Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

La tragedia griega

En Ucrania se libra una guerra y, en ella, el honor europeo no brilla por su presencia ni por su iniciativa ni por su apoyo. Los ucranianos buscaron y aún buscan con tenaz esperanza el amparo de la Unión Europea, pero no acaban de encontrar más que buenas palabras. Los independentistas pro-rusos sí están respaldados por Putin. El desequilibrio es palpable.

Los análisis geoestratégicos dan un abanico de explicaciones: la ya vieja costumbre de que los Estados Unidos sean los de las castañas y el fuego, nuestra falta de músculo militar, el cinismo, la dependencia comercial y energética… Cada una de estas razones tiene su peso, pero hay otra, más decisiva, que debería inquietar a los líderes griegos.

La Unión Europea está concentrada en salvar su economía. Es una guerra civil y metafórica, pero a vida o muerte. Europa tiene que ser productiva, competitiva, fiscalmente sostenible. Y como en la II Guerra Mundial, en Yalta, conferencia de la que conmemoramos el 70 aniversario, está dispuesta a sacrificar el Este para salvar Occidente.

Para conseguirlo, supone imprescindibles las reformas que la troika impulsa. No es una cuestión del pago de la deuda solamente, como creen los griegos y tantos con ellos. Hay que conseguir una Europa económicamente poderosa, lo que requiere grandes cambios en nuestra anquilosada estructura productiva. La mala noticia para los ucranianos es que Europa no piensa en nada más y para los griegos que la herramienta básica o la excusa versátil para imponer el conjunto de reformas y sacrificios es la exigencia del pago de la deuda. Sumemos a eso la variable política: si Syriza consigue algo, el efecto contagio del voto populista será instantáneo. Equivaldría a poner nuevos palos en las ruedas de unas reformas irrenunciables.

La dejadez europea en Ucrania está, por tanto, relacionada con su reacción contra las intenciones de Tsipras y Varoufaukis. Son un mismo movimiento reflejo, instintivo, de supervivencia. Que los gobernantes griegos, encima, presuman de sus simpatías pro-rusas no hace más que facilitar a los demás gobiernos europeos su rigidez. La economía es la cuestión de Europa, no lo que pase en Ucrania; pero si Rusia, aunque sea de refilón, aparece por el frente griego, peor para Grecia, por las cuentas pendientes. Esto es lo que hay, aunque en Ucrania intentemos disimular a toda costa nuestra debilidad y en Grecia nuestra dureza.

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