Con la venia
Fernando Santiago
Zambombá
Hay dos formas de hacer seguidismo, como se acusa ahora. Una, decir a todo “sí”; y otra es decir a todo “no”. La manera correcta de juzgar a alguien es decir a unas cosas “sí”, a otras, “no”; y a otras, “quizá”. Yo la practico empezando por mí, que cada noche me pregunto qué he hecho mal y me salen siete u ocho cosas como mínimo, qué he hecho bien, y también me salen algunas, y qué podría hacer mejor, y me salen todavía más.
Ahora, vayamos con Trump. Su postura con Ucrania la he criticado, porque mal está perder una guerra, pero qué se le va hacer si Putin la ha ganado, como nos dicen; pero lo que no tiene un pase moral es querer culpar al país invadido y, de paso, sacar tajada de sus tierras –las que le queden– raras, por muy realpolitik que resulte. En cambio, la posición de Trump contra la ideología dominante la aplaudo. Su llegada es una bocanada de aire fresco para las libertades de pensamiento y de expresión (que aquí practico).
Los aranceles entran en mi esperanzado cajón de lo que puede mejorar. Veo a personas –de cuya integridad y preparación no dudo– calificarlas de disparate económico al por mayor. El problema es que no parecen existir muchas otras respuestas a la competencia industrial y comercial que hacen terceros países a costa de sus sueldos de miseria y su desregulación. Nada protege más el Estado de Bienestar, a fin de cuentas, que el esfuerzo de los gobiernos porque los países donde los trabajadores gozamos de muchos derechos y libertades sigamos siendo competitivos. Y esto, entretenidos en criticar a Trump, ni se plantea.
¿Hay algunos métodos mejores que los aranceles? Los hay: abaratar la energía, bajar los impuestos, eliminar burocracias y cargas ideológicas, etc. Si eso se hace, también se pueden levantar barreras a la competencia de quienes (nos la) juegan con ventaja. Y cuando eso otro no se hace, parece un poco ventajista criticar al que por lo menos hace algo.
Nada más que el intento es importantísimo. Señala el problema. Quizá de un trompazo tremendo, vale, pero si luego sale mal o regular, como vaticinan las bolsas, siempre se podrá rectificar, preguntándose qué ha fallado. La política tiene un margen de ensayo y error. En la medida en que esto perjudica a España, me fastidia, claro; pero ojalá nuestros políticos estuviesen tan decididos a luchar por nuestros intereses con tanta hambre, dando mordiscos, y no lastimeros suspiros inoperantes.
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