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Desde el vecino olivar

UNA acequia, una fuente, rumor de agua, rodeado de olivos, sol de noviembre gobernando un cielo de azul intensísimo. Una joven cubierta por túnica negra y pañuelo blanco a la cabeza va y viene de casa a la fuente, a por agua. La saludo pero ni caso, me ignora, agacha la cabeza, recompone el velo y oculta aún más su rostro. Quizá piensa: "vaya flipado el tío ese ahí sentado en la acequia escribiendo en un bloc, ¿quién le mandará encima saludarme?" Se habla de la "invisibilidad de la mujer en el mundo árabe" y soy yo el que se siente totalmente invisible para ella.

Este paisaje, hombres de piel quemada por el sol y mujeres sometidas pero riendo lavando ropa a la orilla del río. Todo eso lo vi yo hasta los '90 en el pueblo de mis padres, y señoras de negro en pleno agosto bien tapaditas. Cristiana viuda o cumplidora musulmana, en la Sierra de Ronda o en el valle del Antiatlas marroquí en el que estoy. Esta costumbre seguía en El Burgo cuando ya en una ciudad pequeña como Cádiz ya nadie lo habría hecho.

Quiero a Marruecos en la UE. Sería bueno para este vibrante país. Como turista, sé que los precios subirían y el hormigón cubriría zonas ahora agrestes y románticas. Pero es duro ver las condiciones de vida del mundo rural marroquí en 2011 frente a esa parte de Europa tan marroquí que es Andalucía, que estaba igual hasta no hace nada.

La UE ha pagado a los andaluces casi todo lo que nos hizo progresar materialmente como territorio y como pueblo, contribuyendo a que en el de mis padres ya nadie lave en el río. Nos toca ahora con el país vecino de España, hermano de Andalucía. Decir esto con la cosa como está tiene guasa. Pero soy andaluz y guasa tengo una jartá. Más andaluz aquí, en Marruecos, donde todo es familiar, más que en Cataluña. Cualquiera que ha venido lo sabe. Esto es una mina para las empresas españolas si apuestan, ¡hay tanto por hacer! Las recibirían con los brazos abiertos, como hacen con cada andaluz que se acerca a visitarlos. Marruecos se mira en Europa, en Francia y España. Permitámosles que el espejo les devuelva su mejor imagen. Aunque ahora esté algo empañado, con el color y la alegría que tiene este país, acabará el espejo más resplandeciente. Inshalá.

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