Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Sánchez tiene un plan
Apedro Sánchez las elecciones extremeñas le importan muchísimo más que Extremadura. Lo prueban, por omisión, tantas obras públicas (ni AVE ni nada) que no ha impulsado y, por acción, que haya puesto al imputado Miguel Ángel Gallardo de líder socialista regional. Está claro que Sánchez no sale a ganar en Extremadura, sino que se conforma con sacar de aquellas tierras (líder extractivo como es) un discurso para montar su campaña general, cuando toque.
Lo que el presidente sueña es que el PP y Vox tengan que pactar. Y entonces poder repetir su fotogénico discurso de alerta antifascista, la derecha extrema y la extrema derecha, dónde está la bolita, y hacernos de nuevo la trampa, esto es, la bolita. Como la estrategia es tan obvia y ya la utilizó el 23 de julio del 2023, los analistas lo ven venir. Lo curioso es que muchos piensan que si el PP saca mayoría absoluta, como no tendría que pactar con Vox, le desbarataría la estrategia a Sánchez.
Qué va. No del todo y, desde luego, no a la larga. Porque en Valencia y en Murcia habría que seguir pactando, con lo que a Sánchez le daría para su cantinela. Mientras tanto, con una mayoría absoluta en Extremadura, se partiría (aún más) el alma del PP, entre los berroqueños, a lo María Guardiola, que repudian a Vox, y entre los levantinos, que ceden.
Para neutralizar el plan de Sánchez, salga el resultado que salga de las urnas, el PP debería normalizar de una vez su relación con Vox. No digo que esté a partir un piñón con los de Abascal como el PSOE con los de Arnaldo Otegui, sino que no se partan los piños. Si hubiese que pactar en Extremadura, igual que en otros sitios, teniendo en cuenta que Sánchez se resistirá a convocar elecciones de inmediato, habría tiempo de sobra, si las cosas se hacen medianamente bien, para demostrar que un acuerdo entre el PP y Vox ni cercena las libertades ni instaura el oscurantismo. Sencillamente respondería –haciendo caso alícuoto a los programas respectivos– a la voluntad de los votantes de ambos partidos.
Sólo la naturalidad democrática descolocaría a Sánchez, que cabalga a lomos del alarmismo y la exageración. Si María Guardiola controla su tendencia al histrionismo –jaleada por Feijóo–, tenga que pactar o no, habrá perdido Gallardo, sin duda, pero además Pedro Sánchez.
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