Una procesión entre zambombas, palillos y panderos
La Virgen del Buen Fin protagoniza uno de los actos centrales de su 75 aniversario con el traslado de la Catedral en una noche de la Inmaculada en la que Cádiz ya celebra la Navidad
Así pasó la Dolorosa de la cofradía de Sentencia por la iluminada plaza de San Juan de Dios
Las imágenes del traslado de regreso de Buen Fin en su 75 aniversario
En las terrazas de los bares seguían sonando villancicos esta tarde de lunes, en las cada vez más extendidas zambombas que los hosteleros contratan a los más variados grupos que se crean para hacer su particular agosto en diciembre, o de manera improvisada en alguna mesa con espíritu navideño; y en Cobos se hacía el silencio de un cortejo que avanzaba con guiones de varias cofradías, cirios en las manos y una Virgen, la de Buen Fin, en su paso. En San Juan de Dios sonaba por primera vez en la tarde la oleada de villancicos que remata cada hora la Niña Pastori con sus zambombas, palillos y panderos; y en Nueva avanzaba la Virgen a los sones de Coronación de la Macarena, en esa versión descafeinada que permitía el limitado acompañamiento musical autorizado por el Obispado para la ocasión. Cuestión esta última que daría para otra página (que la habrá).
La Dolorosa de Sentencia ha protagonizado este lunes de la Inmaculada uno de los actos centrales del 75 aniversario de su bendición. Un traslado desde la Catedral, donde esta mañana presidía sin presidir la misa que ha supuesto el estreno del administrador apostólico, Ramón Valdivia, en lides cofradieras; y que era, al mismo tiempo, la función que cada 8 de diciembre celebra Sentencia a la única Dolorosa que le queda a Cádiz del recordado Miguel Láinez Capote.
Cerca de un centenar de hermanos de la cofradía ha acompañado a la Virgen en este regreso a la Merced; y junto a ellos, cofrades de Siete Palabras, la Merced, Santo Entierro, Medinaceli, Sanidad o La Palma. Todos ellos formaban un cortejo que abría el Simpecado de la cofradía, que semanas atrás se pudo contemplar con detalle en la exposición desarrollada en la sede de la Fundación Cajasol.
Cerrando la comitiva, la Dolorosa del Buen Fin, bendecida el 12 de marzo de 1950 y celebrando, pues, los 75 años reinando en las Canastas, como le gusta decir a la gente de la hermandad. Para la ocasión lucía una de las sayas que tiene hechas con un traje de luces donado por un torero, fruto de esa estrecha relación que mantuvo la hermandad décadas atrás con la tauromaquia y las tradiciones españolas (ahí siguen las mantillas muy presentes en el cortejo del Miércoles Santo, aunque este lunes no se vio ninguna en el cortejo) por medio de la fundación Fuentes Amaya. Así como la primera corona procesional, que hace unos años restaurara el taller de Hermanos Cosano.
En su paso pero sin el palio bajo el que procesiona cada Miércoles Santo, la Dolorosa ha estado iluminada por candelabros en las esquinas del paso y varios cirios de la candelería delante, así como los candelabros entrevarales de su palio. Esta inusual disposición ha dado más colorido aún al paso de la Virgen por la plaza de la Catedral, la calle Nueva y, sobre todo, la Plaza de San Juan de Dios, cuando ha cruzado la calle central bajo los arcos lumínicos dispuestos este año en el exorno navideño de la ciudad, antes de subir por las Canastas y Merced a su iglesia con el acompañamiento de las marchas interpretadas por la veintena de músicos de la banda Álvarez Quintero de Utrera. Un oasis cofradiero en medio de esta Navidad adelantada que volvía a hacerse presente en San Juan de Dios con esos villancicos que subidos de decibelios repiten repertorio cada hora, rematados por las zambombas, palillos y panderos de Niña Pastori.
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