obras en el observatorio de marina | Un nuevo edificio para seguir a la vanguardia

La fábrica del tiempo

  • La sección de hora prepara la puesta en marcha de su nuevo laboratorio para 2016, unas instalaciones únicas que empiezan a tomar forma junto a Torre Alta

A simple vista tan solo parece una construcción más. Paredes e ladrillo, cemento, hormigón... Sin embargo, el edificio de dos plantas que toma forma junto a Torre Alta es único. Está destinado a convertirse en unas instalaciones científicas punteras, en el laboratorio de tiempo más moderno y preparado hasta ahora conocido en España. De hecho, pocos centros científicos estarán a su mismo nivel cuando se ponga en funcionamiento. "Acaso dos o tres en todo el mundo", apuntan desde la sección de hora del Real Instituto y Observatorio de la Armada, el ROA.

Las nuevas instalaciones empezaron a construirse en verano de 2014 al otro extremo de la parte más conocida de este recinto militar, la del histórico y emblemático edificio de la cúpula, que es además una de las señas de identidad de La Isla. Entre una y otra dependencia median más de 250 años de historia aunque ambas muestran un paralelismo evidente que resume el espíritu y la trayectoria del Observatorio de Marina. En cierto modo, la dos edificaciones comparten la misma vocación -la de estar en la vanguardia de la ciencia, hace dos siglos y medio y ahora- y la misma inquietud: el tiempo. Si allá por el siglo XVIII aquí se preocupaban de resolver el problema de la longitud para determinar la posición en alta mar -uno de las grandes cuestiones científicas de la época- ahora se trata de fabricar el segundo, de definir con la mayor precisión posible una escala de tiempo acorde con los parámetros universales, de reducir el ruido en sus procesos de transferencia y de facilitar y validar con la mayor exactitud dichas etiquetas de tiempo a administraciones públicas, organismos oficiales, grandes empresas de telecomunicación...

Basta pensar en las gestiones que hoy se hacen a través de internet o en el uso constante del teléfono móvil para darse cuenta de la importancia que tiene el tema. "El tiempo y la frecuencia, que deriva del tiempo, son hoy día elementos clave. Puede que ni siquiera seamos demasiado conscientes de ello, pero está en prácticamente todo lo que a uno se le pueda ocurrir", señala el capitán de navío Francisco Javier Galindo, jefe de la sección de hora del Observatorio. Y da un dato anecdótico pero revelador: "Hasta el patrón de longitud, que es el metro, se define en base a una longitud de onda que toma como referencia un patrón de tiempo. Y es aquí, en el Observatorio de Marina, donde mantenemos y controlamos la base de esa frecuencia que se utiliza para definir esa unidad de longitud en el Centro Español de Metrología".

Y ese tiempo que cuenta para casi todo se fabrica en el ROA, que desde 1976 se encarga por Real Decreto de dar la hora legal en España. Eso, oficialmente; porque en realidad esa inquietud por medir la hora se remonta a los mismos orígenes del Observatorio, que incluso fue pionero en la utilización de los relojes de cesio en España. "El segundo, tal y como lo conocemos hoy en día, es una definición de 1967, cuando surgen y se desarrollan los procesos atómicos que son controlables en un patrón de cesio. Y la escala UTC -el Tiempo Universal Coordinado- es de 1972", apunta el jefe de la sección de hora. "En el 73, recién definida la nueva escala ya contábamos aquí con relojes de cesio cuando nadie en España los tenía".

El Observatorio isleño se encarga de mantener el patrón nacional de la unidad básica de tiempo. Es decir, lo que hace es definir qué es un segundo. Y lo hace además con una precisión casi absoluta que pocos laboratorios consiguen en el mundo. Su escala, de hecho, está considerada como una de las siete mejores en el ámbito internacional. "Lo recomendado es que estemos dentro de un margen de cien nanosegundos -un nanosegundo es la mil millonésima parte de un segundo- con respecto a la escala de UTC. Y hoy, en el Observatorio, es díficil que rocemos los cinco nanosegundos de diferencia. Tendemos a estar entre dos o tres cuando lo recomendado son cien", explica el capitán de navío Galindo Mendoza. Y pone un ejemplo para ilustrar esta cuestión, una comparación -aclara- que suele utilizar mucho cuando explica el trabajo que hace el Observatorio: "Estamos hablando de nanosegundos. Y una nanosegundo en relación a un segundo equivale a un milímetro con respecto a la distancia que hay de aquí a La Coruña". La referencia sirve para calibrar en qué niveles se mueve el ROA.

Y esa precisión, esa buena referencia temporal, es la que ha llevado también al Observatorio y a su sección de hora a dar un importante salto cualitativo que se relaciona también con la necesidad de contar con unas nuevas instalaciones y con unas mejores condiciones físicas. Se trata de su implicación en el proyecto Galileo, el sistema global de navegación por satélite que desarrolla la Unión Europea y que tendrá un uso civil. "Desde el año 2010 proveemos de tiempo a la constelación Galileo. Hemos participado durante la fase de validación en órbita y desde 2013 estamos en la fase del despliegue completo del sistema", explica el jefe de la sección. Hasta cinco laboratorios europeos -entre ellos, el de La Isla- trabajan conjuntamente para que Galileo pueda ser trazable a UTC. "Eso es importante, no es algo que pueda hacer cualquier laboratorio. Además, optamos al concurso para seguir prestando este servicio de provisión de tiempo que permitirá dar trazabilidad a Galileo para cuando empiece la explotación del sistema", añade.

Ahí entra en juego el nuevo laboratorio de la hora, que ahora se está construyendo. Se trata indiscutiblemente de mejorar las condiciones físicas pero también de cuestiones de seguridad y de confidencialidad que requieren estas mejoras. "Galileo te exige, dependiendo del tipo de señal que se transmite, un componente importante de confidencialidad. Y aquí conviven los equipos que dedicamos a este proyecto con los que empleamos en otras aplicaciones internacionales", afirma el capitán de navío Galindo.

Aunque evidentemente la construcción de las nuevas instalaciones obedece también a la necesidad -imperiosa ya- de contar con un entorno adecuado para la ingente labor científica que se lleva a cabo en la sección de hora del Observatorio de Marina. De hecho, no deja de sorpender que en el modesto y reducido espacio que ocupa el laboratorio actual se haya conseguido definir, fijar y difundir una de las escalas de tiempo más exactas que existe en el mundo. "Se ha conseguido a costa de muchísimo esfuerzo", admite su actual responsable.

Las condiciones ambientales son otro de los factores de peso que influyen notablemente en aparatos y sistemas tan delicados y precisos, un problema que condiciona bastante el trabajo en la sede actual y que ahora, con el nuevo laboratorio, se solventará al propiciar un entorno más apropiado y acondicionado para los equipos.

El nuevo edificio de la sección de hora, que en realidad se espera desde hace más de una década, permitirá además romper con las limitaciones que imponen las instalaciones actuales, lo que en definitiva facilitará que el Observatorio pueda mejorar, todavía más, en su rendimiento y resultados. "Con lo que tenemos ahora mismo hemos tocado techo. No podemos extraer mejores características de comportamiento a relojes y equipos", advierte el jefe de la sección. No tendrán que esperar mucho más. Las obras están ya bastante avanzadas y en 2017 serán por fin una realidad.

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