalucía del futuro

  • Mañana no podremos hablar de la Andalucía rural si nuestras instituciones dejan de apostar por un modelo de personas, con denominación de origen, moderno, innovador, dimensionado, plural y profesionalizado

Manipulación de fresas en una cooperativa.

Manipulación de fresas en una cooperativa.

Hablamos continuamente del mañana. De cómo avanzamos hacia la Agenda 2030. Insistimos en los objetivos. En cómo cuidar mejor el entorno, en cómo ser más eficientes, en cómo tener un mayor bienestar… Si bien se nos olvida un factor clave en este camino: el talento de las personas. El futuro de nuestra tierra depende directamente de la sociedad, de una ciudadanía que tenga oportunidades de empleo estable y de crecer.

Son precisamente las personas el pilar sobre el que se sustenta un modelo como el cooperativismo agroalimentario. Familias dedicadas a la agricultura y a la ganadería que decidieron no abandonar sus pueblos, apostar por la tierra y ejercer una de las profesiones más dignas: la de alimentar a la sociedad. Profesionales que un día entendieron que la unión de sus esfuerzos en una única estructura regida por principios democráticos y de cooperación era la manera más rentable y competitiva de desarrollar sus explotaciones. Que apostaron por las cooperativas.

En estas empresas han desplegado sus aptitudes a favor de un modelo económico que apuesta por la dimensión, por la profesionalización, por la innovación y por la internacionalización. Con su decisión y valentía, estas más de 290.000 personas en Andalucía han hecho de las cooperativas agroalimentarias estructuras empresariales flexibles, sensibles a las necesidades de su base social y del consumidor y resilientes a las disrupciones económicas, políticas e incluso sanitarias que hayan sobrevenido.

El futuro de nuestra tierra depende directamente de la sociedad, de una ciudadanía que tenga oportunidades de empleo estable y de crecer

Esta estrategia ha convertido a la economía social en un referente del sector agroalimentario andaluz. De las personas asociadas a las cooperativas andaluzas depende el 50% de la producción agraria de la comunidad; un dato que se eleva hasta el 70% en cultivos como el olivar. Los alimentos de nuestras cooperativas son por sí mismos productos con valor. En su forma de producirse, en su proceso de transformación y en lo que su comercialización aporta. Cuando una sola persona compra un alimento producido por nuestras familias de agricultores y ganaderos está invirtiendo en el futuro de su entorno.

La economía social agraria es también un baluarte económico. No podemos olvidar que la actividad de las 650 cooperativas agroalimentarias de Andalucía representa más de un 5% del Producto Interior Bruto y es el sustento económico de las zonas rurales, donde no dejan de crear oportunidades de empleo. De hecho, más pronto que tarde, tendremos entre nuestras cooperativas facturaciones por encima de los 1.500 millones de euros, fruto del esfuerzo para crecer, diversificarse, comercializar su producto e internacionalizarse. Por tanto, cada euro invertido en una empresa de economía social revierte en sus personas asociadas y es un euro invertido en el presente y el futuro de Andalucía.

Pero, sobre todo, nuestras cooperativas son un ejemplo a seguir dentro y fuera de nuestras fronteras. Tal y como avala el hecho de que 15 de las 20 cooperativas españolas más exportadoras son andaluzas. Especialistas en frutas y hortalizas, aceite de oliva, aceituna de mesa y producciones ganaderas, entre otros cultivos, que han internacionalizado el saber hacer y la excelencia agroalimentaria del territorio. Son la despensa de Europa y algunas de ellas son marcas de referencia en mercados tan exigentes como el estadounidense. Pero, sobre todo, exportan el sabor de Andalucía por todo el globo terráqueo.

Y todo ello desde casa. Las cooperativas agroalimentarias son del territorio. No se deslocalizan, crean oportunidades en su entorno y reparten la riqueza entre sus personas asociadas. Son empresas sostenibles en el sentido más integral de la palabra. Allí donde hay una cooperativa hay vida. Así lo muestra el hecho de que Andalucía es de las pocas comunidades autónomas donde resulta complejo hablar de la España vaciada.

Las cooperativas agroalimentarias son del territorio, no se deslocalizan, crean oportunidades en su entorno y reparten la riqueza entre sus personas asociadas

Por todo ello, los y las cooperativistas no cejaremos en nuestra defensa del modelo. La administración tiene que ser sensible a la idiosincrasia de la economía social agroalimentaria y ser coherente con sus demandas. Si nos alientan a ser más grandes y competitivos, tienen que facilitarnos el desarrollo con políticas y medidas fiscales. No tiene sentido que dimensionarnos después tenga un coste mayor en forma de impuestos. Alentarnos desde la palestra no es suficiente. Necesitamos medidas reales y acordes para acercarnos a la excelencia del modelo europeo, donde las cooperativas agroalimentarias lideran rankings empresariales y son marcas de referencia para los consumidores locales. No dejaremos de recordar que el apoyo económico e institucional a nuestras empresas avala la sostenibilidad del modelo, pero también garantiza el crecimiento de Andalucía.

Porque una cosa está clara, mañana no podremos hablar de la Andalucía rural si nuestras instituciones dejan de apostar por un modelo de personas, con denominación de origen, moderno, innovador, dimensionado, plural y profesionalizado. Sin cooperativas agroalimentarias perderemos nuestra esencia, porque el futuro de Andalucía tiene sello cooperativo.

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