Brindis al sol
Alberto González Troyano
Vieja y sabia
El pinsapar
Ahora que se avecinan celebraciones y conmemoraciones del Muro de Berlín, esa atrocidad acometida por los comunistas contra el pueblo alemán que cayó en la parte de allá de la raya que significó el triunfo aliado sobre Hitler, he recordado la tarde en que Pepe Oneto, entonces director de la revista Tiempo, me contó lo que tenía pensado hacer, es más, había iniciado los preparativos para hacerlo: comprar un trozo de muro de Berlín y poner un trocito en cada revista. Me dijo que habría una autenticación por Notario de la adquisición y que ya estaban en ello comerciales del Grupo Zeta.
–¿Qué te parece?
Me había quedado tan sorprendido que no supe qué contestarle. Estábamos sentados en La Mallorquina tomando un café -cortado, con leche- y lo vi verdaderamente ilusionado. Dije: “Un pelotazo, Pepe”. Yo siempre le hablaba en gaditano, que le hacía mucha gracia. Pepe era un trasterrado que recordaba su infancia, sus padres, su pueblo, su mundo más íntimo y personal con las palabras de ese mundo. Me dijo una tarde fría y ventosa en Madrid si olía a marisma. ¡A frío de la Cuestecilla de la Cárcel!, le dije. Guadarrama de azules lejos, fríos y claros como los ojos de… Le recité a Valle-Inclán, también lo recuerdo..
–Puede ser un pelotazo, cada revista con su trozo de muro de Berlín autenticado con el documento notarial correspondiente. Nadie ha hecho algo así.
Cuando, años después, estuve en Berlín y vi los trozos de muro expuestos como recuerdo de los años infames del comunismo y la guerra fría, volví a pensar en la idea genial de mi inolvidable Pepe Oneto. Era una trivialización, qué duda cabe, incluso una mercantilización de algo que había sido terrible, pues separó familias, separó personas a punta de metralleta y alambres de espinos pero que mostraba esencialmente el tamaño de una derrota, el triunfo de la democracia, el encuentro de las Alemanias. Otra Europa, distinta a la surgida de la derrota del nazismo en 1945.
Ahora llega una fecha redonda, el actual comunismo que ya no sé si es el mismo de siempre, no creo que celebre la alegría, el alborozo alemán y el respiro de las democracias europeas. La caída del muro no ha influido en la invasión de Ucrania ni en la aberración de traer soldados norcoreanos a luchar contra las fuerzas ucranianas bajo las banderas de Putin. Y ahora la vuelta de Trump. Como se suele decir, todo es susceptible de empeorar. ¿Qué muro derribado podría Pepe Oneto ofrecer a los lectores de Tiempo en estos tiempos de desolación, que San Ignacio recomendaba para no hacer mudanza? No vivió esta tribulación.
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