Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Cuentan que quien le dio su forma actual a los pregones de Semana Santa, con esos versos declamados a voz en grito, esos ripios y esa gesticulación fue Francisco Montero Galvache. Daba tantos pregones por todas partes que cuando le llamaban sólo respondía: “¿Cuánto y cuándo?” El hombre hizo de los pregones una especie de profesión. Comprendo que para un capillita de Cádiz dar el pregón de la Semana Santa de su ciudad pueda ser un honor. Al fin y al cabo es el reconocimiento de años de dedicación, como le pasó a Juan Manzorro, Emilio López y Fernando Pérez, por citar tres amigos. Y eso que el trabajo de preparación debía ser ímprobo a tenor de las tardes que se recluía Manzorro en la redacción de Canal Sur a escribirlo, y encima cometía la temeridad de consultarlo conmigo. Los pregones de Carnaval se han convertido en otro género, desde aquellos primeros de Fernando Quiñones, Rafael Alberti y Carlos Edmundo de Ory, disfrazados de romano, marinero y Mefistófeles, subidos al escenario y con el único argumento de su palabra. Ahora se monta toda una parafernalia de invitados, agrupaciones de Carnaval y músicos. Comprendo que para un carnavalero sea todo un honor, pero traerse a uno de Dos Hermanas resulta paradójico, sobre todo por el notable esfuerzo que debe hacer para ser más gaditano que un cangrejo moro, partirse la camisa por Cádiz desde Sevilla, las olas de La Caleta es plata quieta. En la segunda división de los pregones podríamos poner al dios Momo, al Entierro de la Caballa y el Trofeo Carranza. Luego hay innumerables pregones para gente con ganas de notoriedad, desde carteles de cofradías a fiestas de barrio, aniversario de imágenes y todo tipo de actos religiosos y folklóricos, valga la redundancia. Siempre hay alguien disponible para echar el rato con los ditirambos de costumbre, glosando las excelencias de aquello que se pregona. Hay mucha gente aburrida que por un momento de gloria están dispuestos a lo que haga falta, no ya solo un pregón sino presentar cualquier acto sea del tipo que sea, hacer un prólogo al libro más extravagante y lo que sea menester. Podría pregonarse la cañaílla, la coñeta, el erizo caletero, las empanadas de la Catedral, la tortilla de camarones del Manteca, el Faro o Angelita, por citar algo. Por la provincia ya se pregonan los chicharrones de Chiclana y el lomo en manteca de Vejer. Yo me ofrezco a pregonar el milhojas de La Poeme y las canastillas de Casa Hidalgo, incluso los pasteles de nata de las tiendas portuguesas, si con ello me retribuyen de manera generosa con el consumo del género.
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