“No tengo la menor duda, irnos a San José fue un acierto completo”
Ignacio Ortiz | Premio Bartús
El que fuera hermano mayor de Borriquita recibe este sábado el galardón Bartús de su hermandad de toda la vida
“En las cofradías se viven desengaños y también experiencias positivas”, avisa
Lleva prácticamente toda su vida vinculado a Borriquita, y desde que tiene mayoría de edad pertenece a la junta de gobierno, en la que ha ocupado diversos cargos, incluido el de hermano mayor en dos etapas diferentes. Esta noche, Ignacio Ortiz Acero (marzo de 1963), director médico del hospital de San Rafael, recibirá el galardón Emilio Bartús que reconoce su entrega por la única hermandad a la que pertenece.
–¿Qué es para usted la Borriquita?
–El lugar donde vivo mi fe en Cristo y en el Evangelio. Y también mi entorno de seguridad; es decir, donde estoy con los amigos, donde trabajamos en el campo que me gusta. Es una devoción, más que una obligación pese a los años que llevo trabajando.
–¿Por qué Borriquita?
–Mis padres vivían en García Carrera, pero eran asiduos a la parroquia de San José. En aquella época, estamos hablando de finales de los 60 y los 70. Mi primer recuerdo de un paso en la calles es la salida de Jesús de la Paz por la puerta de San José. Siempre tuve ese deseo de inscribirme en la hermandad, pero mis padres que eran vasco y extremeña, eran profundamente religiosos pero no entendían la forma de vivir la Semana Santa en Andalucía. Por eso no me hicieron hermano desde mi infancia. Lo hice con 12 años, aunque debo reconocer que no fue el primer hábito nazareno que vestí, estuve muchos años vistiendo el hábito del Perdón, porque un buen amigo mío, que entró conmigo en la Borriquita, era hermano del Perdón y sus padres se hacían cargo de mi salida..
De Borriquita desde los 12 años
"Mi primer recuerdo de un paso en la calle es la salida de Jesús de La Paz por la puerta de San José”
–¿Cómo es su Domingo de Ramos?
–Es complicado. El Domingo de Ramos nos jugamos en un día el trabajo de todo un año. Las juntas de gobierno en nuestra ciudad hacen un verdadero milagro para sacar su hermandad, y el éxito se valora por condicionantes que muchas veces no dependen de ti. Hemos pasado Domingos de Ramos de mucho sufrimiento por culpa de la carga, hasta el punto de decir algún compañero de junta que era el peor día de la cofradía, y eso es muy duro. Hemos tenido la negativa del mundo de la carga para hacer una estación de penitencia correcta y nuestros pasos no han contado con los cargadores necesarios. Pero como nada es eterno ni hay mal que cien años dure, ahora parece que estamos en el camino. Se ha hecho una labor importantísima, se ha hablado con todos y cada uno de los capataces de la Semana Santa de Cádiz salvo los del Domingo y Lunes Santo por respeto a esas hermandades, y conseguimos este año una estación que en líneas generales fue muy positiva.
Pese a todo esto que te cuento, yo el Domingo de Ramos intento abstraerme y volver al Domingo de Ramos de mi infancia, o a las salidas desde el Carmen por ese recorrido espectacular que es la gran pérdida de la hermandad con el cambio de sede.
Además, tengo la fortuna de que el Domingo de Ramos en mi casa se vive en plenitud. Es posiblemente el día más importante del año en casa, un día irrepetible que vivo con ilusión.
–¿Se viven muchos sinsabores en las hermandades?
–Muchísimos. Muchas veces todo el trabajo de un año es valorado por un momento concreto de una salida, un fallo en la carga o muchas cosas; y cuando tienes responsabilidades, uno toma decisiones pensando siempre en el bien de la hermandad, aunque todo el mundo puede equivocarse, y esas decisiones te cuestan incomprensiones incluso pérdida de amistades. A veces también te sientes desamparado por quienes debían defender el mundo de las hermandades. Se viven muchos desengaños, aunque también se viven muchas experiencias positivas y muchos momentos de compartir.
–A usted le tocó asumir como hermano mayor el cambio de sede canónica. Ahora, con cierta perspectiva, ¿acertó la cofradía con el cambio a San José?
–No tengo la menor duda. Fue un acierto completo. A mí, de hecho, me pareció en su momento un error irse de San José. En aquel momento, 1986, la hermandad tenía una nómina de mil doscientos largos; y volvió con seiscientos pocos. En treinta años en el Carmen la nómina se redujo casi el 50%.
A eso hay que añadir la vida diaria de San José, con todos los actos, todos los cultos y todos los grupos que tiene. Eso no quita que nuestro paso por el Carmen fue magnífico, si ponemos en una balanza las cosas positivas ganan generosamente comparado con los malos momentos que hayamos podido pasar por allí.
Pero es que, además, hay que tener en cuenta que el cambio era absolutamente necesario. No podemos olvidar que la hermandad no es la que plantea el cambio de la sede, sino que los padres carmelitas entendían que no nos podían atender desde el punto de vista espiritual y que tampoco podíamos utilizar la iglesia del Carmen como sede, excepto para la posible salida procesional, por sus planes para tener allí una hospedería. No había otra opción, celebrar todos los cultos en la capilla era inviable para los cultos de Cuaresma, los cultos de la Virgen o la fiesta de Cristo Rey. De hecho, intentamos celebrar esos cultos en iglesias cercanas, pero no se llegó a ningún resultado positivo.
En esas fechas hablé y contacté con muchos sacerdotes, párrocos y rectores de diferentes templos, la única opción válida fue la de San José, gracias al Padre Salvador que desde el minuto uno nos abrió las puertas, cosa que no puedo decir de todas aquellas personas con las que hablé. Y me moví mucho.
–Extramuros sigue siendo una cuenta pendiente de las cofradías con la ciudad o de la ciudad con las cofradías. ¿Por qué?
–Porque es muy difícil llevar el día de la salida una hermandad de extramuros hasta el centro. Nosotros vinimos viviéndolo en los últimos años y damos fe de ello. Nosotros tenemos una forma de Semana Santa y de portar los pasos que hacen difícil plantear salidas con largas distancias, y eso afecta mucho. A eso súmale que la mayoría de iglesias de extramuros no están preparadas para soportar la salida de una hermandad desde el punto de vista arquitectónico y de intendencia. Es una pena, no podemos olvidar que el 65% de la población de Cádiz vive en extramuros, mientras que en el centro hay feligresías que bajo mi punto de vista tienen overbooking de hermandades. Creo que hay que hacer un planteamiento serio, un cambio de filosofía de nuestra Semana Santa, para que las hermandades puedan salir a extramuros o se puedan formar allí otras nuevas.
–¿Qué supone el Premio Bartús para un hermano de toda la vida e implicado siempre en la primera línea de acción de la hermandad?
–En primer lugar, tengo que decir que tuve la suerte de conocer, trabajar y aprender de Emilio Bartús, que fue uno de mis mentores. Él era muy humilde y trabajador, muy creyente y sobre todo un enamorado de la Virgen del Amparo. Vi también la creación del premio estando él en vida, una propuesta genial de Francisco García Pasaje siendo hermano mayor Manuel Fernández Jaldón. Y recibir ahora ese premio es un orgullo.
Tengo que decir que me costó aceptarlo, porque yo siempre había vetado la posibilidad de que un miembro de la junta de gobierno recibiera el premio, salvo la excepción más que merecida de Juan Pérez. El premio ha entrado por la puerta de atrás. Hubo una discusión importante entre la junta y yo, y no fui capaz de convencerlos. Es el primer premio Bartús que no se concede por unanimidad, porque me abstuve, como es lógico.
–Recibirá el premio el mismo día que el nuevo alcalde toma posesión. ¿Qué debería hacer o tener en cuenta el equipo de Bruno García al respecto de la Semana Santa y de las cofradías de Cádiz?
–Lo primero es tratar a las hermandades como lo que son, asociaciones de la ciudad como cualquier otra. Y por eso deben tener los mismos derechos que el resto de cara a subvenciones o cesión de locales, por ejemplo. Creo que la suma de la nómina de hermanos en la ciudad hace un número importantísimo de gaditanos que su visión de la ciudad debe ser valorada, teniendo también en cuenta la importante labor social que hacen las hermandades. Y creo que debe seguirse trabajando en el enriquecimiento de las hermandades y de la Semana Santa; tenemos ciudades cercanas, San Fernando por ejemplo, donde la carrera oficial cuenta con una dignidad y una puesta en escena magnífica, mientras que la de Cádiz es muy mejorable. Hay que poner a las hermandades en su justa medida, y sin mirar a ninguna otra fiesta de la ciudad, deben ser más equitativos.
–Ha hablado de la carrera oficial. ¿La cambiaría o le vale la actual?
–Aquí siempre decimos y es cierto que la Catedral está donde está y no se puede cambiar, y las hermandades salimos para hacer estación de penitencia allí. Para mí, ese debería ser el final de la carrera oficial, porque el recorrido actual encorseta a las hermandades. Terminar en la Catedral conllevaría a realizar recorridos muy distintos cada hermandad, facilitaría el regreso a extramuros que es importante si queremos potenciar esa parte de la ciudad, y daría beneficios sin necesidad de alargar la carrera oficial por su inicio, porque hay formas de colocar más sillas, palcos o gradas. Aunque hay que reconocer el trabajo que está haciendo el Consejo para mejorar la carrera oficial, que no es fácil.
–Hermano mayor en dos etapas, cargos de relevancia desde hace mucho tiempo, Premio Bartús… ¿seguirá trabajando Ignacio Ortiz en la hermandad?
–Tengo 60 años cumplidos, y me siento en mi plenitud personal, profesional y cofrade, así que estaré a disposición de lo que la hermandad me demande. A mí me gustar seguir trabajando en la hermandad, y lo voy a seguir haciendo, ya sea dentro o fuera de la junta. Yo creo que cuando uno vive la hermandad como la vivo yo, su dedicación es completa. Pienso que nadie es imprescindible, pero que todos tenemos que aportar todo lo posible. No le veo sentido a dedicarme como he estado estos últimos años y dentro de dos años desaparecer. No lo concibo.
–El mejor recuerdo de su hermandad…
–Es difícil elegir uno. Hay momentos inolvidables. El mejor posiblemente es cuando mis dos hijos hicieron el recorrido completo con su hábito de nazareno. De pequeños eso es difícil, pero cuando salen y entran, y luego los ves tomar responsabilidades y trabajar por la hermandad, es muy positivo. Y lo que recuerdo con más cariño es cuando nos dieron el título de sacramental, después de treinta años con la guarda y custodia del Santísimo.
En negativo
"El peor recuerdo de mi hermandad fue el comisariado. Por eso me duele tanto lo que está pasando en El Huerto”
–¿Y el peor que se pueda confesar?
–Sin lugar a dudas, el comisariado. Esos ocho meses me encontré absolutamente indefenso, con todo el mundo dándome la razón en privado pero no se atrevían a decir la realidad en público. Y ya no solo por un tema personal, sino por lo que sufrió la hermandad esos ocho meses. Por eso me duele tanto lo que está pasando en El Huerto, porque eso destroza una hermandad y le hace muy difícil levantarla.
–¿Cree que se coronará la Virgen del Amparo?
–No sé, esa es mi ilusión. Te puedo asegurar que nunca jamás habíamos planteado en el seno de la hermandad solicitar la coronación de la Virgen, pero en ese momento se dieron una serie de circunstancias que plantearon esa posibilidad, y no fue un paso adelante a ciegas, sino que se meditó y se consultó. Ahí está la solicitud, la hermandad sigue trabajando y yo espero que nuestro prelado actual u otro futuro tenga a bien estudiar el expediente. Esa es mi ilusión y la de todos los hermanos de la cofradía, pero no nos agobian los tiempos, tenemos suficiente paciencia.
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