El pimpi del muelle

24 de septiembre 2016 - 01:00

EN una tertulia gaditana a las que me he referido en estas mismas páginas, (la "Tasca Joselito", de la c/ Cristóbal Colón) coincidí con Manolo Chaves, que fue durante muchos años maître del Faro viñero. Ese día habían hecho escala en el muelle cuatro cruceros, de los que desembarcaron 12.000 turistas, que deambulaban por nuestra ciudad y algunos ocupaban mesas en las terrazas. Casualmente había estado ese día en el Oratorio de la Santa Cueva de la c/ Rosario, con algunos de mis hijos que no lo conocían, porque cuando vivían en Cádiz el oratorio no se abría más que para el concierto de las mañanas del Viernes Santo. Coincidí allí con turistas extranjeros, uno iba solo y otro en grupo de dos matrimonios, pero tengo para mí que esos turistas no eran cruceristas. Que ninguno de los 12.000 desembarcados tuviera curiosidad por conocer el Oratorio y las pinturas de Goya, no se les puede culpar a ellos, sino al desconocimiento de su existencia. Cuando lo mencioné en la tertulia, Chaves comentó que se echa en falta a los pimpis, que no tenían precio como informadores de la ciudad.

Gracias al blog de Fernando Santiago, aprendo que en el año 1982, salió una chirigota así titulada, dirigida por Antonio Busto y es curioso la poca literatura que existe sobre este personaje gaditano. Solo el libro de Juan Sabajanes, que hoy está agotado; un artículo del mismo Fernando (30/04/2010) en estas mismas páginas y otro de José María Pemán en la tercera de ABC de 10/01/1954, en el que alude al pimpi de pasada.

El pimpi era un guía para los forasteros, a medias cicerone, a medias conseguidor. Algunos y para infundir respetabilidad llevaban una gorra con el rótulo "hospedaje". Debía aprender nuestro alcalde que el uniforme impone respeto, aunque ni sea completo ni de gala. Se les encontraba en la estación de ferrocarril, en los muelles, en la parada de Comes. Fernando Santiago nos da el nombre de algunos: Morterá, Mamiblu, Jibia, Ancoco. Solían reunirse en la Pila Vieja y quizás por estar cerrado este establecimiento tantos años, hayan desaparecido. Eran la "esencia" de Cádiz, como escribe el aludido y estoy de acuerdo con él en que "menos folletos y más pimpis". El pequeño Nicolás es la versión madrileña del pimpi, solo que vestido por El Corte Inglés y con zapatos y maletín de Loewe y menos gracia. El nuestro llevaba a sus clientes a una casa de comidas, o si, marinero, en coche de caballos al Populo, San Juan, o la calle la Plata. Convencía a los soldados para llevarles sus maletas, por módico precio, desde la estación hasta los cuarteles, para evitarles la cuesta. Con un curso elemental de inglés unas clases abreviadas de lo más significativo de nuestra ciudad y el ingenio de nuestros paisanos, bastarían para disponer de unos guías turísticos de primera calidad.

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