TANTO hablar de la poética soledad del portero y resulta que ahora lo que odian los metas del Madrid son las multitudes, la competencia. Parece ser que les estresa tener que ganarse el puesto. Iker, el Santo, el salvador en tantas finales, ha dejado de hacer milagros desde que Mourinho lo acusara de chivato. El portugués le arrebató la confianza y actualmente parece un extraño entre los palos, un elemento inseguro que sólo aporta nerviosismo a una defensa que antes pensaba que para marcarle un gol los rivales tenían que superar un muro infranqueable, una mezcla de talento y suerte.

Iker seguirá, y también lo hará Keylor Navas, el costarricense palomitero que ha conquistado a todos con su gran Mundial. Así que Diego López tiene que emigrar. Parece que su aspecto desgarbado y su aspecto desaliñado no termina de encajar en el glamuroso Bernabéu. Personalmente siempre he creído en la suerte de Casillas, que se pudo comprobar en la final de Copa ante el Barcelona, cuando Neymar estrelló un balón en el palo en el minuto final con toda la portería para él. Sin embargo Casillas es un desastre por arriba, una carencia que hubiera quedado muy al descubierto en la Premier. No digo que Iker sea del gran culpable de la eliminación de España en Brasil, pero sí uno de los principales, al igual que estuvo a punto de quedar en los anales de la historia como el portero que regaló una Champions al Atlético.

Ahora el Madrid tiene horas para mandar a Diego López lejos, posiblemente a Mónaco o al Chelsea con Mourinho, algo que no entendería, ya que los blues acaban de repescar a Courtois. Una vez que llegue Navas, Ancelotti haría bien en elegir al que considere mejor portero para jugarlo todo, y si a Casillas se le ha agotado el efecto felino pues tendrá que aceptar que juegue el que técnico considera que es mejor, como ocurre en todos los equipos del mundo. Y nadie se muere.