Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ussía siempre
Ahora que dicen que hay que, no sé si recordar, conmemorar o festejar, más que el fin de la dictadura, la muerte del general Franco, y aunque yo preferiría celebrar medio siglo de Libertades, me resulta desasosegante asistir a esta lenta y continua degradación de la democracia y del estado de derecho ante la mirada pastueña de un país abúlico. Sin obviar la negligencia culpable de los que aceptan cualquier calamidad consolándose con el mantra de que así no gobierna la derecha, ni la complicidad de quienes se ven favorecidos en tanto se mantenga el Gobierno.
La legislatura nació fragmentada y un tanto esquizofrénica. Los electores votaron unas Cortes con una clara mayoría situada en el amplio espacio político que es la derecha pero vieron cómo se elegía un gobierno dicen que progresista y situado mucho más a la izquierda que la sociedad, en un cambalache rocambolesco que apuntalaba al señor Sánchez a cambio de retorcer el espíritu de la Carta Magna con una Amnistía que no contempla, rechazada en el debate constitucional y justificada con peligrosos argumentos jurídicos que abren la puerta a que en un futuro otros puedan hacer lo mismo con plena justificación. La obsesión por gobernar les hizo olvidar que no hay mejor ley que aquella que no nos preocupa que puedan aplicar nuestros adversarios. Por si no fuera suficiente, da la impresión de que vamos a acabar la Legislatura, no ya sin Presupuestos, sino sufriendo el bochorno de que el Ejecutivo desaire reiteradamente al parlamento saltándose su obligación constitucional de presentar la Ley básica de toda democracia parlamentaria. Sin presupuestos, el gobierno carece de mayoría y deviene en inútil. Regla fundamental que siguen respetando todos los países de nuestro entorno, excepto España, gracias a la ambición desmedida del señor Sánchez por querer sentirse lo que ni es, ni creo que sea nunca: jefe de estado, líder providencial o personaje histórico.
La Transición, con todas sus luces y sombras, nos llevó de la dictadura a la democracia superando dificultades y resistencias, con mínimos sobresaltos y de la ley a la ley, creando una España nueva, democrática, libre y con ambición de futuro que ahora parecen querer destruir sin saber muy bien por qué proponen sustituirla. Todo pasa. Y estos años pasarán y sobre el solar que nos van a dejar tendremos que reconstruir el edificio democrático y el estado de derecho que están empeñados en demoler.
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