Su propio afán

Enrique García-Máiquez

Soto ante el peligro

06 de diciembre 2025 - 03:05

No diría yo tanto como Dante, que en el canto XIII del Purgatorio, muy chulito, soltó a Sapia: “Non mi sento punto d’invidia punger”, esto es, que a él no le picaba en absoluto la envidia. Siendo el pecado más tonto (porque muerde y no come) y siendo Dante tan listo, se entiende que no cayese en él. Yo, al menos, puedo decir que no le tengo envidia a Juan Soto Ivars –que por algo se empieza– ni tan siquiera a la exitosa campaña de promoción de su ensayo Esto no existe que le están montando gratis las feministas y demás colectivos progresistas de este país.

La campaña es tan exitosa que he visto a un tipo desesperado pidiendo que alguien eche cuenta a su reseña demoledora del libro de Juan Soto Ivars sobre las denuncias falsas. El malhadado crítico ve que, con tanta manifestación y tanto manifiesto de brocha gorda, su bisturí se lo lleva el viento. Seguro que si la asociación de plebeyos de España y el sindicato de pícaros se hubiesen compinchado para reventar las presentaciones de Ejecutoria, mi ensayo sobre la hidalguía de espíritu se habría vendido más. Un buen escrache socialista acusándome de discriminador de zafios y de despreciador de villanos me habría venido de lujo.

Y, sin embargo, ni por ésas envidio a Juan Soto Ivars. Creo en el trabajo en equipo y admiro que él se haya especializado en romper los debates por su línea de flotación, liándola parda, y aguantando después el chaparrón sin despeinarse. Los propietarios del discurso oficial ven asomar el flequillo de Soto Ivars y sacan navajas y tijeras. Inútilmente, en parte, por su buen trabajo periodístico y, en parte, porque tiene una autoridad que hace que la presunción de veracidad caiga siempre de su lado, como su flequillo. Nuestro admirado Paco Santas, Hughes, notó que, cuando Soto Ivars escribía sobre un tabú progresista, lo fulminaba. Él tiene la llave que abre oficialmente la veda de la mentira.

Por eso lo quieren acallar a gritos. Consiguiendo el efecto contrario, pues le pregonan su mercancía. Pero no pueden no gritar: es superior a sus fuerzas. Todo esto conlleva una exigencia a sus lectores y seguidores que a él le abruma (lo que le honra) y un precio personal a Soto Ivars que no le envidio. Y conlleva una aportación al debate público y jurídico en España que no le agradeceremos lo bastante.

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