‘Pooteristas’

15 de diciembre 2025 - 03:07

Imagino que al leer el título de la columna habrán pensado que iba a escribir sobre algunos dirigentes del PSOE. Y no van descaminados, aunque no lo haré sólo por lo que probablemente ha pasado por sus cabezas ya que las homofonías son como pesadillas lingüísticas y nos provocan monstruos. Monstruos de la incongruencia en este caso. Escuchar en estos días aquel eslogan tan publicitado de “soy feminista porque soy socialista” resulta un puro oxímoron y una muestra de hipocresía insoportable.

Es claro que los comportamientos inmorales y antiéticos son siempre reprobables socialmente y deben ser perseguidos y juzgados si traspasan la frontera del delito. Pero cuando quien los protagoniza se ha erigido en adalid de la defensa pública de unos determinados valores que vulnera en privado con iniquidad y vileza, provoca el estupor de la sociedad, defrauda a los propios y esparce el hedor de la traición entre quienes se sienten profundamente engañados.

La hipocresía de los líderes socialistas ha alcanzado cotas difíciles de igualar. Llegaron al Gobierno para acabar con la corrupción en una moción de censura defendida por el señor Ábalos, hoy en prisión provisional; los hubo que tuvieron el cinismo de condenar la prostitución en el Congreso y se fueron a celebrarlo a un burdel; se arrogaron un feminismo impostado que está siendo asolado por un torrente de denuncias en el seno del propio partido, que fueron obviadas con el clamoroso silencio cómplice del Gobierno y de sus no pocas ministras. El panorama es desolador. Y sin embargo, la respuesta del Gobierno, del partido y de sus voceros, palmeros y adictos ha sido la de recurrir a la excusa de que el machismo y sus consecuencias son un problema estructural. Curiosamente, hasta antes de ayer, ese problema no afectaba en absoluto a la pureza feminista del socialismo patrio.

A finales del XIX, el legendario Punch publicó por entregas el Diario de un Don Nadie de los Hermanos Grossmith que cuenta, en primera persona, la vida de un oficinista londinense, Charles Pooter, y de su entorno familiar y social. Mr. Pooter se toma tan en serio a sí mismo que acaba creyéndose sus propias mentiras. Adolece de una extrema presunción y se valora en tal medida que se arroga una importancia e influencia en el mundo que sólo existe en su cabecita de narciso. Desde entonces, a estos tipos, se les llama pooteristas. Me recuerdan a alguien. ¿A ustedes no?

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